Bizkaia se acostó con la promesa de una noche en blanco y al despertar lo comprobó nada más subir las persianas. Carreteras cortadas, colegios cerrados, el transporte público maniatado -en algunos casos sin siquiera poder salir de cocheras-; el aeropuerto cerrado y colas interminables en ... las autopistas que insuflan vida a Bilbao, que ayer tuvo que esperar hasta mediodía para recuperar sus constantes vitales. Era el día de llegar tarde al trabajo, de cambiar los libros por los trineos y las extraescolares por los muñecos de nieve, de suspender citas y refugiarse en casa bajo una manta. Un desafío anunciado que nos sorprendió a la mayoría dormidos. También a la Administración, que si bien demostró cintura y reaccionó con rapidez reforzando el dispositivo invernal, en las primeras fases se vio superada por lo copioso de la nevada al no haber dispuesto sobre el terreno todos los medios necesarios para combatir el temporal de frío siberiano que se vino encima. La Diputación, que inicialmente había movilizado 50 máquinas quitanieves, acabó desplegando 76 y la totalidad de sus efectivos. También en Bilbao, donde 27 vehículos con cuchillas y palas esperaban la embestida del frío, se acabaron movilizando 40. En cuanto a brazos, se pasó de 75 operarios a movilizar a 300, cuatro veces lo inicialmente previsto.
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Desde Balmaseda a Ondarroa, las montañas verdes que jalonan esa postal rutinaria que pone marco a nuestras vidas mudó por unas horas en una sábana impoluta, apenas alterada por la cinta de asfalto donde se acumulaba el tráfico y un ruido de fondo que parecía perder la batalla contra el frío. Un escenario de excepción que se vio pronto empañado por la fatalidad, y eso pese a no registrarse a esas horas accidentes de importancia en una red vial por lo demás colapsada. En Galdakao, un hombre de 65 años fallecía al resbalar en la nieve helada y golpearse la cabeza contra el suelo. La triste noticia tenía su contrapunto a sólo unos kilómetros de distancia, en el hospital de Basurto, donde una pareja llegaba en ambulancia espoleada por la esperanza de una nueva vida, la de su hijo Hugo.
La alerta estaba anunciada desde el martes. El Departamento de Seguridad había emitido un comunicado redactado en unos términos inusualmente tajantes. La nieve, ese meteoro que llegaba esta vez en brazos de un frente de frío siberiano, tenía hasta hora de entrada -las tres de la madrugada-, lo que parecía acentuar el desafío. Y el vaticinio fue de una exactitud milimétrica, incluidas las previsiones que hablaban de precipitaciones en forma de nieve a nivel del mar. Una estampa, la de las playas cubiertas de blanco, propia de otras latitudes y recluida en la memoria de los que por edad vivieron el temporal de enero de 1985. Nada parecido en 33 años.
7 horas duró el temporal de nieve, desde las 3 de la madrugada hasta las 10 de la mañana.
76 quitanieves desplegó la Diputación cuando la nevada se desató en toda su crudeza, así como 381 conductores, acompañantes, vigilantes y operarios. En Bilbao, el Consistorio movilizó hasta 40 vehículos con palas y cuchillas en el momento más delicado, cuadruplicando los efectivos inicialmente desplegados (de 75 a 300).
1.300 toneladas de sal vertió la Diputación para combatir la nevada. En Bilbao se utilizaron 150 y 80.000 litros de salmuera.
Los copos, al contrario de semanas atrás, no tardaron en cuajar en carreteras y autopistas, lo que provocó cortes y caravanas en la AP-68 entre Areta y Bilbao; y en la A-8, en dirección a Cantabria, donde la autopista llegó a estar cortada en ambos sentidos. En semejante tesitura, el transporte público fue el principal aliado de los vizcaínos, obedientes con la consigna lanzada horas atrás por ayuntamientos y Gobierno vasco y que se resumía en guardar el vehículo particular bajo siete llaves. El metro fue el principal depositario de esta avalancha de usuarios, lo que provocó retrasos en todas las líneas y propició escenas como las que se vivieron en la estación de San Inazio, con cientos de personas apretujadas a la espera del siguiente convoy hasta el borde mismo de los andenes.
El sol asomaba y los problemas no desaparecían. Bizkaibus se vio obligado a suspender todos sus servicios entre las 7.30 horas y las 11.30, debido en buena medida a que los chóferes no llegaban a las cocheras, que la nieve impedía salir de ellas o que el estado de las carreteras hacía de todo punto imposible alcanzar la cabecera de las líneas. Un problema del que tampoco se libró Bilbobus, si bien de una manera más moderada (recuperó la normalidad a las 10 horas) por tratarse de una flota más pequeña y porque la capital vizcaína no sufrió los embates del temporal con la misma crudeza que el interior y la costa. En Loiu, la nieve se ensañó con el aeropuerto y extendió el caos por la terminal. Una treintena de vuelos fueron cancelados y otros dos desviados, mientras el personal se afanaba en limpiar las pistas sacudidas por la ventisca y en retirar la nieve de las alas de los aviones, lo que consiguieron minutos antes de las 11.00.
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La mañana fue excepcionalmente complicada, ya que a las intensas nevadas a cota cero se sumaron varios accidentes en el área del Bilbao Metropolitano. Sólo se cerraron dos puertos, el de Dima y Elgueta, y fue necesario el uso de cadenas en el de Sollube. El accidente de tráfico más reseñable tuvo lugar en el término de Munitibar, donde un coche patrulla de la Ertzaintza se precipitó al cauce de un río, resultando herido uno de los agentes, que fue trasladado al hospital de Galdakao.
La cota de nieve se desplomó hasta el nivel del mar, atrayendo como un imán a la chavalería al tiempo que vaciaba las aulas (curioso comprobar cómo las bolas de nieve arrebataban por una vez el protagonismo a los teléfonos móviles). 139 colegios vascos cerraron ayer las puertas -de ellos 131 en Bizkaia- ante el giro que habían tomado las temperaturas, mientras la UPV y la Universidad de Deusto decidían reanudar las clases por la tarde. La noticia, recibida con resignación por los padres y con indisimulada satisfacción por sus hijos, movilizó a esa columna infatigable de abuelos que se reveló, una vez más, como la infantería más fiable.
Sea como fuere, la misma nevada que aumentó las atenciones relacionadas con caídas y fracturas, que descuadraba los turnos de trabajo en las fábricas y que convertía cada cuesta empinada en un reto para las empresas de reparto, fue recibida con una explosión de alegría en playas y parques. Así, sin tonos grises. Blanca.
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