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La fauna silvestre está al alza en los bosques por el abandono del medio rural y cada vez causa más siniestros en las carreteras. Hace dos décadas se registraron 410 en toda Euskadi, mientras que en 2014 la cifra subió a 636. Y según el balance provisional de la Ertzaintza de accidentalidad, el año pasado se contabilizaron 948 impactos con animales, el 12% del total. La mayoría se producen por choques contra jabalíes y cérvidos, aunque de la estadística también forman parte los arrollamientos de animales domésticos como gatos y perros. Aunque Álava es el territorio que sufre más incidentes de este tipo, el problema también afecta a las carreteras vizcaínas. La Diputación de Bizkaia estudia, por ello, sistemas que reduzcan los accidentes en puntos críticos como Urkiola y otros de la red secundaria. El personal de Interbiak y de varios departamentos forales relacionados con las infraestructuras y la conservación de carreteras acudieron esta mañana a la presentación de un sistema en el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Euskadi que reduce, según sus creadores, en un 70% los accidentes en las vías en las que se instala.
Según el delegado de la firma especializada en soluciones inteligentes para la seguridad vial KELIAS, Haritz Conde, de momento está instalado en 50 puntos de toda Europa. En España funciona en Segovia y en Tarragona, donde ha contribuido a reducir los accidentes en ese porcentaje. Además, se estudia también su implantación en más puntos de Aragón, Castilla y León y La Albufera, donde se pretende reducir el atropello de aves. En algunas vías francesas de la Alta Saboya, Isère, Ain o Val d'Oise, entre otras, ya está en funcionamiento.
Esta solución para mejorar la seguridad vial integra dispositivos de detección y señales luminosas muy visibles que se instalan en ambos sentidos de la carretera. Por un lado, sensores térmicos y cámaras con infrarrojo detectan los animales que se acercan a la vía, desde perros hasta jabalíes, aunque pueden ser regulados para que también detecten aves rapaces y evitar su atropello en espacios naturales. De inmediato se activan las señales triangulares en ambas direcciones situadas a 150 o 200 metros de distancia para avisar a quienes circulan de que estén alerta y tomen precauciones. Además, se captan grabaciones que se almacenan en la nube, por lo que la administración propietaria puede analizarlas y llevar a cabo estudios, explica Conde.
El sistema, presentado en el Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos de Euskadi ante unos 60 técnicos de administraciones y especialistas en ingeniería, tiene una finalidad medioambiental, ya que no afecta en ningún modo el paso natural de los animales, manteniendo la continuidad de los corredores biológicos. Además, reduce también la mortalidad de especies que puedan estar en situación de vulnerabilidad, por ejemplo visones europeos, linces... En Segovia, por ejemplo, se han detectado lobos, un mastín o varios tipos de aves. Gracias a la geolocalización de los eventos registrados, es posible realizar un seguimiento detallado de las especies y su comportamiento migratorio, lo que ayuda a desarrollar estrategias más efectivas para la protección de la fauna. Otra de las ventajas, explica Conde, es que se alimenta con energía solar y utiliza comunicación inalámbrica 4G, por lo que es autónomo en energía y comunicación y se puede instalar en ubicaciones remotas. «Su instalación, además, es económica», relata. En los tramos más conflictivos, se pueden colocar varios sistemas a lo largo de varios kilómetros.
El problema la siniestralidad con la fauna silvestre en un territorio tan humanizado como Bizkaia es antiguo. Hace una década la Administración vizcaína empleaba micciones de lobo como receta para disminuir el número de atropellos en el Corredor del Kadagua, la BI-636, el Corredor del Txorierri (N-637) y en la carretera que conecta este vial con Mungia, la BI-631. Adquiría el orín a una «granja de lobos del norte de Europa». Se repartía en botellines que se fijaban a objetos fijos más o menos rígidos como biondas, postes o arbustos a una altura media de entre 60 y 80 centímetros. Eso sí, para incrementar la efectividad de este repelente, se combinaba con otros métodos que redirigen a los animales hacia los pasos de fauna habilitados para ellos. Por ejemplo, se utilizaban atrayentes, feromonas de hembra de corzo y de jabalí que se colocaban en las zonas por las que debían pasar las manadas.
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