
La violencia que viaja en tren y autobús
Nueve heridos en menos de un mes ·
Los trabajadores del transporte vizcaíno piden más medios y un cambio legislativo para que pegar a un supervisor o un vigilante pase a ser delito de atentadoSecciones
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Nueve heridos en menos de un mes ·
Los trabajadores del transporte vizcaíno piden más medios y un cambio legislativo para que pegar a un supervisor o un vigilante pase a ser delito de atentadoA Lourdes la sacaron del autobús que conducía a golpes. La arrastraron del pelo y le propinaron varios puñetazos que la dejaron inconsciente. Fue en ... enero. En la céntrica plaza Moyua. Y nadie movió un dedo por ayudarla. Cinco meses después, esta conductora de Bizkaibus sigue de baja. Habla con un hilo de voz desde el otro lado del teléfono. Dice que prefiere no recordar aquello, aunque apoya el camino emprendido en los últimos días por diferentes colectivos del transporte público vizcaíno, llamando a un frente común para acabar con la lacra de las agresiones. Desde el 2 de mayo, nueve empleados y vigilantes del sector han sido atacados, alguno de ellos sufrieron heridas de consideración, como la rotura de varias costillas.
¿Hay cada vez más agresiones contra los empleados del transporte público? La sensación de los trabajadores y representantes sindicales es que sí y, además, que cada día son «más fuertes y desagradables». Las estadísticas no lo reflejan de una manera tan clara. Desde Metro Bilbao, por ejemplo, explican que el número de incidentes violentos permanece estable en los últimos años -exceptuando en 2020, con la pandemia, cuando se redujeron porque el servicio fue muy limitado-. «Tenemos anualmente alrededor de seis o siete y no se aprecia una tendencia al alza», sostienen. En Bizkaibus, en los últimos 12 meses, también ha habido siete agresiones físicas, aunque el número de insultos y escupitajos lanzados contra los conductores es «enorme». «La conflictividad ha crecido tras el Covid-19, pero ahora llevamos un tiempo tranquilos, creemos que desde lo de Lourdes hay una mejor coordinación con la Ertzaintza y las policías locales», apunta Juan Carlos González, delegado de CC OO y presidente del comité de empresa.
En Renfe y Metro Bilbao, las plantillas han pedido a las direcciones que pongan «más medios y recursos» para reducir los actos violentos contra los empleados. «Son episodios totalmente injustificados contra personas que solo tratamos de hacer nuestro trabajo». Las dos compañías responden que las inversiones en seguridad no paran de crecer año tras año. El suburbano, por ejemplo, ha destinado en 2023 un total de 6,3 millones de euros a esta partida, cuando en 2022 fueron 5,5 millones, apunta una portavoz. Y en Renfe hacen hincapié en que este año ha sido el de la renovación de las cámaras y de la introducción de más medios tecnológicos, como los drones, para incrementar la efectividad contra alborotadores y grafiteros.
Endika Bernaola es un vigilante que trabaja en el sector del transporte. Pasó 11 años patrullando la noche en Metro Bilbao. «En ese tiempo vi de todo», cuenta. «Peleas, agresiones con armas blancas, chicas que venían donde nosotros diciendo que habían sufrido abusos....». A su juicio, una de las claves de esta problemática es «lo barato que sale pegar» a un trabajador del transporte. «Les resulta casi gratis. La impunidad es total». Es una opinión que también comparte el delegado de CC OO en Bizkaibus: «La verdad es que la ley está fatal en este aspecto y nos deja totalmente indefensos».
Endika Bernaola
Vigilante
¿Cómo se aborda un ataque a un vigilante o un supervisor de estación desde el punto de vista judicial? Se trata de un delito de lesiones. «En función de los daños causados, el juez les puede condenar a una multa o a algo más, pero para que ese algo más se produzca tiene que ser una agresión muy fuerte». Normalmente, los agresores «se van de rositas» con una sanción económica y la obligación de pagar los gastos médicos al agredido. «Pero es que muchas veces son insolventes o menores tutelados», alerta Bernaola.
«Necesitamos que nuestra protección jurídica cambie», reclama González. «Llevamos tiempo trabajando para que un conductor o un vigilante del transporte sean considerados como agentes de autoridad», explica. En ese caso, como sucede con los profesores y médicos desde que se cambió el Código Penal, el agresor se enfrenta a un delito de atentado a la autoridad, además del de lesiones. Es algo que regula el artículo 550. Este precepto establece penas de prisión de hasta tres años para quien maltrate a un docente o un sanitario en el ejercicio de sus funciones frente a ningún reproche si es un operario del transporte. «Es absolutamente clave que los poderes legislativos hagan esa reforma, igual que hace falta que se aprueba el nuevo reglamento de Seguridad Privada», pide Bernaola. «Yo creo que con estas medidas el fenómeno no iba a desaparecer, pero se calmarían mucho las cosas».
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El veterano vigilante estima también que hay otros pequeños factores que se pueden mejorar. «Hace falta más formación en el sector de los vigilantes y una mayor remuneración. En el pasado, en Metro Bilbao, por ejemplo, estábamos profesionales con muchos años de experiencia. La mayoría éramos gente con vocación. Hoy en día, es un trabajo mal remunerado y que prácticamente nadie quiere hacer. El que lleva tiempo está quemado y el que acaba de entrar igual no tiene el bagaje necesario para encarar una situación de este tipo, en la que lo importante es hacer cumplir la norma pero con cierta flexibilidad y psicología para que no derive en una situación violenta».
¿Está la sociedad desquiciada desde que salimos del confinamiento? ¿Es lo sucedido en el transporte público un reflejo más de lo que ocurre en cualquier ámbito de nuestra vida? El sociólogo Imanol Zubero no tiene una respuesta clara para estas preguntas. «La violencia ha estado siempre presente pero sí es cierto que hay elementos contextuales que son preocupantes», alerta. El primero es la pérdida de legitimidad de la figura de autoridad. «Veníamos de una dictadura y ahora cualquier persona que vele por el cumplimiento de una norma es denostada».
El otro concepto es que las redes sociales y el uso de pantallas está teniendo un efecto demoledor en los jóvenes. «Hay ya estudios que apuntan a que la utilización desproporcionada del móvil causa un déficit de atención y también una falta total de empatía», advierte Zubero. «Hay veces que nadie ayuda a nadie». Eso fue precisamente lo que le pasó a Lourdes, la conductora de Bizkaibus que no ha superado el impacto que le supuso la agresión. Recibió una golpiza en plena calle, ante decenas de testigos que nada hicieron por protegerla de sus tres atacantes.
En su contexto
6,3 millones de euros. Es la cantidad de dinero invertida por Metro Bilbao en seguridad en 2023, según la compañía. Supone un incremento del 13% con respecto a 2022.
Cenas de empresa y fiestas patronales La época del año donde se producen más agresiones e incidentes en los transportes públicos coincide con la Navidad y las fiestas patronales veraniegas. Es cuando hay más servicios nocturnos.
6 incidentes graves (agresiones físicas) registra anualmente el metro. Según la compañía, los números son muy parecidos cada año. Siete incidentes ha sufrido también Bizkaibus.
Bilbobus dejará las mamparas del covid Aunque no otorgan una completa seguridad, las mamparas que se instalaron en los autobuses de Bilbobus en la pandemia se van a mantener porque aportan cierta protección e intimidad a los chóferes.
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