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elcorreo.com
Viernes, 23 de septiembre 2016, 13:53
Los detalles que van goteando del caso de la familia brasileña asesinada en un chalet de Pioz, en Guadalajara, lo convierten en un suceso cada vez más escabroso. Hace unos días, la autopsia desveló que el padre de familia Marcos Campos Nogueira, fue torturado hasta ... la muerte, a tenor de los once cortes poco profundos que presentaba su cuerpo. Ahora, la Guardia Civil baraja que los sicarios pudieron obligar al hombre a presenciar la muerte de su esposa, Janaína Santos Américo, de 39 años, la de su hija de cuatro años y la de su bebé de tan solo un año de vida. Tanto la madre como la niña, murieron a consecuencia de tres cortes profundos; el más pequeño falleció degollado de una sola vez.
Según recoge el diario 'La Voz de Galicia', fuentes de la investigación sopesan la posibilidad de que los asesinos trataran de sonsacar algún tipo de información a Marcos, para lo que le sometieron no solo a una tortura física, sino también emocional al presenciar la violenta muerte de toda su familia.
Los cuatro cadáveres fueron descubiertos el pasado domingo en el interior de la vivienda unifamiliar que habían alquilado hace poco más de un mes en la urbanización 'La Arboleda', en el pequeño pueblo de Pioz. Los cuerpos habían sido descuartizados e introducidos en grandes bolsas de basura de color verde cerradas con cinta americana. Sus asesinos habían limpiado el escenario del crimen pero, por circunstancias que aún se desconocen, abandonaron el lugar antes de hacer desaparecer los cuatro cadáveres; parece que la situación se complicó y tuvieron que marcharse. Fue una vecina la que dio el aviso por el mal olor que desprendía el chalet, y es que cuando los cuerpos fueron descubiertos, ya empezaban a descomponerse.
Asesinos conocidos
Fue hace más de una década cuando el padre emigró a España en busca de trabajo. Algo más tarde llegaron Janaína y la niña; el bebé nacería ya aquí. Aunque los padres no tuviesen relación con el narcotráfico ni antecendentes penales, la hipótesis más certera en estos momentos es que fueron víctimas de un ajuste de cuentas, lo que su familia en Brasil niega. Antes que en Guadalajara, la familia residió en Valladolid, Madrid, Alcalá. Parece claro que al municipio de Pioz, de apenas 3.700 habitantes, llegaron huyendo de alguien: el chalet lo alquilaron en julio, pero apenas habían adquirido muebles y la neveras estaba casi vacía, como si estuvieran preparados para marcharse a otro lugar con rapidez y con lo puesto.
Durante su estancia en Pioz apenas habían mantenido contactos con los vecinos. Estos veían salir al padre de vez en cuando para dirigirse al centro del pueblo, que siempre tomaba rutas alternativas en lugar de emprender el camino más rápido. Era el único del núcleo familiar que se dejaba ver, e incluso las barras de pan se las llevaba un panadero de la zona en su diario recorrido por la urbanización.
Se especula que fue un día de agosto cuando alguien conocido por la familia llamó a su puerta y se desencadenó la matanza, lo que explicaría que ni la puerta ni las ventanas fuesen forzadas. El modo de proceder de los autores del crimen, que parecían tener una misión clara, concuerda con el de los sicarios extranjeros, especialmente de países de Sudamérica o del este de Europa.
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