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La soledad no buscada es la triste compañera de miles de personas en esta sociedad cada vez más deshumanizada. Y una de las mayores epidemias ... del siglo: una de cada cuatro personas mayores de 65 años se sienten solas. Pero hay rayos de luz que por un instante iluminan las sombras, gestos que permiten combatir la oscuridad. Ibon Pérez, un joven periodista de Lekeitio que suele utilizar sus redes sociales como altavoz para ayudar a otras personas o denunciar injusticias, tuiteó el 29 de enero la historia de Isidoro Asurmendi, un hombre de 76 años que reside desde 2010 en una residencia del grupo Amavir en Navarra. Fue abandonado por su madre en un orfanato cuando tenía cuatro años, nunca conoció a sus hermanos y no tiene familia ni amigos que le hayan visitado jamás en el centro de mayores. Contactada por este periódico, la residencia declinó la invitación para poder hablar con Isidoro.
«¿Y si le escribimos a saco?», colgó Pérez, publicando la dirección del residente, en la Avenida Anaitasuna de Mutilva. Entonces, saltó la magia. Los más de 62.000 seguidores que tiene comenzaron a retuitear la publicación. Fue compartida más de 1.600 veces y tuvo más de 422.000 visualizaciones. Y un aluvión de cartas para Isidoro que contenían todo el poder curativo de las letras emprendieron su viaje. Algunas corrientes, otras enviadas desde Japón, muchas de valor incalculable, escritas por niños.
El mensaje llegó a los profesores de varios colegios. Entre ellos a los de Lauro Ikastola, en Loiu, cuyos alumnos redactaron unas 25 cartas de ánimo para Isidoro. La profesora Maitane Apodaka, que enseña inglés en el centro, envió a su compañero Paul Urbano el tuit en el que Ibon se hacía eco de la soledad del navarro, de la crueldad del olvido, el mismo que atenaza la vida de miles de mayores. Entre otras materias, Paul imparte Lengua castellana a los niños de cuarto de Primaria, que tienen entre 9 y 10 años. «Justo estábamos enseñándoles la estructura que tiene una carta informal. Tenían que escribir una a quien quisieran, pero les contamos la historia de Isidoro y decidieron mandársela a él», relata entre clase y clase. «Se ilusionaron y cambiaron el destinatario de las cartas, era algo voluntario y nadie les obligó», señala con orgullo. Todas las misivas eran de cariño, de apoyo y de ánimo. Las cartas que se reproducen en esta página son las transcripciones literales de los textos de dos de los niños de esta clase. «Espero que en la residencia te traten bien y te escriban muchas cartas», le desea en ellas un pequeño.
«Ha sido una lección emocionante, es precioso ser profesora. El hombre ha tenido una historia de vida dura y no tiene a gente cercana, así que pensaron que estaba triste y decidieron ayudarle. Como educadores, también tratamos de transmitir valores y para nosotros esta respuesta de los niños ha sido una recompensa», añadía Maitane, que explicaba que la historia de Isidoro también ha servido para mostrar a los pequeños retazos de la realidad fea. «Se deja de lado a las personas mayores. No les cuidamos como deberíamos y muchos están en una situación parecida». «He trabajado en residencias de mayores y es muy duro ver cómo pasan los meses y años y no reciben visitas de nadie. Se acuerdan de sus hijos y nietos, esos que nunca van a verles. La tristeza y la soledad los van degradando», se desolaba otra internauta que anunció su intención de escribir a Isidoro.
Pérez, autor del tuit, está conmovido porque ha logrado remover conciencias, provocar que «muchas personas que llevaban años sin coger un bolígrafo se pongan a escribir cartas. Eso me ha demostrado que hay esperanza». Lo ocurrido pone de manifiesto, a su juicio, que las redes sociales, tan defenestradas a veces, también pueden «utilizarse para cosas buenas. Y esto habla muy bien de ellas». En su línea, otro tuitero reclama «más redes humanas» así.
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