
Un verano sobre ruedas
Turismo en auge ·
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Turismo en auge ·
El Covid-19 dispara el interés por viajes alternativos en autocaravanas o campers, una fórmula que permite improvisar y aislarseEl miedo al coronavirus y las incertidumbres que empañan el verano más raro del siglo han despertado un interés inusitado por las vacaciones sobre ruedas en autocaravanas y furgonetas con las que desplazarse evitando aglomeraciones y relajándose en parajes absolutamente aislados si se desea. Esta forma de viajar que permite improvisar y dormir en plena naturaleza vive un 'boom' desde hace años. La Dirección General de Tráfico censa en más de 8.100 las autocaravanas y en más de 3.000 las furgonetas camper en Euskadi. Solo el año pasado, los vascos compraron 847 vehículos de ambos tipos. Los guipuzcanos adquirieron más (342) mientras que en Bizkaia se quedaron 316 y el resto, en Álava, según la Asociación Española de la Industria y el Comercio de Caravaning, Aisecar.
Ahora, tras meses de parón, tanto la compra – se están realizando las operaciones aplazadas por el virus– como el alquiler vacacional han pisado el acelerador. Las firmas que alquilan estos vehículos disponen de una flota de 5.500 por precios de a partir de 150 euros al día en verano. Los clientes, paralizados antes por confinamiento, están realizando un aluvión de llamadas. Muchos son novatos que quieren probar unas vacaciones sobre ruedas porque «se trata de la forma más segura de viajar». De momento, se ha reservado el 70% de la flota. La asociación de autocaravanistas vascos, Sorbeltz, que cuenta con 345 socios también nota un incremento en las consultas y «muchas más altas que otras temporadas». Este año, suman 20. Pero preocupa que la avalancha de 'inexpertos'ponga en riesgo la imagen del colectivo autocaravanista.
Aunque tantos las furgos como las autocaravanas pueden aparcar donde encuentren plaza, no se pueden sacar mesas fuera, excepto en los camping o en las áreas de servicio donde se permita expresamente. Piden a las empresas que se encargan de alquilar autocaravana que informen a los clientes del comportamiento correcto. Ellos tienen un código de conducta colgado en sorbeltz.org. «Porque al final todos somos los paganos de las malas conductas de unos pocos», explican. «Viendo la expectación de esta alternativa vacacional está levantado», consideran importante que se cumplan las normas de civismo. «En lugar de ver las ventajas que puede aportar nuestra forma de viajar, se nos trata de forma despectiva y se nos prohíbe el aparcamiento sin causa justificada. No debemos dar argumentos a quien no nos quiere por sus calles», explicó la secretaria, Marta Viúdez. «Nuestro impacto económico en los municipios es alto. Vamos a cenar y a tomar algo a los bares, de compras...», defendió Juan Múgica, un socio veterano que lleva «desde la época hippie» viajando así. Pese al auge del sector, España está mucho menos preparada que otros países. Apenas hay áreas de servicio, los recintos donde pueden aparcar, vaciar las aguas grises y negras y cargar agua. La entidad ha impulsado algunas en Euskadi, como la de Zamudio, muy valorada. «Tenemos mil en el Estado, seis veces menos que en Francia. Estamos a la cola de Europa». La mayoría son municipales y son gratuitas.
Iñaki Egurrola, bilbaíno y economista de profesión, acabó presidiendo el Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Bizkaia. Siempre fue amante de la naturaleza. Primero, recorrió parajes con mochila, luego con la tienda y después con caravana. Ahora, está jubilado, con tiempo de sobra para disfrutar con su mujer, Alicia, de la autocaravana adquirida hace nueve años en Sondika y con la que están «contentísimos». «Cada día es una aventura. Puedes cambiar de recorrido en medio del viaje. Si se prefiere ir de hotel, con todo puesto y hecho, pues lo mejor es ir con el Imserso», explica. El año pasado, recorrieron más de 20.000 kilómetros. «Fuimos a Cabo Norte, una etapa emblemática del autoravanista. Un viaje en el que echas dos meses o tres», relataba Alicia, otra apasionada de esta forma de viajar. «Es libertad. Tenemos autonomía. Si te gusta un lugar, te quedas, y si no, te vas». La pareja suele realizar viajes largos que empiezan a finales de marzo o principios de abril, y en julio y agosto, cuando está todo lleno, regresan a Bilbao. «Vamos mucho al extranjero. En verano, hacia el norte de Europa, y en primavera, al sur. Pero este año, el próximo viaje será a Galicia o Portugal, que nos gusta mucho. Tiene pescado riquísimo y un vino verde excelente», dijo Iñaki.
Juan Múgica, vecino de Zamudio, es «campista» desde hace 45 años. Tiene la furgoneta en su pueblo, cerca de casa. Antes de tener su actual autocaravana, tenía una camper con la que ha recorrido Europa. «Te marca, hay que tener iniciativa y un espíritu abierto», explica. «Esto es como comprarse una segunda casa en el pueblo. Y algunas cuestan más que una casa en la ciudad», explica. Como este año no se pueden hacer viajes largos, se irá unos días a Andorra, Pirineo o a los Montes de Palencia o a Asturias. «En verano, normalmente hacemos 10.000 kilómetros». Le gustaría hacer la vuelta al Báltico, pero hacen falta tres meses. «Es lo bueno de estar jubilado. Si no lo estás, solo puedes viajar en vacaciones y los fines de semana, lo que yo he hecho hasta ahora. Al ser profesor, he tenido más tiempo para viajar, pero ahora ya no tenemos tanta urgencia. Si estamos una semana sin salir no pasa nada. Tampoco tenemos prisa para volver el domingo a la tarde, evitas las operaciones salida y retorno de los demás...» . Su autocaravana es una Génesis Challenguer que costó en su día, hace 12 años, unos 36.000 euros, y a la que como a cualquier otro vehículo, hay que pasar la ITV cada año. En ella, se ha montado un cañón con una pantalla gigante que conecta al ordenador para ver Netflix. «Un home cinema». «El motor está muy cuidado. Lo bueno es que estos vehículos apenas se deprecian, y hay un mercado de segunda mano muy dinámico». «La seguridad de la autocaravana es la misma que en casa. Veranear aquí no quiere decir que no te vayas a contagiar si no tienes cuidado», explica.
Enara Verde e Iñaki Prieto, enfermera de la UCI y médico, han pasado meses duros en primera línea contra el coronavirus en su ciudad, San Sebastián. «Ha sido una guerra». Se casaron el viernes 19 de junio. Pasaron el fin de semana solos y el lunes recogieron a sus pequeñas Laia y Maddie y arrancaron su luna de miel en la flamante autocaravana que compraron hace tres años, con la que estarán rodando hasta que comiencen a trabajar el 10 de agosto. La pareja ya había alquilado una autocaravana con anterioridad y antes de adquirir la suya, «estuvimos mirando opciones más de dos años». La inversión fue importante. «Una nueva cuesta unos 60.000 euros. Pero se amortiza en aventuras, en experiencias y en viajes», relataron. De momento, han vistado Francia, Portugal y España «y hemos descubierto zonas impresionantes». A menudo, improvisan sus viajes. «Vas hablando con la gente, y cambias de recorrido sobre la marcha porque te aconsejan». Ahora, «vamos sin rumbo. Huesca tenía varios focos y entonces decidimos tirar para el lado contrario. Nos quedaremos recorriendo la costa cantábrica y Portugal, aunque por el camino iremos mirando las noticias e igual cambiamos de planes».
Christian Llano y Vanessa Castro, de 25 y 39 años, viven en Basauri. «Siempre íbamos de vacaciones a hoteles» y en un principio, decidieron buscar una residencia de veraneo en Cantabria, por Laredo o Argoños. Pero después, como ya habían alquilado alguna y les gustó la experiencia, decidieron lanzarse y adquirir una autocaravana con la que disfrutar con la pequeña Ariadna, la niña de ella, y sus dos mascotas. Su presupuesto era de 25.000 euros, pero al final, y tras mucho mirar, terminaron pagando 48.000 por una con dos años de vida y apenas 20.000 kilómetros. «Parece caro, pero al final un chalé por esa zona cuesta 150.000. Y puedes ir a donde quieras. Es tu segunda vivienda. La compramos el miércoles de antes del confinamiento. Salimos con ella el viernes y el sábado y tuvimos que volver», explicaron. Así que ahora tratan de recuperar el tiempo perdido y han pasado la semana en el parking de Diliz, en Aizkorri, desde donde Christian se desplazaba para ir a trabajar. Ella, que era empleada en un almacén, se ha quedado en el paro por la crisis. El puente del 31 de julio emprenderán rumbo a Arcachón, en Francia, o a Ordesa. Los dos detactan el extenso abanico de planes entre los que pueden elegir. «Hay campings que son todo un lujo, con piscinas que parecen parques acuáticos y buenos restaurantes. O también puedes ir a algún sitio y aparcar, ir a tomar cervezas y a cenar», explicó Christian. «Como soy muy comodón, pensábamos que no nos iba a gustar este rollo, pero me he vuelto loco. La vida es diferente, conoces gente muy especial y como soy muy sociable pues eso me encanta».
Las autocaravanas no solo sirven para viajar, también para vivir. Arturo Flores, un vizcaíno de 43 años, ha recorrido toda España, además de Latinoamérica y Asia y varios países de Europa. Cuando regresó, quiso trabajar para vivir y no al revés. «Decidí vivir en un vehículo -abunda-porque no es fácil acceder a un piso, te piden mucho dinero y requisitos. Ahora que llevo un año buscando, como tengo dos mascotas, nadie quiere alquilarme nada», asegura. Reside desde dos años en su autocaravana. La compró vieja, cuando estaba para el desguace, y la restauró. Antes de esto, tuvo una furgoneta camper y un camión. «No tienes gastos. Se vive bien, aunque al principio cuesta acostumbrarse», apunta. Desde hace un año, el parking de Diliz de Getxo es su emplazamiento habitual. Y aquí ha estado confinado, junto a los propietarios de otras dos autocaravanas. «He estado ni tan mal. Vinieron los municipales, la Ertzaintza, el helicóptero... Pero ya sabían que vivía aquí y no me han dicho nada. Nos dejaban ir al área de Sopela a vaciar y a cargar agua, y yo podía sacar un poquito a los perros por la zona y a hacer la compra». De momento, no viajará hasta después del verano, cuando espera seguir trabajando. «Me dedico a lo que sale: he sido monitor de parapente y ahora estoy haciendo chapuzas de jardinería y carpintería. También arreglo autocaravanas y campers».
Koldo Mediavilla, un bilbaíno residente en Tolosa, dejó su trabajo hace un año en una empresa que hacía túneles por toda España. «Estaba harto de estar todo el día con la maleta a cuestas. Quería un cambio de vida». Ahora, escapa cuando puede con su furgoneta, que compró hace seis años y con la que se viaja solo o con su pareja. Retransmiten sus aventuras en la cuenta de Instagram @crazyoldvan. «Poco a poco le pusimos baño, television, placas solares...». Esta semana ha parado algunos días por Barrika. Normalmente hace espacapadas cortas, cerca de casa, pero también viajes de un mes. Gracias a su versatilidad, «puedes dormir en cualquier sitio y en cualquier gran ciudad ciudad. Cuesta dinero, pero amortizas la inversión». Y aunque también «realizamos viajes internacionales en avión», pues «esto es muy cómodo porque no tienes que planear nada. Solo llenar el depósito y marchar». Gracias a su «furgo», ha pododo conocer sitios espectaculares. «Levantarte y tomarte un café con estas vistas al mar no tiene precio. No te lo ofrece un hotel de lujo».
Maider Del Río, de 33 años y vecina de Zumarraga, en Gizpuzkoa, descubrió el placer de viajar en furgoneta y dormir donde ella quisiera cuando conoció a su novia Ane, la dueña de la Volkswagen comprada hace diez años de segunda mano. Ella está ahora de mochilera en la India, donde ha estado confinada. «Ahora, como no está ella, pues la uso yo sola. Para mí, que no tenía nada, ha sido un regalazo, una minicasa para dormir donde quieras. Te da mucha libertad, no hacer tantos planes, y si estás a gusto pues no te mueves». «Baño y ducha no tenemos, vamos a los bares, a los campings o nos apañamos de cualquier manera». Maider pasó unos días en el parking de Barrika antes de volver a trabajar este sábado, por primera vez tras mucho tiempo porque trabaja en un servicio que ha estado clausurado por el Covid-19, el de personas con diversidad funcional. «Me encanta mi trabajo, ayudar a la gente», explica. Más adelante, espera hacer otra escapadita, «al sur, al calorcito». De momento, con la furgo, ha viajado por la costa de Gipuzkoa, de Bizkaia y por Cataluña. Maider tiene alma viajera: el año pasado recorrió toda Latinoamérica junto a su novia, pero volvió porque «quería quedarme aquí y empezar a trabajar. Ahora solo me falta que ella vuelva de la India».
Aitor Saornil trabaja de programador. Vecino de Algorta de 28 años, hace tres que compró su furgoneta de segunda mano por 9.000 euros. Tenía nueve plazas y la fue camperizando él solo: le puso asientos giratorios, una cama, una cocina e incluso armarios para guardar la comida y una ducha muy apañada. Suele ir por ahí todos los fines de semana, sobretodo en verano, porque «como no tengo calefacción, en invierno al final acabas pasando frío en determinados lugares», explica en Barrika junto a su amigo Jon Cajigas, con el que ha ido a la playa de Barrika muy bien acompañados por su perro Roi, que también tienen su propia camita en la furgo. «Este fin de semana tenía pensado ir a Ordesa, pero no sabemos. Ahora, en verano, vamos más a la playa, a Las Landas... Y en invierno al monte. Nunca voy a camping, me intento esconder. La siguiente será una Ducato, un poco más grande». Según relata, una autocaravana es menos manejable en un pueblo, es como un bus y con la furgo vas a todos lados. Además yo la aprovecho en el día a día para ir a trabajar y todo. Como mis amigos también tienen furgo también hacemos plan y nunca he tenido ningún problema. A veces he estado en Langre, donde hay un parkin g privado, pagas 3 euros al día y te dejan acampar allí, y también en Las Landas hay muchos parkings y pagas 2 euros. Aunque los fines de semana apuesta por escapadas más cortas, también aprovecha la furgo para las vacaciones. «El año pasado estuvimos en Costa Brava y fuimos recorriento todo hasta Cadaqués, y también fuimos por Galicia, y poco más. En Portugal todavía no he estado, pero tengo muchas ganas de ir».
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