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«Maguette está muerta y no va a volver». Así se expresó el lunes ante las puertas del tribunal Amadou Mbeugou, el hermano de la joven senegalesa de 25 años asesinada presuntamente por su marido en su domicilio de la calle Ollerías Altas de Bilbao ... el 24 de septiembre de 2018. La familia espera que el proceso penal contra su marido, Bara Ndiaye, «haga justicia» -la Fiscalía y las acusaciones piden hasta 40 años de prisión-. Durante las sesiones del juicio celebradas a lo largo de esta semana al menos se ha conseguido, a través de testigos, forenses y policías, darle voz a la víctima, esa madre de dos niñas -que en el momento del crimen tenían 2 y 4 años- que vivió un infierno y fue asesinada sin poder defenderse. Las partes presentarán mañana sus conclusiones y el juicio quedará visto para sentencia.
Las contradicciones
Ndiaye asegura que actuó en defensa propia. Según su versión, dormía con sus hijas en la sala cuando Maguette entró de madrugada y le atacó -las acusaciones afirman que fue al revés-, cortándole en el cuello «en las dos direcciones». La forense que le analizó aseguró que la heridas eran «autoprovocadas», que había un único trazo «débil» que muestra «la misma intensidad lesiva en todo el trayecto», algo propio de las autolesiones.
El acusado ha insistido en la vista que la muerte fue fortuita y que se produjo durante un forcejeo entre ambos al querer coger el arma, que se habría caído entre los colchones y un radiador. Ella estaba situada más abajo, él tiró del objeto con fuerza y entonces le «cortó» en el cuello. No la atacó más. Sin embargo, uno de los facultativos que participó en el levantamiento del cadáver y en la autopsia contabilizó «83 lesiones», más de una decena de ellas de autodefensa. Reveló que tenía varias heridas «inciso-punzantes» en la cabeza y que el degollamiento tenía «25 trazos».
Las niñas
Estaban solas, jugando en el descansillo. Lloraban. A una vecina, también le llamó la atención, le parecía «raro». Las menores, de 2 y 4 años, le dijeron que su mamá «estaba dormida porque estaba muy cansada». Alertó al 112. De su casa saltaron a un centro de acogida de la Diputación. La educadora social que les atendió ha descrito esta semana que estaban «en estado de 'shock', como personas sin vida». Residieron allí durante medio año -ahora están con su tío en París-, un tiempo en el que, declaró la profesional, la pequeña entró en un estado de «mutismo» y la mayor repetía con frecuencia que su padre «había cortado en el cuello con un cuchillo a su madre».
En un vídeo grabado un mes después del crimen en el que un psicoterapeuta intenta que le cuente lo sucedido, la niña intenta esquivar el tema. En algún momento, eso sí, suelta que «ama está muerta» porque «se ha cortado con un cuchillo». También que «la ha empujado aita» y que ella le decía «despierta, despierta, pero no se despierta».
Según el acusado, cuando Maguette le atacó, envió a las menores fuera de la estancia en la que se encontraban y que no vieron nada. Y aseguró que, tras huir a Mutriku, llamó a un amigo para que fuera a ver cómo se encontraban.
Los antecedentes
La trabajadora social que atendía a Maguette en el momento de su muerte ha contado en el juicio que era víctima de «maltrato físico, psicológico y económico». En diciembre de 2017 tuvieron una discusión en Senegal, que continuó al regresar a Bilbao. A comienzos de aquel mes de diciembre, después que le dijera «o me mato yo o te mato a ti», solicitó una orden de alejamiento que le fue denegada. Hubo un juicio en el que ella, «desanimada», se negó a declarar, y su marido fue absuelto. Un día después de conocerse el crimen, el entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra, pidió perdón por «un fracaso de la Justicia, en mayúsculas».
Su médico de cabecera también ha lamentado durante la vista que, como Maguette solía repetir que «tenía miedo de que le quitase a las niñas», ella relacionó «las amenazas con la posibilidad de perderlas y no con que temiera por su integridad física». En cualquier caso, la doctora trató de acelerar la salida de la joven de su casa, pero los Servicios Sociales, dijo, querían que el proceso fuera «ordenado» -Maguette no dio signos de que lo necesitara con «urgencia»- para evitar que perdiera la custodia de sus hijas.
Estaba a un paso de irse. El 20 de septiembre, cuatro días antes de su muerte, entregó a su trabajadora social el certificado literal de matrimonio para poder iniciar los trámites de separación. La siguiente cita la tenía el 27.
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