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Virginia Melchor
Viernes, 25 de julio 2014, 01:18
Las tragedias llegan sin avisar y, en ocasiones, no dejan tiempo para reponerse antes de que otras se produzcan. El mundo sigue conmocionado, confuso, asustado... e intentado digerir tres catástrofes aéreas ocurridas en apenas una semana. El pasado día 17 un misil derribó un avión ... de la compañía Malaysia Airlines con 298 personas a bordo cuando sobrevolaba Ucrania. Este miércoles fallecieron medio centenar de viajeros en Taiwan al estrellarse un 'ATR-72' de TransAsia Airways en su segundo intento de aterrizaje debido al mal tiempo. Ayer otro avión que cubría una ruta entre Burkhina Faso y Argel se precipitó a la altura de Mali con 116 ocupantes, seis de ellos españoles. Una tragedia tras otra. Un horror. Y una pesadilla agigantada para las personas con miedo a volar, un temor que se les agudizará tras esos siniestros que, además, han coincidido en el tiempo con una de las épocas de mayor trasiego aéreo del año.
Cerca de 200 millones de personas vuelan en España cada año. Alrededor de 2.000 controladores velan por la seguridad de las aeronaves. La probabilidad de sufrir un accidente es ínfima, pero la mente tiende a asociar el avión con la catástrofe, acaso por la acentuada repercusión de sus (escasas) tragedias. Las tres últimas, muy concentradas en el calendario. ¿Existen más razones ahora que hace una semana para tener miedo a viajar en avión? Los expertos aseguran que no. "Es habitual que algunas personas se asusten después de tres casos como los recientes, pero no hay que patologizar lo ocurrido, sino intentar normalizarlo", aconseja la psicóloga Carmen González Chana.
Coger un avión es un placer y una comodidad para gran parte de las personas; para otras, en cambio, supone un suplicio. Los hay que disimulan los sudores fríos y la intranquilidad con la falsa lectura de un periódico que sostienen al revés, los que bisbean por lo bajo plegarias a su ángel de la guarda o los que directamente dirigen la mirada a los motores para tratar de valorar la probabilidad -casi nula, les dicen, y ellos procuran repetírselo- de que dejen de funcionar en algún momento del viaje. Inés Castellanos, psicóloga del Centro Psicológico Gran Vía, de Bilbao, define así su perfil: "personas con un nivel de inteligencia superior a la media, muy imaginativas y creativas, y con tendencia a controlarlo todo." Ese mayor grado de inquietud al volar lo sufren, según González, "principalmente mujeres, porque suelen tener más problemas de ansiedad". En cuanto a la edad, " suelen estar a final de la infancia y principios de la adolescencia, o en torno a los 30 años".
La aviofobia, el miedo compulsivo a montar en avión, es uno más de los temores irracionales derivados de las ideas sobrevaloradas. "Solemos juzgar la probabilidad de que ocurra un acontecimiento de acuerdo con la facilidad para recordar ejemplos del mismo. Cuando alguien entra en pánico al visualizar un accidente es porque sobrevalora la posibilidad de que le suceda a él", explica González. Sin embargo, la fobia a volar también puede aparecer repentinamente y no verse provocada por ningún percance memorable. "La gente con otras fobias es más propensa, pero puede darse porque sí en personas sanas", explica Castellanos, quien añade que "detrás del miedo a volar suele haber otros, como el temor a la muerte, al daño físico, a perder el control, a los espacios cerrados, a las alturas..."
La aviofobia llega a provocar graves problemas de inadaptación laboral u obstaculizar relaciones entre personas que residen a miles de kilómetros de distancia. "Limita nuestra vida, el trabajo, las vacaciones, las relaciones personales con quienes tenemos lejos...", detalla Castellanos. Cuando la razón y la imaginación entran en conflicto negativo, la imaginación siempre acaba venciendo. ¿Qué se puede hacer entonces para superar el miedo? La estrategia contra esta fobia es, según González, no eludir la situación que la provoca. "Hay que intentar normalizar lo que vemos en la tele". Insiste en que "el miedo provocado por sucesos recientes tiende a desaparecer en semanas, cuando quedan más lejanos y ya no se recuerdan tanto". En casos extremos, Castellanos anima a acudir a una terapia basada en la exposición. "Puede hacerse en vivo; es decir, el paciente se somete a una situación real y tiene que coger un avión; o a través de la imaginación, trabajando sobre todas las fases de ansiedad que atraviesa desde que llega al aeropuerto hasta que está volando". Eso sí, una vez vencido el miedo desaparecerá también esa cara de supervivientes que ponían algunos al bajar por la escalerilla del avión.
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