![El filón vasco del gas natural](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201703/18/media/cortadas/gaviota-kTyE-U212890242150OGC-490x578@El%20Correo.jpg)
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josé domínguez
Domingo, 19 de marzo 2017, 01:11
En el Jurásico, hace la friolera de 190 millones de años, la península se reducía a Castilla La Vieja, Extremadura, Galicia, Asturias y el norte de Portugal. El resto era todo agua. Cantabria, el País Vasco y La Rioja ejercían entonces poco más que de ... lecho marino. Eso sí, en una cuenca de condiciones excepcionales. Un ecosistema específico en lo que es hoy el sur de Europa, al menos en el plano geológico.
Desde entonces, el subsuelo de las actuales comunidades autónomas ha sido un embrión ideal para el desarrollo de hidrocarburos. Así lo consideran las grandes firmas mundiales especializadas en la extracción de combustibles fósiles y también el propio Gobierno vasco. No en vano, ambas iniciativas, la privada y la pública -juntas y también por separado-, han solicitado 40 permisos de exploración que se extienden a lo largo y ancho de prácticamente todo Euskadi, su litoral y parte de las provincias limítrofes. Una circunstancia sin parangón en el resto de España, donde los indicios de la presencia de gas natural o petróleo son mucho menos evidentes y, sobre todo, cuantiosos. De hecho, dos de cada tres posibles yacimientos se ubican en alguno de los tres territorios vascos o cerca de ellos. El resto hay que buscarlos en las cordilleras bética -en Andalucía- e ibérica y en el entorno mediterráneo.
La razón de esta fertilidad del subsuelo autóctono radica en la cuenca Vasco-Cantábrica. Una lengua de tierra, rocas y sedimentos de 250 kilómetros de largo por 100 de ancho entre los macizos asturiano y navarro. Una sucesión de cunas pétreas, surcos interminables en los que los microorganismos animales y vegetales -fitoplancton y zooplancton- se depositaron y acumularon protegidos de los peligros de las corrientes y la oxidación. «Al no descomponerse, estos materiales lograron superar el proceso que los transformó en combustible fósil», subraya el profesor de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV Sergio Robles.
Uno de las grandes enemigos del medio ambiente es el CO2 que emite a la atmósfera el consumo de carbón. Ese es, según explica Sergio Robles, el problema que ha desatado las últimas alarmas de contaminación en China, donde el Gobierno ha apostado claramente por el cambio del sistema energético hacia la electricidad y el gas natural. Este último, sin embargo, no tendrá que importarlo, a juicio del geólogo, «ya que el país dispone en su subsuelo de las reservas más importantes del mundo». Lo malo es que se conserva almacenado dentro de la «roca madre», de más difícil extracción, «por lo ahora intentarán sacarlo mediante fracking».
Este experto en estratigrafía advierte de la importancia de no considerar la cornisa cantábrica como es ahora. Por eso remarca que, durante gran parte del Jurásico, la cuenca en general, y el País Vasco en particular, estaban cubiertos por el mar, que llegó a alcanzar varios centenares de metros de profundidad y sufrió variaciones del nivel de la lámina de agua de hasta 300 metros de diferencia. Muy posteriormente, los movimientos tectónicos y la erosión hicieron las cordilleras, los valles y las montañas actuales.
Fue en aquella etapa de la era Mesozoica cuando empezó todo. «Se creó la roca madre a partir de sedimentos finos como arcillas que cubrieron el material orgánico», explica. En ese entorno se gestó el hidrocarburo al amparo del aumento de presión y temperatura que con el paso de los siglos impuso el incesante aumento de pieles de la corteza terrestre gracias a la sedimentación.
Y hace cien millones de años, ya abandonado el Jurásico y bien entrado el Cretácico, empezó a engendrase otra unidad geológica fundamental en la formación del subsuelo vasco: la Formación Balmaseda, que abarca desde Espinosa de Los Monteros, en Burgos, hasta Navarra.
«En este caso, a pesar de su menor profundidad, los surcos fueron depósitos de gran calidad con la peculiaridad de que aquí las rocas madre se alternaron con otras formadas a menor profundidad, las rocas almacén, más porosas y de donde el gas se puede extraer con mayor facilidad», explica Sergio Robles. Sobre todo cuando, muy posteriormente, los movimientos de las placas tectónicas deformaron aquella extensa y suavemente inclinada plataforma marina originando las fuertes estructuras y relieves que hoy definen la escarpada geografía vasca, «muy diferente a la del Golfo Pérsico, donde hay inmensas bolsas de hidrocarburo, mientras que aquí puede haber muchas, pero siempre en pequeñas localizaciones, lo que complica su extracción».
Durango entra en la rueda
Es en esta Formación Balmaseda donde se concentran hoy los objetivos de exploración del sondeo Armentia 2. La Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi, Shesa, tramita la perforación de un pozo en la localidad alavesa de Subijana a expensas tan sólo del informe de impacto del Ministerio de Medio Ambiente, por lo que podría iniciarse en 2018.
En su subsuelo se estima que hay 185.000 millones de metros cúbicos de gas, suficientes para abastecer a Euskadi durante 60 años. Aunque para saberlo a ciencia cierta «hay que bajar», según aseguran fuentes de la entidad pública dependiente del Gobierno vasco, que se ha metido en esta aventura junto a las petrolíferas Petrichor y Cambria.
Pero hay más. En La Rioja, Shesa realiza ya pruebas de extracción en la explotación Viura, y en el entorno del valle de Arratia y la comarca del Nervión avanza en la tramitación del permiso Saia (necesario para la investigación de hidrocarburos sobre el terreno). Este mismo año se espera tener ya elegido el punto exacto para realizar el sondeo exploratorio.
Al mismo tiempo, hay otras concesiones a la espera de autorización, como el proyecto Flysch Negro, en el Duranguesado y Gipuzkoa. Las solicitudes se presentaron ya en 2011 y todavía no hay respuesta del Ejecutivo autónomo, que por primera vez menciona este permiso en sus Presupuestos de 2017 como previsión de gastos de investigación de hidrocarburos. Aunque desde Shesa descartan un interés inmediato y prefieren centrarse en trabajar en los sondeos más desarrollados.
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