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Pedro Ontoso
Domingo, 29 de enero 2017, 03:03
El caso del exvicario general de San Sebastián Juan Cruz Mendizabal, autor confeso de abusos a menores, y el episodio en el colegio Gaztelueta de Bizkaia, pendiente de juicio, han multiplicado el celo de los obispos vascos a la hora de prevenir los ataques sexuales en sus diócesis. La protección de niños y adolescentes se ha convertido en una prioridad en sus planes pastorales y en la formación de seminaristas y sacerdotes, así como en la contratación de personas incluidos los laicos para trabajar en sus instituciones. No solo se trata de la exigencia de certificado de penales por estos delitos, una medida insuficiente, sino de aplicar un protocolo en los ámbitos donde se trabaja con menores para convertirlos en espacios seguros a prueba de depredadores.
Las tres diócesis vascas han extremado el filtro para acceder al trabajo pastoral y escolar con menores, un cordón sanitario que se está generalizando en toda la Iglesia desde que Benedicto XVI instauró la tolerancia cero contra los abusos. Pero no solo se trata de exigir un curriculum limpio de antecedentes, una exigencia que se ha generalizado, también en la sociedad civil.
En Bizkaia, por ejemplo, Mario Iceta ha puesto en manos de un equipo de profesionales la elaboración de un manual de prevención que pueda aplicarse en todos los locales y actividades donde se acoge a menores de edad. Se trata de utilizar espacios abiertos, acristalados y en grupo para eliminar rincones opacos que puedan facilitar los ataques. Prevenir, prevenir y prevenir es la consigna.
Un protocolo de prevención se aplica ya en los centros diocesanos desde el año pasado. Ahora se pretende ir más allá y elaborar un manual de buenas prácticas mucho más exigente, que se pueda extender a las parroquias y otras instituciones, así como a las horas de catequesis y a las actividades juveniles en campamentos.
Un primer borrador ya ha sido discutido en el Consejo Episcopal, el órgano más importante de la curia, formado por los vicarios generales y los vicarios territoriales. Los episodios de Juan Kruz Mendizabal y del colegio Gaztelueta este centro no pertenece a la jurisdicción diocesana, pero es un establecimiento religioso han acelerado esta iniciativa, que podría exportarse a todas las diócesis vascas.
El 'caso Mendizabal' ha provocado un terremoto y todavía se suceden las réplicas. Entre el clero vasco no se entiende por qué 'Kakux', como se conoce al sacerdote, aceptó el cargo de 'número dos' de la diócesis cuando monseñor Munilla se lo ofreció, sabiendo que su pasado era una bomba de relojería con espoleta retardada. Lo podía haber rechazado por motivos personales, incluso por desavenencias ideológicas con el obispo, al que combatió cuando fue nombrado sucesor de monseñor Uriarte. Tenía argumentos de sobra para evitar una dignidad de quien ostenta la representación del obispo en su ausencia, su alter ego.
Tampoco se comprende que Mendizabal siguiera celebrando e incluso concediera entrevistas en las que contestaba preguntas sobre la pederastia después de que la Justicia eclesiástica lo hubiera condenado. ¿Se sentía inmune? ¿No era consciente de la gravedad de su situación? ¿No se ha arrepentido? ¿Daba el caso por juzgado y superado? Son preguntas que se hacen entre e l clero y en las propias curias diocesanas. ¿Vivía con conciencia de impunidad?
El nuevo obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, es un prelado sensibilizado con las víctimas de los depredadores de toda clase y condición desde su cargo en la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española. Elizalde forma parte del departamento contra la trata de personas y es el responsable del área de mujeres en la calle y trata, que comparte con otro obispo, centrado en la infancia y la juventud en riesgo.
El clérigo navarro participó en noviembre pasado en el Vaticano en una reunión del denominado Grupo de Santa Marta, creado por el Papa en abril de 2014 para atender a las víctimas de las redes mafiosas que trafican con personas, y denunciar y combatir este negocio sucio. Se trata de hombres, mujeres y menores que sufren explotación sexual y esclavitud laboral. En la reunión de Roma participaron también representantes políticos, ONGs y fuerzas policiales para desplegar una actuación coordinada, compartiendo información. En el grupo interviene el propio Bergoglio, con el que Elizalde tuvo la oportunidad de conversar. Luchar contra la trata de personas es otra de las prioridades de su pontificado.
«Es mejor que la Iglesia sea madre y la Justicia sea jueza», señala un observador en referencia a que se haya aplicado el procedimiento canónico dentro de la privacidad, convencido de que el obispo José Ignacio Munilla tenía que haber trasladado el expediente a la Justicia ordinaria pese a la posición de las familias de las víctimas. No solo se ha incumplido la normativa, el reglamento, sino que se ha conculcado la legalidad vigente y se ha cometido un delito, destaca.
La oveja negra
Mendizabal, una persona afable y servicial con la que era muy fácil sintonizar, se ha convertido en la oveja negra del clero vasco. Ya ha sido alejado del rebaño y expía su pena entre los muros espartanos de la orden del Císter. Supone un caso entre un colectivo de casi 4.000 sacerdotes y religiosos en Euskadi, pero, tratándose además de todo un referente, es suficiente para desacreditar a la Iglesia. «Una de las cosas que la gente confía a la Iglesia es la educación de sus hijos», recuerda un formador. El papel de la educación y la religiosidad popular, además de la dimensión caritativa con los desfavorecidos, son los pilares que ayudan a la Iglesia a resistir la ola de secularización. Un caso de pederastia hace un daño enorme.
El Vaticano se ha propuesto acabar con esta lacra y está dando pasos en esa dirección. El último ha coincidido con la conmoción en Euskadi por el 'caso Mendizabal'. El Papa ha nombrado al cardenal O'Malley miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 'Ministerio' que se encarga de investigar los casos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia. El arzobispo de Boston se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la pederastia internacional por su coraje y decisión en episodios que afectaban a la propia jerarquía católica.
Francisco nombró al purpurado capuchino responsable de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores y ahora lo vincula con Doctrina de la Fe, lo que aumenta su potencia de fuego contra los abusos. Además, O'Malley también forma parte del G-9, el círculo de consejeros más cercano al Papa. Es su referente en esta misión.
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