«Tras el brote del año pasado, tenemos la inmunidad de rebaño»

Aunque hoy temen que se notifiquen dos casos, aseguran que han mantenido a raya al covid. Por varias razones. La principal, su aislamiento geográfico y su menor exposición a grandes concentraciones humanas. Enclavado en las faldas del Oiz, se encuentra a 12 kilómetros de Markina y casi 14 de Gernika por una sinuosa carretera. «No vamos ni en metro ni en autobuses abarrotados de gente, hacemos los recados en Gernika y vuelta. Lo justo», cuentan en la terraza del Sindikatua.

Otro de los argumentos de más peso que se comparte de boca a boca es que la pandemia ya ha pasado por el pueblo. En concreto, las navidades anteriores. «Después del poteo de Nochebuena, en el que estuvo todo el mundo, se registró un brote del que no se libró casi nadie, así que aquí ya hemos conseguido la inmunidad de rebaño», sostienen.

Con 475 habitantes censados -252 hombres y 223 mujeres-, es el pueblo que más despoblación ha sufrido en todo el valle de Lea Ibarra, aunque en los últimos años mantiene invariable el número de residentes. «Nos hemos convertido en un pueblo burbuja; siempre estamos con la misma gente, amigos y cuadrilla. Y cuando nos desplazamos fuera por trabajo u ocio, guardamos al máximo las precauciones», recalcan Iñaki, Miren y Elisa en el parque donde sus hijos comparten los días de vacaciones. «En la escuela tampoco se ha registrado ningún brote y ahora, con la vacunación, esperamos volver con más tranquilidad», agregan.

Cuando se produce un repunte de visitantes, apenas comparten espacios comunes. Todo lo contrario. Evitan el acercamiento y mantienen el círculo cerrado. «Nos conocemos todos, somos como una gran familia. Sabes si alguien está de paso, así que tratas de no acercarte y así evitas cualquier peligro», dicen. A solas con ellos mismos, por momentos, el cumplimiento de las restricciones es menos estricto. «Si vas de casa a la huerta y de la huerta a casa, no tiene mucho sentido llevar mascarilla», señalan.