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Ainhoa De las Heras
Domingo, 14 de febrero 2016, 22:56
La discoteca Fania se llenó de sangre en la madrugada del 24 de junio de 2007. Ya no volvió a subir más la persiana. El Ayuntamiento de Bilbao la cerró de forma cautelar por acumulación de incidentes. Ertzaintza y Policía Municipal habían acudido a sus ... puertas, en la calle Avenida Lehendakari Aguirre, en un centenar de ocasiones en menos de un año por trifulcas en el interior. El asesinato de una de sus clientas por parte de otro fue la gota que colmó el vaso.
Cristina Isabel Álvarez, que acababa de cumplir 25 años, colombiana, natural de Cali, soñaba con reagrupar a su familia en Bilbao, donde vivían también algunos de sus hermanos. Aquella noche, una llamada de una amiga la levantó del sofá. Se preparó y salió a divertirse, a la sala Fania, de ambiente latino, el antiguo Chentes, a donde solían acudir los fines de semana. En aquella época, el barrio de Deusto llegó a acumular hasta cinco discotecas de ambiente latino, aunque fueron siendo clausuradas: el Priveé, cerró también por un homicidio de un cliente tras una pelea con los porteros.
Sobre las tres y media de la madrugada, la muchacha, que según sus amigos «siempre tenía una sonrisa en la boca», fue víctima de una «venganza» que no era para ella. Estaba sentada junto a la barra, el lugar más tranquilo del local. Un joven colombiano de 19 años, Alexander M.D., al que conocían como El moreno, estaba bebiendo ron con unos conocidos. Como la camarera no le traía los hielos que le había pedido, le lanzó una cubitera a la cabeza. Entonces, un portero y un cliente le echaron del local.
«Ajena al conflicto»
Enfurecido, El moreno volvió a entrar a la discoteca por una salida de emergencia que se encontraba abierta, en busca del hombre que había colaborado en su expulsión, pero él logró esquivarle. Entonces, dirigió su ira contra Cristina, la joven con la que había estado bailando parte de la noche. Otros testigos creyeron que la había confundido con la camarera porque ambas eran «flaquitas y con melena». El agresor le hundió el vídrio fracturado -«con el filo irregular», según los forenses- en el cuello y le seccionó la arteria carótida derecha. En segundos, la mujer cayó desplomada y murió desengrada. En su huida, El moreno agredió a otras dos personas, y fue detenido por la Ertzaintza.
La Sección Segunda de la Audiencia vizcaína le condenó a 24 años de prisión por un delito de asesinato alevoso, uno más por lesiones y otros tres y medio por otro delito de lesiones con arma o instrumento peligroso. En opinión del tribunal, la intención de matar de Alexander M.D. quedó demostrada por el tipo de arma utilizada, la zona vital a la que fue dirigida y la intensidad del golpe. La sala le impuso la pena máxima que prevé el Código Penal para este delito porque «la víctima era totalmente ajena al conflicto que el acusado mantenía con otro varón, y que, sin siquiera intuirlo, fue objeto de un ataque brutal». El Supremo confirmó la pena en su integridad después de que la defensa recurriera alegando falta de pruebas. Para el alto tribunal, sin embargo, existían «datos abrumadores» que acreditaban que el joven colombiano dispuso de un elemento cortante en sus manos con el que agredió a Cristina, «justo en los instantes que precedieron a su caída».
Los homicidios del Priveé y el Fania, en Deusto, alarmaron a los vecinos y empujaron al Ayuntamiento a actuar con más contundencia contra este tipo de locales, varios de los cuales estaban regentados por un empresario local de la noche de dudosa reputación.
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