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pedro san juan
Jueves, 31 de diciembre 2015, 21:40
Las esperanzas de despertar al robot 'Philae' de la Agencia Espacial Europea (ESA), en el cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko desde noviembre de 2014, disminuyen a ... medida que pasa el tiempo, aunque los científicos creen haber percibido débiles señales en los últimos días y seguirán intentando conectar con él hasta finales de enero. «La probabilidad de establecer un contacto desciende con el tiempo, pero no podemos decir que haya desaparecido por completo», dijo a AFP Philippe Gaudon, jefe del proyecto 'Rosetta' del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Toulouse (Francia).
A unos 510 millones de kilómetros de la Tierra y después de diez años de viaje a bordo de la sonda europea 'Rosetta', el robot de la ESA aterrizó en 67P el 12 de noviembre de 2014 . Tras posarse, el módulo, del tamaño de una lavadora y 110 kilos de peso, transmitió fotos y datos desde la superficie de la roca, un cuerpo de unos 4 kilómetros de diámetro. La alegría duró unas horas, hasta que la ESA tuvo constancia de que habían fallado los retropropulsores que debían frenar el robot en su descenso y los arpones que tenían que anclarlo al cometa.
Astrónomos del Observatorio Armagh y de la Universidad de Buckingham advierten en la revista 'Astronomy & Geophysics' de que se ha detectado en las últimas dos décadas un aumento, en el Sistema Solar exterior, de cometas gigantes que podrían suponer un gran peligro para la vida en la Tierra. Esos objetos, de entre 50 y 100 kilómetros de diámetro y llamados centauros, tienen órbitas inestables que cruzan las de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Los campos gravitacionales de esos mundos gigantes pueden desviarlos hacia la Tierra una vez entre cada 40.000 y 100.000 años. Por eso, los autores sugieren mirar más allá del vecindario cercano para encontrar centauros y, por tanto, el peligro.
'Philae' había rebotado dos veces y, al final, aterrizó en una zona en sombra, lo que imposibilitó que sus paneles solares captaran la energía suficiente para recargar sus baterías. Menos de tres días después del descenso, entró en un estado de hibernación del que despertó el 13 de junio, cuando volvió a recibir energía suficiente porque el cometa estaba cerca del Sol. Su último envío de datos a la Tierra confirmado fue el 9 de julio.
Dos 'bips' en los últimos días
67P alcanzó en agosto su perihelio, el punto más próximo al Sol de su órbita elíptica de 6,5 años. Se acercó a una distancia de 186 millones de kilómetros de la estrella antes de empezar a viajar hacia el sistema Solar exterior. «El cometa se aleja del Sol y, por lo tanto, la energía que reciben los paneles solares de 'Philae' disminuye. Hacemos cálculos de exposición al Sol, pero sin conocer de manera precisa el relieve de rocas que rodea al robot y que puede proyectar sombras sobre sus paneles solares, impidiendo la recarga de batería», explicó Gaudon.
Según esos cálculos, a partir de finales de enero la exposición solar será demasiado escasa y la temperatura del aparato demasiado baja como para que vuelva a funcionar. «Al mismo tiempo, la sonda 'Rosetta' se está acercando a la superficie del cometa y podría mejorar sus posibilidades de contacto. Incluso recibimos dos 'bips' estos últimos días, el primero la noche del 21 al 22 de diciembre, y el segundo el 25; pero no estamos al 100% seguros de que haya sido un mensaje de 'Philae'», indicó Gaudon.
Hasta hace trece meses, nadie había conseguido aterrizar en un cometa, objetos que se considera que pueden ser una especie de sembradores de los elementos precursores de la vida. A pesar de los problemas y decepciones, la misión 'Philae' está considerada un gran éxito y ha dado ya grandes resultados científicos. El módulo europeo ha encontrado en el núcleo de 67P sustancias precursoras de la vida, según informaba en julio en la revista 'Science' un grupo internacional de científicos que incluía a investigadores del Centro de Astrobiología (CAB) español. La presencia de esas moléculas «es de interés para la astrofísica y para el estudio del origen de la vida», aseguraba Guillermo Muñoz Caro, del CAB y uno de los autores del trabajo. Hace unos 3.800 millones de años, la Tierra sufrió un bombardeo cometario que pudo estar en el origen de las primeras reacciones químicas precursoras de la vida.
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