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Se identificaba como Laura Lombardi en los foros de internet durante los siete años que ejerció de prostituta, los dos últimos en Bilbao. Hace nueve meses, el pasado 25 de mayo, cuando la Ertzaintza acudió a su vivienda de alquiler por un robo, decidió ... denunciar que estaba siendo explotada sexualmente en un piso. Según su testimonio, «no veía la luz del día, nos tenían trabajando doce horas, sin comer ni beber. No nos dejaban ni bañarnos. Un día conté que había estado con 50 tíos y me dieron sólo 350 euros». Pasar por semejante calvario le ha llevado a un tratamiento psicológico por «estrés postraumático». Ahora, cuando el caso se encuentra ya en los tribunales y el piso denunciado ha cerrado, quiere hacer pública su historia para que otras mujeres en su situación se decidan también a dar el paso.
De nacionalidad española y procedente de la zona del Levante, Laura eligió libremente dedicarse a la prostitución con 29 años y un hijo a su cargo. «Trabajaba en discotecas, tiendas, vivía en una VPO de un barrio marginal y hubo un tiroteo. Lo acababa de dejar con mi pareja y me planteé qué hacer con mi vida». Entonces, conoció a una transexual brasileña que la probó en un trío con un cliente. Después de aconsejarla que tuviera cuidado «porque era un mundo de mafias, muy complicado», y de advertirle de que se enfrentaría a una «vida en soledad, donde nadie te respeta», la recomendó a unos conocidos en Torrelavega.
En esos primeros años, trabajaba como «independiente» en pisos, donde se quedaba con el 50% de lo que le pagaban por servicio y el resto lo entregaba. «La verdad es que disfrutaba de mi profesión, generé una especie de adicción al sexo. En lugar de pasarlo mal, me proponía disfrutar. Laboralmente no he sufrido hasta que llegué a Bilbao», confiesa mientras enlaza un cigarrillo con otro.
«Tenía una buena cartera de clientes: abogados, ingenieros, economistas... Si veía a alguno raro, le echaba de la habitación. Si un tío se ponía violento, yo soy como un jabalí, no me da miedo». Pero, tenía que contestar al teléfono. «Recibía 3.000 llamadas, algunos sólo querían masturbarse, otros pedir cita para el domingo, que no trabajaba...». Intercaló temporadas con pareja estable -«estuve con un multimillonario», asegura- y estancias en distintas ciudades como Santander, San Sebastián, Ibiza o París, hasta que recaló en Pamplona. Allí conoció a la mujer que «me captó» para trabajar en el piso de Bilbao, uno de los más activos de la ciudad y que convirtió su vida en un infierno. Entró en contacto con la 'madame', también transexual, que llevaba más de una década en el negocio. «Las condiciones que me ofrecían eran de caramelo», recuerda, «pero no me dijeron que me cobraban 25 euros por la comida cada día y que no iba a poder ni comer ni echarme un traguito de agua».
Laura siempre ha trabajado en horario diurno, de diez de la mañana a once de la noche, y con preservativo, aunque «muchos clientes insistían en que querían sin goma». Cobraba 70 euros la media hora y 120 la hora, pero la 'madame' se quedaba con gran parte del dinero. Casi todas sus compañeras eran de origen brasileño. «Nos tenía bien dopadas -cocaína, hachís-, aunque allí se decía ponerse una camiseta o un pantalón».
Laura cree que le echaban droga en la comida, por lo que se ha sometido a un análisis capilar para demostrarlo, y que entraban en su casa y la sodomizaban mientras ella dormía por efecto de alguna sustancia y así lo ha reflejado en su denuncia. «Estaba mareada, me tiraba tres días durmiendo y me despertaba con el culo dolorido».
La 'madame' la obligaba a estar con tíos que no quería, «he llegado a vomitar encima de ellos, y a participar en orgías con máscaras». De vez en cuando aparecían por el piso las conocidas como 'barbies', una banda de ladronas que venden productos robados, desde ropa a cosméticos o perfumes. «Si les pedías un frigorífico, también te lo traían», ironiza. Para quitarles el período menstrual, les daba un cóctel de anticonceptivos. Laura se enfrentaba a ella. «Si te vas, estás muerta», le advirtió.
Un día, tras descubrir su casa desvalijada, llamó al 112. Cuando llegaron los primeros ertzainas, Laura les dijo: «Quiero hablar con vosotros. Me están explotando sexualmente». La redada de la Ertzaintza se realizó el pasado diciembre. Hace unas semanas, la 'madame' anunció a sus clientes que se tomaba un descanso y que cerraba el piso.
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