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El tópico suele presentar a los músicos de rock como una especie de forajidos, poco amigos de servidumbres como la puntualidad al fichar o el rendimiento laboral. Pues bien, el Parkea Musik Fest, que celebra este jueves su octava edición en el Baserri Antzokia de ... Derio, sirve para demostrar que ese viejo estereotipo no conserva ninguna vigencia, si es que alguna vez la tuvo. La singularidad de esta convocatoria es que todas las bandas que participan tienen miembros que trabajan en el Parque Científico y Tecnológico de Bizkaia: la intención es «promover el talento» de los empleados de las distintas empresas, y parece que la cosa no va mal, porque tocan cinco grupos pero había más de veinte aspirantes. Dos ingenieros-músicos nos explican aquí su doble vocación, que este jueves les tendrá currando por la mañana y tocando por la tarde sin salir del entorno de Zamudio y Derio.
Josu es capaz de analizar sus dos vocaciones hasta encontrarles un fundamento común: las matemáticas, que laten en el fondo de la ingeniería y de la música. Otra cosa es que llegase a abrazar ambas por caminos muy distintos. «La música me la inculcó mi aita desde pequeño: con 7 añitos me llevó a ver a los Rolling Stones en San Mamés y aluciné», evoca. Estudió en Mr. Jam y se tiró años tocando en romerías, a la vez que daba clase en varias academias. Lo suyo siempre ha sido la guitarra, de la que se ha ocupado en varias bandas, pero al incorporarse a The Space Octopus (el proyecto del guitarrista Dann Hoyos, formado en la prestigiosa universidad estadounidense de Berklee) acometió una trabajosa transición al bajo: «El paso fue duro. Tuve que contactar con mi profesor de bajo, que a base de violencia me hizo cambiar mi percepción musical: si vienes de la guitarra, tiendes a hacer ruido y solos donde no debes».
¿Y la ingeniería? «Siempre me han gustado la construcción y las matemáticas, que tanto tienen que ver también con la música», explica. Estudió Ingeniería de Obras Públicas y ha acabado trabajando en Imatek, empresa dedicada a sensores de calidad del aire y del agua, sonómetros, estudios de impacto acústico, mediciones de ruido... «Los sonómetros de Bilbao los he calibrado yo. Este año nos encargaremos de medir el ruido del Bilbao BBK Live. Y, hace un par de semanas, tuve que analizar unas frecuencias de unos delfines para un biólogo marino», enumera como ejemplos de su tarea.
Parece evidente que, en su caso, existe un punto más de coincidencia entre el rock y la ingeniería: el sonido. Otra cosa es que, a veces, las maneras de utilizarlo en una y otra ocupación puedan colisionar. Seguro que le habrá tocado actuar con sonorizaciones que, como responsable de un laboratorio acústico, le habrán parecido abominables, ¿no? «¡Ni te imaginas los sitios donde he tocado! Pero hay que saber adaptarse siempre», se resigna. Y otra cuestión: el oído, tan necesario en su oficio, suele ser sistemáticamente maltratado en el rock and roll. «Cuando uno es joven, por mucho que te digan que te protejas los oídos, te trae sin cuidado y no lo haces. El derecho ya lo tengo en desventaja, porque al tocar giro la cabeza hacia un lado. Lo noto al ir a dormir, cuando apoyo el oído bueno», admite. ¿Y sus jefes qué opinan del Parkea Musik Fest? «Aquí les encantan este tipo de iniciativas, porque en eventos como este te vienen las ideas. Además, mi jefe también toca la guitarra».
Cuando Luis Causo acabó los estudios de piano, allá por 1998, no quería ver el instrumento «ni en pintura». La disciplina extrema del conservatorio se había cobrado su peaje. «Mi afición a la música había empezado en casa. Mi padre canta muy bien e iba a clase de solfeo cuando yo tenía 10 años. Me llevó un día y me quedé. Me decidí por el piano, pero, cuando terminé octavo, estaba ya harto: son muchas horas de repetir, mucha constancia, y la parte creativa queda un poco a un lado», explica.
Y, qué cosas, fue el trabajo lo que lo devolvió a la interpretación musical. Había estudiado Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones y estaba empleado en una empresa de montajes eléctricos cuando un compañero le animó a tocar en su grupo, pese a que practicaban un estilo tan poco amigo de los teclados como el punk. Y, para que se vea cómo dos ámbitos aparentemente tan alejados pueden mantener secretos vínculos, resulta que se llamaban Molikote, como una grasa que se emplea en las torres eléctricas. En los últimos años, Luis forma parte de Malatestta, la banda del músico Mario Malatestta, con quienes tocará en el Parkea Musik Fest. «En 2021 sacamos nuestro primer disco. Ahora que ha prescrito, puedo decir que nos saltamos algunas normas para grabarlo en pandemia», confiesa el teclista.
Luis trabaja en Ingeteam, en el área de desarrollo de negocio, y a veces se complica el reto de armonizar las obligaciones laborales, los compromisos artísticos y ese tercer ámbito llamado familia. «No es fácil compatibilizarlo todo, no. Me ha tocado viajar fuera, pero ahora, para bien de mi familia, solo me muevo por España y Portugal. Ahí doy gracias a mi mujer y mi hija, que son a quienes acabo robando tiempo. Los conciertos, por suerte, suelen ser en fin de semana, y en cuanto a los ensayos habrá veces que no se pueda». En su empresa se suele fomentar la creatividad (de hecho, los músicos de la plantilla se suelen encargar de amenizar el lunch de Navidad) y Luis tiene claro que su faceta artística es un complemento ideal de las otras dos: «Para mí, la música es felicidad, tranquilidad... Como dice Mario, muchas veces es nuestro psicólogo: en dos horitas en el local, los problemas del trabajo se te olvidan. Es una manera de evadirte». ¿Y qué hay del roquero salvaje y antisocial, del forajido entregado a los excesos? «En esto estamos muchos viejos roqueros que pasamos de los 40 y no comemos de la música, así que de forajidos nada. A la mañana siguiente del festival, se ficha a las 7».
El Parkea Musik Fest arranca a las 17.00 horas del jueves 18 de mayo en el Baserri Antzokia, en Derio. Tocarán las bandas The Space Octopus, Lur Jota, Malatestta, Arde Marte y Cruce de Miradas. La entrada es libre y habrá 150 consumiciones gratis.
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