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Cuando hablamos de motos, es inevitable que nos vengan a la memoria todo tipo de clichés con extra de testosterona forjados a fuego por culpa ... de películas y series como 'Hijos de la Anarquía'. Los hombres son los que conducen y las mujeres, tratadas como meros objetos de deseo por estos peligrosos barbudos fuera de la ley, van siempre de paquete. Por fortuna, el mundo real no está tan masculinizado, aunque todavía queda mucho camino por recorrer pese a que cada vez hay más moteras. Como Tatiana Mendoza, una colombiana de 27 años, que, además, trabaja como mecánica en un taller de Bolueta. Algo nada habitual. De hecho, sus compañeros están convencidos de que es la única de Euskadi. Ahí es nada.
La historia de Tatiana es todo un ejemplo de superación para lograr un sueño. Todo comenzó en su más tierna infancia en su Bogotá natal. Su padre y hermano, aficionados al motociclismo, le inculcaron el gusanillo de los vehículos de dos ruedas y, desde que tenía 6 años, ya no pensó en otra cosa que en esos caballos de metal. Con 17 primaveras, ya se pudo comprar una Honda CB-110. Para ella, dedicarse a arreglar motos era un paso vital lógico, pero hasta hace dos años no se puso a ello. «En Bogotá todo era mucho más difícil por ser chica. Sólo podía ser piloto», reconoce la joven que vio en Bilbao, donde reside desde hace siete años, mayores oportunidades para poder trabajar en un taller.
Lo primero que hizo fue apuntarse a una academia para poder contar con un título profesional. Lo que tiene su mérito, ya que se trataba de «un curso de formación virtual que, al ser muy teórico, sentía que me frenaba muchísimo a la hora de avanzar como quería». Por fortuna, Tatiana ya tenía una base, puesto que su hermano, que actuaba como mentor pese a ser tres años menor, compartía sus conocimientos con ella en su ciudad natal. Pero en Bilbao sólo tenía su apoyo, junto con el del resto de su familia, desde la distancia, a excepción de un amigo de su progenitor que le ayudó a comenzar una nueva etapa de su vida en la capital vizcaína.
Su segundo momento clave en su vida profesional fue cuando acudió al taller de Motocicletas Bolueta Sports, situado en la calle Sagarminaga y especializado en la marca Kawasaki, para «comprar algunas cosas para mi moto», recuerda Tatiana. Cuando le preguntaron quien iba a hacerle el mantenimiento del vehículo, ella contestó sin dudar que lo haría ella misma. La respuesta llamó de inmediato la atención de los que serían sus futuros compañeros.
Tras conocerla mejor, la joven comenzó a hacer prácticas hace mes y medio «porque ella me lo solicitó, lo que ya me parece un punto a favor», recuerda Pedro Román, dueño de Bolueta Sports. «Me gusta la gente con iniciativa propia y me expresó su deseo de colaborar con nosotros porque además tiene devoción por nuestra marca», añade con orgullo.
¿Y no dudó en contar con una chica para trabajar en el taller teniendo en cuenta de que parece tratarse de una profesión sólo apta para hombres? Para nada. «Tiene una implicación y entusiasmo raro de ver en la mayoría de los mecánicos de prácticas que me han mandado empresas locales», ensalza Román. «Defiendo la igualdad y creo que se debe priorizar las ganas el interés y la entrega por encima de las edades y los sexos», asegura con convicción.
Y es que la pasión hace posible que se pueda superar cualquier problema. Entre ellos los lingüísticos, ya que «en Colombia manejamos nombres diferentes para las cosas. Por ejemplo, nosotros llamamos llanta a toda la rueda, mientras que aquí sólo se refiere al cerco exterior». Este handicap idiomático también lo corroboran sus compañeros de trabajo. «Nosotros funcionamos con muchos tecnicismos. Es verdad que ella llama a las piezas de otra forma lo que supone una dificultad añadida. Pero todo es cuestión de pararse durante dos segundos y saber a lo que se está refiriendo», asegura Gorka restando importancia a este aspecto. «Me sale natural y los chicos se quedan en plan '¿qué me estás intentando decir?'», dice la joven entre risas.
Lo que está de acuerdo todo el mundo en el taller de Bolueta es que Tatiana no ha roto la dinámica de grupo por el hecho de ser chica. Todo lo contrario. Gorka no ve diferencias respecto a los practicantes masculinos. «A cada uno se le asigna un vehículo, y cada uno está con sus problemas. El que tiene menos conocimientos, debe preguntar a los demás para resolver sus dudas. El hecho de que sea mujer no importa, al final es una persona más», sostiene. Sí que es verdad que tiene menos fuerza para manejar las motos de mayor cilindrada, pero todo tiene solución. «Con ellos he aprendido que no es cuestión de fuerza, es de técnica», añade esta bilbaína de adopción.
¿Y qué se ve haciendo Tatiana dentro de 20 años? «Seguir de mecánica de motos», responde sin titubear. Y con un deseo muy especial, poder hacerlo junto a su hermano. De momento, seguirá con su prácticas en este taller de Bolueta en el que sus compañeros se han convertido también en profesores. «Me han recibido muy bien. Es verdad que me dan mucha caña, pero lo agradezco muchísimo», destaca plenamente consciente de que todavía le queda mucho que aprender en una profesión que le apasiona y que le hace feliz. Por eso, le gustaría que hubiera más mecánicas en este mundillo. «Diría a las niñas que se sientan atraídas por las motos que no las frene el hecho de ser chicas, que sigan su vocación. Que no se lo piensen», aconseja con toda la ilusión del mundo.
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