Sábado, 25 de abril 2020
No hay negocio que se salve del azote del coronavirus. Sin embargo, algunos están en mejor disposición que otros de afrontar el regreso a la actividad comercial. Mientras muchas peluquerías y clínicas dentales trabajan con listas de espera ante la avalancha de clientes que aguardan ... en cuanto vuelvan a abrir las puertas, otros temen incluso por la pervivencia de sus establecimientos. Algunos han asumido los inevitables cierres, como ya ha sucedido en Bilbao en plena pandemia, con la bajada de persiana de dos importantes referentes de la moda y alimentación.
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Rentas desorbitadas
Los locales más perjudicados corresponden, sin duda, al ramo de la hostelería y restauración, que ignoran cuándo regresarán y opinan que la implementación de las medidas restrictivas tendentes a asegurar la salud pública comprometen la rentabilidad de sus negocios. Empresarios de ocio nocturno, que habían arrancado el año como un tiro, dan por hecho que, si se sigue el ejemplo de Italia, donde las discotecas es posible que no vuelvan a trabajar hasta febrero del próximo año, muchas de las que funcionan en Bizkaia también desaparecerán.
El estado de incertidumbre que acompaña a esta crisis sanitaria sin precedentes es de tal magnitud que hasta los negocios que prevén una enorme carga de trabajo para las próximas semanas sospechan que la recesión acabará pasando factura a todo el mundo. Es un sentir generalizado en todos los sectores que los créditos prometidos por el Gobierno «o no llegan» o solo servirán para «endeudarnos más».
Negocios preocupados por la vuelta al tajo
Bilbao asiste a los primeros cierres de comercios en plena pandemia mientras concesionarios de coches y agencias de viajes estudian cómo salir a flote
Después de 14 años endulzando la vida en la céntrica Doctor Areilza, Quop, una franquicia dedicada a la venta de productos de panadería, bollería, encurtidos y golosinas, ha bajado esta semana la persiana. Unos carteles en la cristalera agradecen a la clientela «la fidelidad» mostrada todo este tiempo. No muy lejos, sin salir de Indautxu, una tienda puntera de ropa juvenil inspirada en la estética surfera, ha cerrado también tras 12 años a pie de calle. El Covid-19 se cobra así sus primeras víctimas en el comercio.
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«El sector está tocado desde hace tiempo y la pandemia ha sido la puntilla para algunos», admite el propietario, que prefiere mantenerse en el anonimato. Se congratula de que, al menos, ha tenido suerte de encontrar la «comprensión» en un buen número proveedores, «no de todos», que le han permitido devolver a coste cero parte de la mercancía que debía lucir estos días en los escaparates de una infectada temporada primavera-verano que nunca llegó a arrancar.
En no mejor situación quedan los hosteleros, a los que la vuelta a la normalidad se les va a hacer muy cuesta arriba. Desconocen la fecha de regreso, pero Manu Iturregi, del pub Residence, prevé un camino de espinas. «Por ley, en mi local pueden entrar 23 personas. Ahora, salvaguardando los dos metros de distancia de seguridad, entrarían 13. ¿Puede ser rentable así un negocio? Es difícil trabajar con medidas tan restrictivas. ¿Y cómo se garantiza el cumplimiento de la normativa cuando alguien se acerque al baño?», se pregunta. «¿Voy a tener que vender los gin tónics a los precios de Madrid y Barcelona, lo que significaría pasar de 9 a 14 euros? Pero entonces, ¿quién te los va a pedir? Y puede estar muy de moda llevarse botellas de vermú preparado, pero con eso no vives», garantiza.
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En Viajes Eroski aseguran que otros años para estas fechas ya tenían garantizadas el 40% de las reservas para las vacaciones de verano. Pese a todo, Sergio Gómez no pierde la esperanza: «No quedará otra que apostar por el turismo de costa, islas e interior. Otra cosa -advierte- es que los hoteles abran sus puertas».
Tampoco les pintan mejor las cosas a los concesionarios de coches, que calculan vender entre un 40% y un 60% menos que el año pasado. Ni siquiera les consuelan los trabajos de mantenimiento que esperan realizar los talleres de automoción a la vuelta del fin del confinamiento. «En junio y julio facturaremos un 70% menos con respecto a otros años», se lamenta Jon Lekue, director general de Autonervión. Peor lo ven los empresarios del ocio nocturno. Dudan de que las discotecas puedan abrir antes de septiembre u octubre, y con solo un tercio de su aforo «pocas aguantarán». «Será la ruina absoluta», vaticina Diego Maestre, de la sala Sonora. «Toda la hostelería está acojonadísima. ¿Cómo se mantiene el distanciamiento social en lugares donde el contacto es inevitable?».
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