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Huye de los triunfalismos, aunque ha recibido varios e importantes premios en toda su trayectoria. PEDRO URRESTI
La incansable activista por los derechos de las personas con sida

La incansable activista por los derechos de las personas con sida

Los Formidables de Bizkaia ·

Cuenta que «sabe lo que es tener enfrente a tu familia y a un cura para despedirse de mí porque estuve a punto de morir de sida con 19 años». Las ganas de vivir y una constitución de atleta le sacaron de aquello, pero no le curaron del virus con el que se intoxicó una noche de fiesta y con el que ha aprendido a vivir sin sentirse culpable. «Me dije que si yo había salido tenía que ayudar a otros»

Lunes, 16 de marzo 2020, 03:23

La voz grave y algo cascada, cigarro en la mano, «soy hija de estanqueros», nervios a flor de piel, ropa colorida, pendientes con forma de helados de cucurucho, «londinenses», coleta alta, un poco infantil, pelo muy rizado, mira a los ojos todo el rato cuando habla, se mueve de un lado a otro sin parar, impulsiva en sus reacciones, a ratos explota a llorar… y contagia el llanto. Udiarraga García-Uribe es una persona con un importante caudal de energía que, a pesar de todo, lo canaliza bien. Inteligente, decidida, con un gran sentido de la moralidad, tenaz y activa, carece de vanidad y no trata de ocultar sus debilidades. Es de esas personas que fijan sus esfuerzos en un objetivo y no se detienen por mucho que el tamaño y la complejidad del reto resulten desbordantes. Una mujer con las ideas claras, no, cristalinas. De las que no abandonan lo que se proponen, tienen conciencia de sus deberes, respetan los principios sociales y son optimistas aún ante las adversidades. La vida de 'Udi', como muchos la conocen, no ha sido intrascendente ni débil, aunque sí susceptible a la enfermedad, a una en concreto, al sida, de cuyo diagnóstico supo cuando apenas tenía 19 años y que a punto estuvo de arrebatarle la vida. «Sé lo que es tener a tu familia delante con un cura para darme la extremaución y despedirse, no se me olvidará nunca». De aquello han pasado 36 años.

Por convertirse en una especialista en desenrededar las dificultades y persistir en su meta fue elegida hace tres décadas para dar voz a las personas portadoras del virus de la inmunodeficiencia humana, el VIH, en Euskadi, en Euskalsida, y tiempo después, en España, desde Cesida. Aún hoy es coordinadora en una pequeña ONG, Itxarobide, entidad que fundó un año después de otra mítica, la T4, para informar y apoyar a todas las personas que acuden con el diagnósitco de VIH en el bolsillo y defender sus derechos. «Cada vez son menos, los que llaman, por suerte. Los datos hablan de 164 infectados el año pasado. En la media de los últimos años», apunta. 'Udi' huye de los triunfalismos, aunque ha recibido varios e importantes premios en su trayectoria, y echa la vista atrás para recordar cómo llegaron las primeras noticias de una enfermedad que mataba a los más jóvenes y que se asociaba con la homosexualidad. Fueron años duros, demasiado para vivirlos de cerca y cuenta que eso «lo ha acabado pagando». Los recuerda bien. Aquella larga lista de jóvenes vascos cuya vida se vio truncada prendió en ella la llama del activismo local.

«Josu Unanue, un bermeano afectado y gran activista, me insufló la pasión por el voluntariado. Él lo experimentaba con una gran humanidad». Hasta que un día esta educadora social se dio cuenta de que sus «dos horas de voluntariado», muy influido por la pérdida de dos personas cercanas y la influencia de la educación recibida «en el seno de una familia católica de libro, no eran suficientes». Se volcó, abandonó su trabajo en una inmobiliaria e hizo pivotar su vida sobre esa lucha. A partir de su militancia en la Asociación T4 y desde Itxarobide, la única ONG del norte de España que durante mucho tiempo estuvo especializada en hepatitis C, esta mujer empezó a aprender de especialistas en un reciclaje continuo y a asistir a cursos de formación y a foros donde contrastar experiencias y formas de abordaje. También llegó a militar en la plataforma 'Cristianos por el uso del condón'.

«Recuerdo perfectamente cómo empezó todo. Ahora pienso en la edad que tenía y por qué no dije no». PEDRO URRESTI

A 'Udi' le ha hecho EL CORREO muchas entrevistas en los últimos años. Pero hay cosas que nunca ha contado y esta vez se siente con ganas de hacerlo. «Todo esto empieza porque el al época unversitaria fui yonqui. Sí, fui tóxica desde 2º de BUP (¿tú eres de BUP o de lo siguiente?) hasta tercero de carrera. Y ahí ya entré en Proyecto Hombre. Quién me iba a decir entonces que yo iba a ser en algún momento una enarbolada, una abanderada, líder de la lucha sida y, sobre todo, de las hepatitis». Udiarraga García-Uribe estudiaba Historia y Geografía en la Universidad de Deusto. «El comienzo de todo esto, aunque suene a literatura, fue no tanto las amistades sino empezar con porros y empezar a probar sustancias que no se conocían mucho como el LSD, que nos asustaba pero probábamos. Recuerdo perfectamente la primera vez que me invitaron a una raya de heroína. Ahora pienso en la edad que tenía y entiendo que no diría no. Para mí fue un subidón y un viaje. La persona que me invitó era el chico que me gustaba y al día siguiente me las arreglé para comprar por mi cuenta medio gramo. Al de un mes estaba segura, por mi forma de ser, que no podía salir de esto. Ahí empecé a suspender. Yo me infecté por aguja. Era bastante cuidadosa, porque dentro de lo que cabe, con todos mis respetos, tenía algo de estudios, algo de mundo. En mi casa habíamos viajado y no era la pardilla de turno de decir 'dame tu jeringa'. ¿Qué cerdada, no? Pero en aquellas fiestas de San Fausto me recorrí todo Basauri a las cuatro de la mañana y no conseguí una sola jeringuilla en las dos farmacias que había. Y figúrate, la persona que menos yuyu me daba que podía tener algo y lo tenía todo, era un amigo, no voy a dar el nombre, pienso que él me lo pasó. Me enteré en el 87«.

Cuando le dieron la noticia su madre le acompañó y su padre no pudo ir. No solo tenía el VIH, tenía sida. Un año después a Udiarraga García-Uribe le ingresaron en el Hospital de Galdakao por una neumonía por Pneumocystis carinii, una de las entidades patológicas más frecuentes entre los pacientes con infección por VIH seriamente inmunocomprometidos. Los análisis de 'Udi' mostraban un cuerpo con 17 en el parámetro defensas, cuando lo habitual es tener 1.000 o 1.200. «El caso es que me ingresaron como a otros muchos y murieron todos menos yo. Cuando vi al cura, sabía que me quedaba, y tenía súper claro que me había tocado y que me lo merecía por haber sido una joven pendenciera y yonqui. Sé lo que es ver la luz del túnel. Pero al día siguiente de venir el cura yo seguía viva. ¿Por qué? El que todavía es mi médico, Don José Mayo Suárez, que no solo me salvó la vida sino que me ha ayudado a vivir con sida sin sentirme culpable, dijo a mis padres que era un virus letal pero que dentro de los glóbulos blancos, que son las defensas, las células TD4 y las TD8 a veces se ponen delante como los generales en un ejército. Además, vieron que yo tenía una nutrición diez. 'Hostias, yo nunca le he dado importancia a eso, pero mi mujer es hija de labradores y todo el día machacando con las verduras', le dijo mi padre. También ayudó que yo había sido escaladora, ahora soy esquiadora«. Y al día siguiente llegó un antídoto de Alemania.

'Udi' no acabó Historia pero sí Educación Social y toma cada día desde entonces tratamiento antiviral. Lleva 21 años casada con un hombre que no es portador del virus, dice que a él le debe «más de la mitad de lo que soy» y lamenta profundamente no haber podido tener hijos, «fue duro y él lo entendió». «Cuando le llevé a casa y le dije a madre 'noviazgo formal', ella me dijo, no lo vas a conseguir. Encima era guapo, tenía un curro majo... Es que yo había llevado a cada tío a casa... ¡no habían visto un tío normal nunca!«. Esta bilbaína es una de entre el centenar de españolas más longevas habiendo tenido sida, no habiendo sido solo seropositiva. Dice que empezó a ayudar a otros afectados »porque me morí, pero no por mí, sino por mi conciencia y por todo lo que me inculcaron en casa, sobre todo mi padre. Él me dijo, 'si has salido de esto, yo creo que eres una tía que puede ayudar a los demás'. Y así fue. Me pasé desde el 88 hasta el 97 transmitiendo alegría y esperanza y ayudando a morir a gente. Ahora no lo podría hacer, me da miedo«. 'Udi' rompe a llorar. Trabajando, fue llenando la asociación T4 de gente. »Lo que tocaba entonces era estar con ingresados que tenían ocho hermanos y les iban a visitar dos, con los yonquis desahuciados por sus familias... Conozco todas las parroquias de Bizkaia, hasta las más recónditas de Ispaster y Amoroto. Yo iba a todos los funerales, no sé por qué«. Hasta que llegó el año 96 y nadie se murió. Y aunque con baches gordos , las cosas empezaron a cambiar a mejor para las personas con sida. Udiarraga García-Uribe está convencida de que a ella le salvó la vida «la ayuda mutua. La autoayuda salva el mundo. Empatía y resiliencia hay tan pocas en este mundo que me da pena», concluye.

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