Ainhoa De las Heras
Lunes, 15 de junio 2015, 00:45
A sus 17 años, Enaitz Iriondo murió atropellado por un conductor que circulaba con exceso de velocidad cuando regresaba al camping en el que veraneaba su familia en La Rioja. Pero el adolescente fue también una víctima de la Justicia. Su caso fue archivado por ... un juzgado de primera instancia 27 días después del accidente sin siquiera una mínima instrucción y con un atestado policial en el que se han detectado errores de bulto. Pese a la infatigable lucha durante años de sus padres, Rosa y Antonio, por "limpiar" el nombre de su hijo y conseguir que su caso fuera realmente juzgado, uno tras otro los tribunales, hasta llegar al Constitucional y a Estrasburgo, les impidieron sentar en el banquillo a Tomás Delgado, el automovilista que les reclamó los 20.000 euros por los daños que provocó en su coche al impactar el cuerpo del chico.
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Aquel 26 de agosto de 2004, Enaitz había ido al pueblo en bici con unos amigos, como tantos otros chicos de su edad, y se le había hecho tarde. Volvía pasada la una de la madrugada al camping de Castañares, donde le esperaban sus padres y su hermana, por un camino rural paralelo a la carretera y al cruzar por la vía, fue arrollado por un 'Audi A-8', que le causó la muerte. Según el atestado de la Guardia Civil, el joven se saltó un stop y el conductor circulaba a 113 kilómetros por hora cuando la señal marcaba 90. Ambos datos fueron después puestos en duda por los peritajes encargados por la familia y por la unidad de reconstrucción de accidentes de la propia institución armada. Según las marcas de frenada y el análisis de la deformación del coche y la bici, la velocidad del vehículo se aproximaba a los 160 kilómetros por hora. Tomás Delgado fue sometido a una prueba de alcoholemia, aunque 93 minutos después del atropello, y arrojó una tasa de 0,15 mg/l, lo que permite aventurar que cuando se produjeron los hechos rozaría la tasa positiva. Él alego que un amigo le había llevado un whisky con cola al lugar del accidente porque estaba muy nervioso.
Llorar en silencio
Los padres de Enaitz tuvieron tres días para recurrir el sobreseimiento libre de la causa dictado por una jueza que no llegó a investigar, pero no lo hicieron aturdidos con el dolor por la pérdida de un hijo y mal asesorados por un abogado que no les explicó el alcance del auto que dejaba a Enaitz como responsable del accidente. Rosa Trinidad, que en la actualidad es la delegada en el País Vasco de la asociación de apoyo a víctimas de tráfico Stop Accidentes, y su marido Antonio Iriondo lloraron a su hijo en silencio hasta que un año y medio después del atropello recibieron una citación judicial porque el automovilista les reclamaba los daños en su vehículo, 14.000 euros, más 6.000 por el coche de alquiler mientras le reparaban el primero. Delgado explicó para un programa de Canal Sur que tardó en decidirlo hasta el último día pero que no tuvo más remedio que denunciarles para recuperar el dinero ya que, según la ley, él también era un "perjudicado".
Decenas de medios de comunicación se presentaron en los juzgados de Haro, en La Rioja, el día del juicio, y Delgado, que entró por la puerta de atrás desistió de la demanda alegando que se sentía "mancillado" por la presión mediática. La jueza le impuso además las costas del proceso, que no pagó y obligó a que le embargaran un todoterreno. Pero entonces, los padres de Enaitz, indignados, que habían contratado a un abogado y buscado nuevas pruebas que indicaban que podía haber habido una conducción temeraria o un incluso un homicidio por imprudencia, emprendieron una nueva lucha. Querían que se reabriera la vía penal y que el caso fuera juzgado. "Nosotros sólo queríamos un juicio", dice hoy Rosa Trinidad. El entonces fiscal superior de La Rioja, Juan Calparsoro, hoy del País Vasco, se implicó y pidió que se reabriera el caso, pero al considerarlo "cosa juzgada" y dado que nadie puede ser procesado dos veces por los mismos hechos esta opción fue denegada. Recurrieron incluso al Tribunal Constitucional en dos ocasiones, y en ambas recibieron como respuesta un jarro de agua fría. Hasta que en cotubre de 2011, siete años después del atropello mortal, el tribunal europeo les cerró definitivamente las puerta.
Hoy, Rosa Trinidad sigue peleando por los derechos de las víctimas de la violencia vial desde Stop Accidentes. "Mi caballo de batalla son los plazos, que se amplíen, y que se elimine el sobreseimiento libre", confiesa. "Después de una experiencia tan trágica, me queda mejorar lo que creo que está mal y ayudar a los que pasan por los que yo pasé".
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