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JAVIER GUILLENEA
Lunes, 20 de marzo 2017, 17:37
Hasier Larrea es el fundador de Ori (que deriva su nombre de origami), un sistema robótico, flexible, de mobiliario para apartamentos pequeños. Su diseño permite una serie de configuraciones, hacer que un dormitorio se convierta en una oficina o una sala de estar y empezar ... de nuevo, todo controlado desde un panel de mando". Esta breve descripción no proviene de cualquier parte. Procede, ni más ni menos, que de 'Forbes', la revista estadounidense famosa por publicar listados de todo tipo, que ha incluido a Hasier en la lista de los treinta ingenieros de menos de 30 años que están reinventando la industria.
Es todo un logro para un vasco que hace seis años, tras concluir sus estudios en la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Navarra en San Sebastián (Tecnun), viajó a Estados Unidos para elaborar su proyecto de fin de carrera. Comenzó a investigar en Boston, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), al que llegó con una frase en la cabeza. «La gente siempre vincula la ingeniería con los coches y la arquitectura con hacer edificios». Quizá fuera posible unir esos dos mundos y llevarlos literalmente a casa.
Paredes con músculos
Ningún lugar mejor para lograrlo que el MIT, donde Hasier, de 28 años, reside en la actualidad y donde descubrió las bondades de un entorno en el que «hay un estímulo creativo muy radical». «Hay gente de todas partes y de disciplinas muy diferentes pero interconectadas que están haciendo cosas que pueden cambiar el mundo», explica. Junto a un equipo de ingenieros al que se sumó más tarde el también donostiarra Iván Fernández de Casadevante, Hasier se lanzó a la tarea de diseñar el hogar del futuro, un lugar que sea capaz de adaptarse a las personas que lo habitan. Creó así lo que llama «muebles con superpoderes», que cambian de configuración con un gesto, un botón o con la voz y modifican en segundos el aspecto de una vivienda. «Un mismo apartamento de treinta metros cuadrados puede ser un dormitorio y un salón, o solo una sala, un despacho, o un vestidor», afirma.
La vivienda cambia su fisonomía gracias a una pared móvil central, una especie de mueble robotizado en cuyo interior se integran armarios, camas y mesas que asoman al exterior a gusto del usuario. «Vamos a darle músculo a los muebles y paredes para que se puedan transformar de manera simple, sin esfuerzo, y también vamos a hacer que esos espacios tengan cerebro, que el mobiliario pueda conversar con las paredes».
«Es el espacio el que debe adaptarse a nosotros, no nosotros a él», resume Hasier Larrea. Sus «supermuebles» están pensados para que un estudio de unos treinta metros cuadrados tenga la funcionalidad de una vivienda de sesenta metros. Por decirlo de otra manera, en vez de desplazarnos de una habitación a otra, es la habitación la que se desplaza. La casa es el robot. No parece mala idea si se tiene en cuenta el futuro que se nos viene encima.
«En 2011 se vio que por primera vez hay más gente en ciudades que en pueblos», explica Larrea. Según las Naciones Unidas, en 2050 un 70% de la población mundial será urbana. Es previsible que ante este incremento de población no quede más remedio que construir viviendas cada vez más pequeñas y, por supuesto, más caras. Es algo que ya ocurre en ciudades como Londres, Nueva York o Boston, donde «el alquiler de un apartamento de cuarenta metros cuadrados cuesta 3.000 euros». No todos pueden vivir en las ciudades y los que más sufren este problema son los jóvenes, que son precisamente el tipo de habitantes que quieren atraer las autoridades locales.
Hasier Larrea no para. Acaba de llegar de Suecia y ya prepara la inminente expansión de Ori, la empresa que creó hace año y medio. Por el momento ya cuenta con cinco estudios en Boston que funcionan como apartamentos turísticos. En primavera esperan instalar más en San Francisco, Nueva York, Washington y Seattle.
El camino que ha emprendido Ori debe mucho a la imaginación. «Se trata de digitalizar el mundo físico y aquí todo es posible, el cielo es el límite», asegura Hasier Larrea. Se puede hacer que el mobiliario y las paredes «entiendan tus emociones y se adapten a tu estado de estrés». Es posible lograr que la vivienda se amolde a la edad de sus habitantes, idear oficinas móviles o cambiar a la carta las salas de los hospitales. Puestos a pensar, la casa del futuro ya existe. Vive en nuestra imaginación.
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