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Fermín Apezteguia
Domingo, 12 de julio 2015, 00:43
La revista 'Rolling Stone' la situó como una de las cinco mejores voces de todos los tiempos y algunas listas la han colocado incluso en primera posición, por encima de Elvis Presley y Aretha Franklin; pero a John Lennon no le gustaba su voz. El ... productor de los Beatles, George Martin, ha explicado que el músico estaba tan obsesionado con cantar cada canción de una manera diferente que en alguna ocasión llegó a abandonar las sesiones de grabación para dar una vuelta corriendo alrededor del edificio de los estudios de EMI con el fin de conseguir una tonalidad alternativa. "A pesar de ser uno de los mejores cantantes de rock and roll, odiaba el sonido de su propia voz y siempre nos estaba implorando que la hiciéramos sonar de manera distinta", recuerda el ingeniero de sonido Geoff Emerick. Lo que quizás no supiera John Lennon es que por mucho que se empeñara siempre se escucharía a él mismo de una manera distinta a la que lo hacen los demás. Por pura física.
El 'Washington Post' en su blog 'Hablando de Ciencia' explica en una de sus últimas entradas por qué ocurre así; y el razonamiento resulta de una lógica aplastante. La explicación más sencilla es que oímos a través de un canal distinto al que escuchamos a las demás personas. Le ocurría al músico de Liverpool y le pasa a todo el mundo. Cuando escuchamos a otra persona, las ondas sonoras de su voz golpean nuestro tímpano y ese choque genera unas vibraciones que el cerebro traduce en sonido.
Una potente caja de resonancia
Si somos nosotros los que hablamos ocurre exactamente lo mismo, pero no solo. El golpe de voz no solo estimula el tímpano, sino que también hace temblar al mismo tiempo las cuerdas vocales y las vías respiratorias. No se estimula únicamente el sistema auditivo, sino que lo hacen incluso los huesos de la cabeza, que actúan como una caja de resonancia y pontencian los tonos más graves. El sonido que nos llega al oído no es, en definitiva, el de nuestra voz, pura y limpia, sino el de toda esta orquesta orgánica que la arropa.
Esa y no otra es la razón por la que, usemos el equipo que usemos, nunca identificaremos como propia nuestra voz captada por una grabadora. Es una cuestión de aceptación. No hay más secreto. "Uno de los grandes descubrimientos para mí fue la voz de John", afirma Yoko Ono. "Es raro, pero a él no le gustaba mucho, y cuando hacíamos grabaciones siempre le quitaba intensidad a la hora de mezclar las pistas; aunque yo luego, en cuanto él se daba la vuelta o se iba al baño, le devolvía su intensidad original". O, al menos, eso cuenta ella.
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