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marina león
Viernes, 12 de febrero 2021, 16:53
Los vecinos de la calle sestaoarra en la que un vecino ha matado a su mujer están desolados, abatidos. Todos conocían a la pareja. ... «No sé lo que se le habrá pasado por la cabeza para hacer esta barbaridad», se pregunta Aitor, amigo cercano del hombre que presuntamente ha cometido el crimen. «Era un buen tío, no se metía en líos». Aún impactado por lo ocurrido ha rememorado como solían salir los dos juntos a pescar pulpos a Cantabria. «Él me decía, 'tío, si me caigo te tiras a por mí'. Yo le respondía que por supuesto porque Juan no sabía nadar», rememora.
Ambos amigos tenían una huerta que cuidaban a medias «pero hacía tiempo que no venía y además en noviembre dejó la obra en la que estaba trabajando». Por todo ello, Aitor se preocupó por su amigo, así que el 9 de febrero le envió un WhatsApp: «Ey Juan, ¿Qué tal andas?». «Nunca me contestó», cuenta señalando la pantalla del móvil. En ella, el mensaje sin el doble check deja constancia de que el destinatario no llegó a recibirlo. Apenado, Aitor nopuede evitar acordarse de la nieta del matrimonio, «Él estaba loco de contento con ella. Nos decía, le voy a comprar este juguete y este otro», comenta abatido.
Gaspar vive en la calle de La Iberia y conocía a la pareja «de toda la vida. Nuestros hijos se han criado juntos», cuenta, aún con el susto en el cuerpo incrédulo por la noticia, que hacía pocos minutos acababa de conocer. Hace un par de días este hombre coincidió con la mujer, que tomaba un café en una terraza. «La vi muy desmejorada, con la mirada triste. La pregunté por la familia y me dijo que su marido tenía una depresión tremenda pero no quise insistir más porque había gente en las mesas de al lado y me pareció un tema muy privado», cuenta negando con la cabeza.
«No me lo puedo creer», repite.«Es tan difícil saber lo que pasa de puertas para adentro en una casa», se duele. La víctima trabajaba como empleada de la limpieza en el colegio Amor Misericordioso, donde habían estudiado sus dos hijos que ahora tienen cerca de 30 años. La madre del presunto autor del crimen falleció hace cuatro años «y él cayó en una depresión profunda», cuenta Maite asomada a la ventana del número 24 de La Iberia, que habla temerosa y «sin dar crédito» lo que ha sucedido. «Coincidíamos comprando el pan o dando un paso y le saludaba ¿Qué tal Juanillo? Nunca noté nada raro, además tenía muy buena relación con sus hijos», señala. Él trabajaba en la construcción. «Trabajó con mis hermanos una temporada, aunque hace años quedó en paro», puntualiza.
A medida que se va conociendo el crimen y el posterior suicidio del presunto autor, las personas que les conocían se van agolpando en las inmediaciones del domicilio de la pareja en el número 33 de La Iberia para mostrar su estupor. «Qué asco, se podría haber tirado él antes», ha exclamado una de las viandantes antes de entrar en uno de los portales contiguos. «Nunca hemos visto ningún indicio de maltrato, parecía que se llevaban bien», ha señalado una mujer. «Hacía un par de meses que no le veía a ella pero con él coincidí antesdeayer», añade. «Pero yo qué sé con esta situación de confinamiento cada uno está más centrado en sus cosas y no me pareció raro no verles juntos desde hace días».
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