«Trabajamos gratis pero de mil amores»

- Sí, sí. Generales y honorarios son altos cargos del cuerpo diplomático de un país, pero los primeros tienen unas atribuciones mayores. Van de destino en destino. Suelen permanecer tres, cinco u ocho años en un mismo lugar, aunque nunca mucho más tiempo. ¿Le cuento una curiosidad?

- Por supuesto

- El Cuerpo Consular de Bilbao lo promovieron, precisamente, los cónsules honorarios. Querían acompañar a los profesionales y ayudarles a asentarse en la ciudad y a combatir su soledad.

- ¿Soledad?

- Hoy en día un cónsul llega la Navidad y se va a su casa. Coge un avión y vuelve a aparecer en un periquete.

- ¿Y?

- En 1924 la gente venía aquí y ya no se marchaba, vivía en una tremenda soledad. Se pretendía que los cónsules generales tuvieran una especie de club o familia y que se les pudiera atender adecuadamente.

- Su padre fue cónsul honorario de Bolivia.

- Desde 1997 hasta 2011, cuando falleció. Sin embargo, al tener una colonia tan enorme en el País Vasco, Bolivia optó por nombrar un cónsul de carrera, que es el que tenemos en la actualidad.

- Su padre representó a Bolivia y usted a Letonia. ¿Eligen los destinos a los dados?

- No. Una embajadora española me preguntó si me interesaba ser cónsul. Al cabo de un tiempo, tuve un poco más de libertad en el trabajo y le contesté que, si les encajaba, podrían contar conmigo. Así fue cómo me llamaron de Letonia.

- Curioso destino.

- Mucha gente me dice, '¿ya hablas letón?' Si hablo mal castellano, qué voy a hablar letón. Yo soy nacido en Bilbao.

- ¿Cuánto cobra?

- Los cónsules honorarios hacemos nuestro trabajo de mil amores pero a título estrictamente gratuito. El país que nos nombra no nos financia nada en absoluto. Es un honor y orgullo representar a un país. Sin embargo, lo que nos cuesta el consulado lo pagamos realmente de nuestro bolsillo.