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Iñaki, nombre ficticio, cubría el turno de noche como vigilante del hospital de Basurto el pasado miércoles cuando, sobre las 21.15 horas, recibió un ... aviso por la emisora para que acudiera «de apoyo» al pabellón Escuza, donde ingresan pacientes con patologías psiquiátricas. «Un individuo había golpeado con un teléfono a un compañero. Estaba en la cama, atado por los pies blandiendo una bandeja que había roto. La mesilla estaba destrozada», recuerda. Junto a él estaban la enfermera y dos celadores. Habían avisado ya a la Ertzaintza y estaban esperando a que llegara una patrulla.
El hombre, fuera de sí, cortó con el trozo de bandeja, que se había convertido «en el filo afilado de una navaja», «una de las bridas que le sujetaban por los pies y se puso de pie en la cama» mientras les amenazaba. Perdió el equilibrio y «se cayó al suelo». En ese momento, la enfermera gritó «¡Ahora!» e Iñaki fue detrás de ella. El paciente esquivó a la sanitaria y se cebó con el uniformado. «Fue cuando me atizó con la bandeja en la cara». En un primer momento, «no sabía con qué me había dado, pero noté el labio inflamado. Como iba con mascarilla, no era muy cantoso», explica desde su casa, donde se recupera tras caer de baja.
El vigilante empezó a notar que sangraba. Al verle el rostro, un compañero le espetó: «¡Buf, vete para abajo que te ha cortado». Se refería a que acudiera a Urgencias para que le vieran la aparatosa herida que le había abierto el enfermo justo debajo del ojo. Para entonces, los primeros agentes de la Ertzaintza ya habían llegado al lugar y se habían hecho cargo de la actuación y de inmovilizar al paciente violento.
En boxes le confirmaron que «tenía un corte elegante» y le aplicaron 30 puntos de sutura, algunos internos y otros externos justo debajo del ojo. Mientras se cura la herida por prescripción médica, ya ha asumido que le quedará una cicatriz en el pómulo. «Me podía haber dejado tuerto».
Iñaki había trabajado el fin de semana en el bloque psiquiátrico y había tenido que realizar dos vigilancias mientras a este paciente le hacían el aseo. «Estaba atado de cinco puntos», explica en referencia a las sujeciones de manos y pies a los pacientes más agresivos. El lunes por la noche se las retiraron y en la unidad de Urgencias se puso violento y «rompió un dedo a un celador». «Hemos pedido a la empresa de seguridad y al hospital que nos doten con chalecos anticorte y escudos, al menos para intervenciones en este pabellón, pero hacen oídos sordos. Al final, va a ocurrir una desgracia», lamenta.
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