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Los vecinos de la Torre Bolueta sufren un problema que nunca hubieran imaginado allá por noviembre de 2018, cuando entraron a vivir en el recién ... estrenado rascacielos sostenible más alto del mundo. Ese inesperado contratiempo es que se «asan de calor» en el interior de sus casas, con temperaturas que pueden alcanzar los 30 grados. Esta situación se hizo evidente tras pasar ese primer invierno y llegar la primavera. Hasta entonces, el moderno sistema que regula la temperatura en el edificio había conseguido que apenas tuvieran que poner la calefacción pese al frío propio de esas fechas que hacía en la calle. Pero todo cambió con el buen tiempo y el ascenso del mercurio.
Esa misma tecnología innovadora no percibe adecuadamente la diferencia térmica entre el interior y el exterior del bloque y eleva la temperatura en el inmueble hasta hacerla insoportable. Tras dos años de quejas, ahora han iniciado una campaña para que Visesa, la promotora de los pisos, dependiente del Gobierno vasco, solvente el problema. Por el momento, se ha comprometido a elaborar un estudio que aporte posibles soluciones.
La silueta negra de Torre Bolueta, de 28 plantas y 88 metros de altura, se erige entre Txurdinaga y Miraflores. Es el bloque más alto del mundo con el sello Passivhaus, el reconocimiento urbanístico más prestigioso a nivel internacional sobre construcciones con eficiencia energética. Levantada por Sukia, alberga 361 pisos de protección oficial y sociales. El inmueble llama la atención no solo por su altura, sino porque carece de cualquier tipo de persiana. No se instalaron porque el sistema de climatización, basado en un «recuperador de calor», debería ser suficiente para evitar que la radiación social eleve la temperatura. Este equipo recoge el aire del exterior y, tras enfriarlo o calentarlo a demanda, lo reparte por todas las habitaciones mediante tuberías que recorren el suelo y las paredes.
Por la noche debería coger el aire frío de la calle y extraer el caliente del interior, pero no tiene una conexión directa con el exterior, ya que está instalado en la zona del tendedero, una suerte de balcón cerrado a la calle y que sigue guardando calor. Por ello el dispositivo inteligente no se activa en muchas ocasiones, ya que percibe que hace más calor fuera (en el balcón) que dentro.
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El fallo llama la atención en un edificio que se presentaba como el más eficiente -energéticamente hablando- levantado a nivel mundial. Pero dos años después de recoger las llaves, los vecinos constatan que la realidad es muy diferente a lo prometido. De hecho, Visesa les ha tenido que impartir un curso de 11 sesiones para enseñarles a ventilar sus casas. En este taller se les dijo que deben airear la casa de noche, mientras que durante el día las ventanas tienen que permanecer cerradas y los estores bajados. «Pero en cuanto cierras las ventanas sube muy rápido la temperatura y además estás a oscuras», se queja una de las residentes.
El infierno que padecen se complica aún más por el aislamiento de los pisos, en el que se empleó «una resina especial» para que no se pueda escapar el calor. «Está muy bien en invierno, pero en verano es una locura. No se puede sacar el calor de esta casa», lamenta otro vecino. Según denuncian, algunos estores colocados en las ventanas alcanzan los 60 grados. «Es como tener un radiador de dos metros cuadrados», asegura Enrique, quien confirma que el 70% de los días de verano han sufrido temperaturas por encima de los 25 grados en el interior de casa.
Ante este contratiempo, Visesa ya se ha puesto a trabajar en busca de una solución al sobrecalentamiento del edificio. Según ha podido saber este periódico, ha ordenado a la empresa Oneka Arquitectura S.L.P. elaborar una propuesta para solventar esta incidencia. Además, está analizando los datos recogidos en las viviendas mediante sensores de temperatura, humedad y calidad del aire (CO2). Por el momento, han comprobado que «la calidad del aire del interior está siendo óptima en todos los casos». «Es importante tener claro que cualquier vivienda que sea catalogada como Passivhaus, como las de Bolueta, en climas como el nuestro y dependiendo de su orientación y uso pueden sufrir un calentamiento extra en ciertos periodos del año», argumentan fuentes de la sociedad pública.
Los vecinos, mientras, airean sus pisos de noche, aunque no les gusta. A pie de ría, los insectos aprovechan para entrar en sus hogares (varios residentes han tenido que instalar mosquiteras). Y el ruido del exterior tampoco invita a ventilar, ya que al abrir las ventanas escuchan los trenes de Renfe que pasan por las proximidades. «Imagínate acostar a unos niños con ese panorama», dice uno de los habitantes de la torre. «Es un piso -lamenta Txomin, otro vecino- que nada tiene que ver con lo que nos dijeron».
«Esto parece un invernadero». Algunos vecinos se están replanteando el futuro de su piso. Los hay que están pensando poner aire acondicionado, pero dudan de si es posible en una vivienda de protección y no saben, en cualquier caso, de qué manera hacerlo. «¿Dónde colocamos la máquina, en el tendedero?, se pregunta Txomin. Esta medida no sería viable, ya que estos sistemas deben ser instalados en el exterior y los balcones son cerrados. Este inquilino va más allá y no descarta mudarse. «Estoy pensando en vender el piso. Ya estoy mirando cómo hacerlo», relata este hombre, que lleva apenas un año y medio como propietario.
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