Dos amigos, una tarde de pira y el dos caballos. Único destino, el Sunset de Sopela. Los 80 han arrancado y el Athletic levanta copas. Pero hay otro deporte que empieza a ser popular. No es raro ver chavales con camisetas en las que un ... tipo se desliza sobre las olas. Aunque quienes las lleven no hayan tocado una tabla en su vida. Quizá porque ese veneno entró de manera silenciosa mucho antes. Lo sabemos gracias a un libro azul cielo y olor a mar. 'La historia del surf a través de Tres60'. Un recorrido por fotografías y artículos de la mítica revista con label de Bilbao. Para saber más nos metemos al agua con Amezaga.

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Javier Amezaga, Borja Peñeñori y Jakue Andikoetxea eran tres chavales, dos del botxo y uno de Santurtzi, con ganas de hacer algo diferente. Estamos en 1986. Ha salido la primera revista en Europa sobre surf y deciden seguir esa senda. Presentan el proyecto a una gestora del Gobierno vasco para ayudar a empresas incipientes. Tras un estudio de mercado les responden que no resultaría viable. No se rinden. Habían viajado por España y Portugal y sabían que este deporte crecía en el sur del continente.

Así que piden un préstamo y se lanzan a las olas del océano editorial. El primer número sale en junio de 1987. Y fue muy rentable. Tanto, que necesitan más espacio. Se van a Santurtzi. «Teníamos claro que funcionaría. De hecho, el surf había llegado varias décadas antes», advierte Amezaga. Así que preguntamos por los pioneros. Sorprende que en 1914 un libro llamado 'The surf riders of Hawai' mencionara, fotografía incluida, al cónsul español en aquellas islas, de nombre Ignacio Arana. Era un hombre enamorado de esta disciplina. Su pasión había arrancado hacia 1911. Pero si hablamos del surf de nuestras costas los primeros fueron José Luis Elejoste y Carlos Pradera. Aún hay debates sobre si era 1964 o 1965. Compraron dos tablones en Biarritz y comenzó la leyenda. Carlos era uno de los pilotos más destacados en la década de los 70 y la mitad de los 80, fue campeón de España y piloto oficial de Seat y Renault.

Trajes de poca protección

En el Museo Marítimo de Bilbao hay fotografías y hasta algún traje primigenio de aquellos que protegían poco y pesaban mucho. Testigos de un ayer tan improvisado que el enganche que llevan los surfistas desde el tobillo hasta la tabla se lo fabricaban ellos mismos y, a falta de nombre, lo llamaron invento. Nos lo cuenta Amezaga ante la casa en la que nació, en 1959. Máximo Aguirre 30. Estudios iniciales en Santiago Apóstol y COU en el Central. No deja de ser curioso que para nacer y arrancar su vida apenas se moviera y luego haya viajado a lugares remotos.

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Parte de la culpa la tuvieron Jakue y Borja. Se conocían de la playa de La Arena y contactaron con Javier, porque era fotógrafo acuático. El primero por estos lares. De hecho, le contrataban desde Francia. Acababa de terminar la mili en Valladolid y el dúo se convirtió en trío. Contaban con sobrada experiencia en las aguas tras años como socorristas o jugando a waterpolo. Pero contar las gestas de los dioses sobre las olas implicaba otros retos.

Surfeando, a veces, más tiempo fuera del agua que en ella. Como en Guatemala o El Salvador. Conflictos armados, desbocados paramilitares, machetes en la cintura, disparos cercanos o tiburones en la bahía sudafricana de Jeffreys. Así hasta el infinito. Pero parece que fue ayer cuando iban en el dos caballos camino del bar para contemplar los atardeceres reflejados en una botella de cerveza. De fondo, sonidos de California y el golpeo de las olas contra el peñón. Así pasaban la tarde. Pensando en si mañana habrá nivel en Bakio o Barinatxe y si la ola de Mundaka ha decidido regresar.

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Tablas clavadas en la arena a la espera del gran miércoles. Delfines que respiran aire pero necesitan agua. Al fin y al cabo, siempre fuimos por aquí gente de mar.

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