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Alberto Sololuze tenía 62 años cuando el vertedero de Zaldibar se vino abajo y le atrapó en su puesto de trabajo, la báscula. Era el encargado de contar los camiones que entraban, entre otras cosas, y en algún momento ya había comentado que llegaban demasiados ... . Estaba a punto de jubilarse y le hacía especial ilusión. Por fin iba a poder dedicarse a su gran afición, el monte y las setas. Le encantaba pasear por Lea Artibai, donde disfrutaba recolectando perretxikos.
Sololuze era guipuzcoano. Nació en Eibar, pero hacía años que se había afincado en Markina, desde donde, durante todo el tiempo que ha permanecido desaparecido, han reclamado más esfuerzos en las labores de desescombro para encontrar sus restos y los de su compañero, Joaquín Beltrán. Ambos habían hablado días antes de que en el vertero pasaba algo. De hecho, Beltrán había visto unas grietas que le parecieron preocupantes y su compañero había dicho en casa que «podía producirse un derrumbe, que el terreno estaba en malas condiciones y que había más residuos de los permitidos»
Sololuze estaba casado con Nati, que trabaja en la Peugeot de Eibar, y tenía una hija, Naia, que se había casado hacía poco. Su sobrina es Helene Alberdi, conocida triatleta vasca que en los días posteriores a la tragedia salió reclamando que se pusieran todos los medios posibles para hallar a ambos.
«Era una bellísima persona», decía en aquellos momentos uno de sus excompañeros de trabajo, Patxi Lejardi, ahora concejal en el Ayuntamiento armero. Habían coincidido durante los años en los que ambos estaban empleados en la Ford de Eibar.
Y es que Soluze llevaba toda la vida currando en los negocios de José Ignacio Barinaga, propietario del muladar de Zaldibar y a donde se lo había llevado por la confianza que tenía depositada en él, forjada durante un cuarto de siglo. Era su «brazo derecho», llegó a comentar. De hecho, fue apoderado de una de sus empresas, Automóviles Kondia. Cuando, Barinaga, apodado 'el conde', traspasó el concesionario, los nuevos gestores subrogaron a los empleados y Alberto se marchó a la escombrera con él.
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