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Imagen de archivo de Castro Urdiales. E. C.

«Jamás vimos un moratón ni signos de maltrato»

La catequista del hijo mayor de la víctima insiste en que el chico era un «modelo de comportamiento»

Sábado, 10 de febrero 2024, 00:23

María (nombre ficticio) no se podía creer ayer la declaración que realizó ante la Fiscalía el hijo mayor de Silvia López, la vizcaína de 48 años supuestamente asesinada por sus dos hijos adoptivos en Castro Urdiales. Esta mujer no salía de su asombro al leer ... que el chaval de 15 años, autor confeso del crimen, aseguraba que su madre les maltrataba habitualmente. Y no se lo podía creer porque les conoce muy bien a todos ellos, tanto a los niños como a sus padres. «Jamás he visto un moratón o algún signo de que a esos niños les estuviesen maltratando», subraya en una conversación con EL CORREO.

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María ha compartido muchas horas en la parroquia con Silvia. También coincidían en actividades relacionadas con la iglesia. Tenían buena relación e insiste en que ella y su marido eran unas «personas buenas», que se preocupaban por los demás y siempre trataban de echar una mano en lo que pudiesen. «Parece un tópico que se suele decir en estos casos, pero es que es la verdad», apunta.

María, de hecho, ha sido también la catequista del hijo mayor de la pareja. Le veía todas las semanas, junto a un pequeño grupo de unos 6 ó 7 chavales. Todos juntos participaban en salidas al monte, en las que el ambiente era más distendido. María recuerda que este joven era un niño «modelo», al que todos ponían como ejemplo. Era estudioso, era agradable y tenía buen comportamiento. La catequista apunta que los chicos eran bastante «tímidos», pero recalca que no era algo exagerado. De hecho, subraya que en las salidas colectivas solían participar en las actividades grupales. Otra de las cosas que definía a estos dos hermanos era lo unidos que estaban. «Siempre iban juntos a todos sitios».

Salidas al aire libre

Esta vecina de Castro insiste en que «jamás» vio ningún indicio de malos tratos físicos ni emocionales. No los vio en las formaciones en la parroquia ni tampoco en las salidas al aire libre. Tampoco cree que su madre fuese «especialmente exigente», por lo menos hasta donde ella veía. «¿No dejar tener móvil a los niños es ser muy exigente?», se pregunta.

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Por todo ello, lo que ha pasado estos días en Castro le parece irreal. No se puede creer que esos chicos hayan matado a su madre. Y mucho menos «de esa forma». Pero tampoco se puede creer que Silvia maltratase a sus hijos. Puede que, de puertas adentro, se produjesen fuertes discusiones, «como ocurre en muchas familias». Pero María insiste en que nunca vio el menor indicio de violencia entre padres e hijos.

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