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Siete de los alumnos con expedientes brillantes que se matricularon ayer en Física e Ingeniería Electrónica y en Bioquímica.

El futuro en sus manos

Desde investigar el espacio a luchar contra el cáncer, son los ambiciosos planes de los alumnos de carreras con más nota de acceso en la UPV

Marta Fdez. Vallejo

Jueves, 14 de julio 2016, 17:00

Las Universidad del País vasco (UPV/EHU) comenzó ayer el proceso de matriculaciones para el próximo curso. La institución académica cita a los alumnos por orden de calificación en Selectividad, por lo que la primera jornada la estrenaron, al filo de las nueve de la ... mañana, los expedientes más brillantes en cada una de las facultades. Muchos de estos alumnos con las mejores notas se concentraban ayer en la facultad de Ciencia y Tecnología del campus de Leioa, en el que se cursan las dos carreras con calificación de acceso más alta, el doble grado en Física e Ingeniería Electrónica (12,5 sobre 14) y el de Bioquímica y Biología Molecular (12,4) -empatada con Medicina-.

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«Estudiar el espacio», «investigar en la lucha contra el cáncer», «buscar nuevos avances en neurología», son algunos de los ambiciosos planes de estos jóvenes que han logrado una de las codiciadas 20 plazas del doble grado o de las 40 de Bioquímica. Con notas de Selectividad que superan el 13 o lo rozan, expedientes académicos llenos de dieces y matrículas de honor dan más valor a su vocación, la mayoría de investigador, que a las salidas laborales. Tienen el futuro en sus manos.

Este joven guipuzcoano de 17 años fue de los primeros en matricularse ayer en la Facultad de Ciencia y Tecnología, en el doble grado de Física e Ingeniería Electrónica, por su alta nota de Selectividad: un 13,27. Jon Mata, vecino del pequeño pueblo de Antzuola -de 2.000 habitantes-, acabó el Bachillerato con matrícula de honor en el instituto Ipin-tza de Bergara, una calificación que le permitirá estudiar el primer curso en la UPV gratis. Para él serán cinco años de carrera en el centro del campus de Leioa y logrará dos títulos. A Jon lo que más le gusta es la Física, pero finalmente se decidió por la doble titulación porque ampliaba su horizonte profesional. «Cuando surgió la posibilidad de hacer también ingeniería la aproveché porque me abre muchas oportunidades de futuro», comentaba mientras esperaba a formalizar la matrícula. Tendrá que trasladarse a vivir a un piso de alquiler en Bilbao, pero no le preocupa porque persigue un sueño. ¿El futuro? Todavía es pronto pero él, como muchos de los alumnos de este doble grado, piensa ya en investigación. «O la docencia», comentaba.

En el primer llamamiento para inscribirse en el doble grado de Física e Ingeniería Electrónica -poco antes de la nueve de la mañana- estaba también Iñigo Poncela, alumno de Corazonistas de Vitoria de 17 años. Con un flamante 13,11 de calificación en Selectividad y una matrícula de honor en Bachillerato llegaba con una ilusión que quizás algún día cumpla porque derrocha entusiasmo: investigar el espacio. Ni más ni menos. Tuvo dudas de hacer Ingeniería Aeroespacial, pero era una carrera «más centrada en los aviones» y el doble grado de la UPV se ajusta más a lo que le gusta: «el espacio». Además, confesaba: «La ingeniería electrónica me abre un espectro más grande a la hora de entrar al mercado laboral. Tendré más opciones de encontrar trabajo». Aunque, insistía, si tiene la más mínima posibilidad, se dedicará a la investigación espacial, y esta carrera es «un primer paso» en ese objetivo.

Si a esta brillante joven de 18 años le dejaran elegir su futuro se metería directa en un laboratorio para dedicarse a investigar en Neurología. Ayer, Edurne Mugika, de 18 años, estaba junto a su padre en la Facultad de Ciencia y Tecnología esperando su turno para formalizar su plaza en Bioquímica y Biología Molecular, que exige un 12,4 de calificación de entrada y es una de las carreras de la UPV que ofrecen menos plazas, 40 puestos, las mismas que Biotecnología. Era de las primeras por su 13,14 en Selectividad, además de la matrícula de honor en Bachillerato. «Tuve dudas en estudiar Medicina, pero me gusta más la investigación en laboratorio que la atención a pacientes», opinaba esta futura bioquímica, que estudió en el liceo Santo Tomás de San Sebastián, y a partir de septiembre ocupará una habitación en la residencia universitaria Unamuno de Bilbao.

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María Cea rompe las estadísticas que muestran a las carreras de Física y las ingenierías como estudios que eligen, sobre todo, los chicos. Iba a matricularse en Telecomunicaciones, pero «no me entusiasmaba», y al ver que le daba la nota de Selectividad -un 12,99- no lo dudó. Desde ayer es alumna del doble grado de Física e Ingeniería Electrónica. Todavía no ha alcanzado la mayoría de edad, pero tiene las ideas muy claras. «Mis pretensiones son altas, me gustaría trabajar en la Agencia Espacial Europea, en algo relacionado con satélites, en un laboratorio de física de partículas... Pero fuera de Euskadi», decía. «Aquí no me van a coger en ningún sitio, cero oportunidades porque no sé euskera. Así que tendré que irme fuera cuando acabe, buscar un destino internacional...», explicaba la joven, que ha estudiado el Bachillerato en el colegio Santa María de Portugalete y no tiene miedo al reto de cursar dos carreras especialmente exigentes. «Voy a por todas».

Su secreto para haber conseguido una de las 20 plazas de Física e Ingeniería Electrónica, que se venden tan caras, es «la disciplina y el trabajo diario». Nada de atracones a estudiar. «Dedico todos los días unas horas para llevar el trabajo al día, simplemente», explicaba ayer Markel Larrañaga, de 17 años, vecino de Bilbao y hasta ahora alumno del colegio Salesianos de Deusto. Iba para ingeniero industrial y en unas jornadas de orientación celebradas en Sarriko descubrió que había una titulación de Física, la asignatura que más le gusta, combinada con ingeniería y «más orientada a la investigación». Cuando comprobó la alta nota de la Prueba de Acceso a la Universidad que había logrado, un 13,01, apostó por un grado al que pocos tienen oportunidad de acceder. «Ofrece más salidas laborales que solo la Física», resaltaba.

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«Me encanta el trabajo en el laboratorio», decía ayer contenta Iratxe Seoane, de 18 años, que acabó el Bachillerato con matrícula de honor en el colegio Jesuitas de Bilbao. Ha trabajado muy duro estos dos últimos años para lograr el 13,2 de media en Selectividad que le ha abierto las puertas a la carrera de sus sueños: Bioquímica y Biología Molecular. «Siembre me han gustado mucho las asignaturas de ciencias y, sobre todo, el laboratorio», explicaba a las puertas del aula en el que completaban las matrículas a primera hora de la mañana un grupo de futuros científicos como ella. Se imagina dedicada «a la investigación contra el cáncer», aunque sabe que hasta llegar a ejercer la profesión de bioquímica, cada vez más demanda, le queda un camino largo y duro. «La carrera es difícil, pero he trabajado tanto para llegar hasta aquí que no voy a rendirme», comentaba decidida.

La Facultad de Ciencia y Tecnología dedicaba ayer un aula con ordenadores a la matriculación de los alumnos de sus grados. En la fila, muchos padres y madres orgullosos acompañando a sus hijos. La entrada en el aula se hacía por orden de nota. Jon Otegi, de 18 años, fue también de los primeros. Un 13,08, más que suficiente para ocupar una plaza en Física e Ingeniería Electrónica. Vitoriano y ya exalumno del instituto Koldo Mitxelena, explicaba con sencillez que le gusta mucho la carrera que ha elegido. Más que gustarle. «Me enamoré de las asignaturas», relataba con entusiasmo. Como a la mayoría de los compañeros con los que en septiembre se encontrará en las aulas de la facultad de Leioa quiere ser investigador.

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Aritz Pérez ha escuchado muchas veces el comentario de algún familiar que le aconsejaba no estudiar una carrera cuyo nombre empiece por bio por sus supuestas escasas salidas laborales. No ha cedido a lo que denomina «presiones externas». Sus vocación por la Bioquímica ha podido con cualquier recomendación práctica. A la inmensa mayoría de estos futuros científicos les ocurre lo mismo, no les preocupaba ayer lo más mínimo cuál será su puesto de trabajo, o si acabarán en el paro. La posibilidad de pasar el resto de su vida en un laboratorio investigando es suficiente gancho para pegarse la paliza que se han dado en Bachillerato. Aritz, que estudió en un instituto de Irún, llegaba ayer con un 13,05 de nota de acceso que logró, sin duda, empujado por esa misma ilusión.

Mireia Sáinz, donostiarra de 18 años, está convencida de que en el futuro «se crearán nuevos campos, igual aún sin descubrir, en los que se necesitarán profesionales de su especialidad», la Física e Ingeniería Electrónica. Por eso prefiere no pensar en qué va a trabajar. «Ni lo imagino». Y se ríe al recordar que cuando comenta que va a estudiar esta carrera tan exigente, sus amigos se echan las manos a la cabeza y le advierten de que va a ser muy duro. Todo un reto que no le asusta lo más mínimo. «Para mí sería imposible estudiar una filología, pero la ¡Física me encanta!». Y se le da bien, sin duda. También lucía ayer expediente académico de altura. Un 12,9 en la Selectividad y un 9,5 en Bachillerato. Ya tiene piso de alquiler, que va a compartir con unos amigos.

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