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Eva Molano
Martes, 5 de junio 2018, 01:33
Andreas Trisko es el jefe técnico del área de Planificación Urbana del Ayuntamiento de Viena, principal rival de Bilbao, junto Lubliana, (Eslovenia) del premio a la Mejor Ciudad Europea de 2018, que finalmente recayó en la capital vizcaína. Y uno de ... los trece miembros de la delegación de urbanistas que estos días visita la ciudad, entre ellos socios y el presidente de la Academia de Urbanismo, la organización londinense que otorga el galardón. La relación de Trisko con la ciudad viene de lejos: su mujer, Begoña Ruiz, a la que conoció en una fiesta cuando ella estudiaba alemán, es de La Casilla. Y viene a Bilbao «todos los años».
«Nos habéis ganado, pero el premio es muy merecido. Conozco Bilbao, las Siete Calles, desde 1990. Era muy fuerte, todo era gris, y la ciudad se ha reinventado totalmente. Hace 20 años hice mi tesina sobre su transformación», recordaba. El concejal Asier Abaunza acompañó a los expertos toda la jornada y les explicó todos los proyectos que se han desarrollado desde las inundaciones de 1983: «Lo que más les flipa es todo lo que hemos hecho en solo 30 años». Tras una visita al nuevo campo de San Mamés, el responsable municipal les contó otros planes, como el que está previsto en el barrio del Peñascal. «Son casas que hicieron ellos mismos, sin planificación, sin accesibilidad, y vamos a tirar 222 y hacer 209 nuevas». «¿Y la gente que quiera va a poder seguir viviendo en el barrio?», le preguntaron. «Sí, pero en otros casos, como en el barrio de Betolaza, han rechazado la misma intervención». «Lo más interesante es cómo se pasó de una economía colapsada a una basada en los servicios», opinó Anne Kiernan, arquitecta jefe de la infraestructura de transportes en Irlanda.
Andreas Trisko (Viena) «Conozco la ciudad desde 1990. Todo era gris, pero se ha reinventado totalmente».
David Rudlib (Londres) «Es muy llamativo que se haya realizado este cambio sin endeudarse»
«Las tres primeras torres son de vivienda protegida para rentas bajas y medias», continuó Abaunza a pie de obra en Garellano. «La transformación ha sido brillante y los proyectos de regeneración me parecen admirables, así como los parques, aunque en esta zona parece que hay demasiado tráfico y eso que hay muy buenos medios de transporte públicos. Se ve a mucha gente andando, pero echo de menos más protección para los ciclistas. Deben sentirse invadidos. Solo he visto a uno», explicó el profesor Hughe Barton, de Bristol.
«En el Reino Unido ya sabíamos sobre el Guggenheim y sobre la transformación, y mirábamos con asombro cómo se realizó, pero queríamos saber de donde salió el dinero, lo que ha venido después y lo que está por llegar», explicó el presidente de la Academia de Urbanismo, David Rudlib. A su juicio, «Bilbao ahora es muy diferente a cómo era. Ha pasado de ser terrible en los noventa a ser una ciudad normal del sur de Europa. Eso es lo más impresionante». Entre sus zonas favoritas está Abando. «Los edificios son bonitos, las calles están llenas de vida».
La comitiva se dirigió después al Azkuna Zentroa. «¿Por qué cada columna es diferente? ¿Cuál es la historia?», cuestionó Camilla Ween, directora de Goldstein Ween Architects en Londres y presidenta de WTS London. «Philippe Stark quería que fueran un símbolo de la diversidad cultural», respondió Abaunza. «Estoy muy impresionada por la calidad de los espacios públicos, los parques... Y es muy llamativo que se haya realizado esta transformación sin endeudarse. Todavía hay problemas como el desempleo, pero creo que hay un gran liderazgo político. Ha habido colaboración institucional y acierto con las ideas, y Bilbao se ha convertido en una ciudad contemporánea de la que los habitantes deberían estar orgullosos», sentenció.
En Bilbao puede defraudar el tiempo, pero el estómago suele quedar agradecido. Los urbanistas, que se alojan en hoteles como el Ibis Centro y el Zénit, comieron ayer unos pintxos en el restaurante La Campa de los Ingleses, en San Mamés, y cenaron en el Txakoli Artxanda. Hoy, «picarán» en el Lar de la calle Amistad y cenarán en el Nura. «La comida es maravillosa, sobre todo el pescado, aunque el vino también está muy rico», explicaba Anne Kiernan, tras dar buena cuenta de pintxos de bacalao, jamón y vegetales. «Nosotros es que somos más de cerveza. Ya he probado la San Miguel», apuntaba el presidente de la Academia.
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