La pareja bilbaína Alex Revilla y Anna Costán viajaron el jueves a Shanghai, donde viven desde hace 4 años, después de 9 meses sin recibir permiso para volver a China. borja agudo

Un día triste en el aeropuerto de Bilbao

Con un tercio de los vuelos habituales y con la mayoría de los locales cerrados, en 'La Paloma' el bullicio y la actividad habitual han sido sustituidos por el silencio

Sábado, 10 de octubre 2020, 01:05

«Ya lo ves. Aquí no hay nadie». Miguel Carretero observa a su alrededor con cierto gesto de resignación mientras espera a que aparezca algún cliente. Es uno de los 115 taxistas que suelen trabajar todos los días en 'La Paloma'. Son casi las 9 ... de la mañana y en el exterior de la zona de llegadas del aeropuerto apenas se ve a nadie. Y eso que acaba de aterrizar el primer vuelo del día, que viene de Madrid. Dos datos que para los taxistas son sinónimo de actividad, ya que muchos de los pasajeros que cogen esta ruta lo hacen por negocios. Esta vez apenas ha movilizado 10 coches. Junto a la interminable hilera de taxis, algunos pocos pasajeros esperan a que les vengan a recoger. Uno de ellos es Gustavo, un ingeniero industrial de Madrid que viene a Bilbao a visitar a un cliente. A pocos metros está Ane, una joven de 19 años que estudia un doble grado en Madrid y que vuelve a casa a pasar unos días. «Nuestro trabajo ha caído en torno al 60 o al 70%», lamenta Miguel. A los taxistas les toca seguir esperando a que llegue otro vuelo.

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La imagen del aeropuerto de Bilbao el jueves era triste. Antes de la pandemia, lo normal en esta época era el bullicio, no el silencio. Desde Loiu solían operar 120 vuelos al día, unos 160 en los momentos álgidos. El jueves se contabilizaron 43. Pero la pérdida de pasajeros no es lo único que influye en ese paisaje apesadumbrado. Todas las tiendas y cafeterías están cerradas. Sólo hay dos locales de restauración abiertos, pero los dos están dentro del filtro de seguridad y sólo se puede acceder a ellos con tarjeta de embarque. En realidad, nadie sin billete de avión debería acceder al interior de la terminal, como se puede leer en unos carteles colocados en las puertas.

Otro detalle: unas cintas indican que tampoco se puede acceder al mirador del área de llegadas, un espacio especial, de reencuentros muy emotivos, que no abunda en los aeropuertos. A este balcón subían muchas personas a dar pequeñas sorpresas a sus seres queridos recién aterrizados. De los pocos espacios que siguen abiertos es la oficina de Turismo. Tampoco hay nadie. Preguntamos cuánta gente ha acudido al stand ese día, pero el encargado afirma que tiene prohibido proporcionar información a los medios de comunicación.

Unas cintas cierran el paso al mirador de llegadas, un espacio emotivo donde muchos acuden a recibir a sus seres queridos

limitaciones de acceso

En la zona de salidas hay más movimiento, pero tampoco mucho. Muchas de las empresas que dan servicios auxiliares en el aeropuerto trabajan con la mitad de plantilla. Un ertzaina recuerda que no se puede acceder a la terminal sin tarjeta de embarque. El stand de información al público es de los puntos más concurridos. Hasta allí se acercan sobre todo personas con dudas sobre los procedimientos de seguridad impuestos por el Covid-19 y gente que acude como último recurso por la imposibilidad de ponerse en contacto con las compañías aéreas para que, por ejemplo, les devuelvan el importe de un billete anulado. «Hay pasajeros que vienen con hasta 4 horas de antelación por miedo cuando no hace falta para nada», explica una trabajadora.

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A las 10 de la mañana sale un vuelo a Málaga. En la cola para facturar están Ana y su marido, que viajan para cerrar su segunda residencia de cara al invierno. También están en la fila Enrique y Andoni, dos ingenieros vascos que viajan a negociar con un proveedor alemán. En realidad, debían verse en Alemania. Pero, al venir desde España, al aterrizar allí estaban obligados a someterse a unas pruebas PCR y a autoconfinarse a la espera de los resultados. En estas circunstancias, para los tres resultaba más fácil quedar en Málaga.

Algunos de los 115 taxistas que trabajan en el aeropuerto aguardan la llegada de viajeros. Una pareja pide información a un ertzaina. La gran mayoría de las tiendas y bares del aeropuerto están cerrados. borja agudo

Vuelo de 4.400 euros

El jueves había unos pocos enlaces internacionales con París, Amsterdam y Munich. La mayoría operaron a medio pasaje. Cada país determina sus propios protocolos sanitarios para los vuelos que llegan desde España. Algunos son bastante estrictos. Pero ninguno como los de China.

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Alex Revilla y Anna Costán viajaron el jueves desde Bilbao a Shanghai, con escala en París y Seúl. Esta pareja de Bilbao vive en China desde hace cuatro años. Él trabaja de ingeniero para el Grupo Mondragón y ella espera encontrar más oportunidades con el título de chino que acaba de sacarse. Alex y Anna vinieron a Bilbao a finales de enero para pasar unas semanas. Lo hicieron cuando la pandemia se expandía en el gigante asiático. Sin embargo, cuando las cosas comenzaron a mejorar allí y quisieron volver, China cerró fronteras y tuvieron que anular su vuelo de regreso.

Nueve meses después han recibido permiso para volver «a casa». Y no ha sido fácil. Como hay pocos enlaces han tenido que pagar 4.400 euros cada uno. Pero, además, para volar necesitan someterse a una PCR -y dar negativo- 72 horas antes del viaje. Esta prueba debe enviarse al consulado chino, que después la certifica. Cuando llegue a Shanghai les realizarán otra PCR antes de empezar una cuarentena obligatoria de 15 días. En su caso, una semana la harán en la habitación de un hotel y otra en su casa. En ese tiempo deberán someterse a otras dos PCR antes de poder hacer vida normal.

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La cifra

  • 43 vuelos salieron o llegaron al aeropuerto de Bilbao el jueves. Lo normal antes de la pandemia del coronavirus eran unos 120 enlaces diarios, unos 160 en los momentos álgidos de la temporada.

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