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Fermín Apezteguia
Sábado, 24 de diciembre 2016, 02:53
Lo de los chicos de azul y las chicas de rosa es un cuento que se acabó. Existen, como noches, mil y una formas de ser crío que el sexólogo donostiarra Aingeru Mayor ha recogido en un libro titulado Niños y niñas, un trabajo realizado ... con la colaboración de casi una treintena de chavales de toda España y que se presenta como un auténtico catálogo sobre las muy diversas formas de ser menor y estar en el mundo. «Todas diferentes, todas válidas».
Cada uno como quiera. O más bien como se sienta más a gusto, como mejor pueda crecer como persona, según explica el especialista vasco. Los hay con pelo largo, corto, de piel blanca, negra y amarilla. A unos que les gusta la danza, otros se pasan el día colgados de los árboles como Mowgly y otras más sueñan con ser astronautas y alcanzar un día las estrellas. También hay niños que nacen con vagina y niñas que lo hacen con pene. Forman parte del muestrario y cierto es que desempeñan en la obra un papel fundamental, aunque no sean sus protagonistas únicos. «No se trata de un libro sobre transexualidad, sino más bien un manual básico de educación sexual, que muestra a través de los chavales realidades muy diversas de una manera natural, entretenida y muy vistosa», explica el especialista que -aunque sea de forma colateral- firma el primer libro en España que aborda la cuestión del transgénero infantil, junto a la diseñadora Susana Monteagudo.
«La idea principal que guía el libro es la necesidad de reflexionar sobre la diversidad sexual en la infancia como la manera peculiar de ser de cada uno», detalla el experto. «Todos somos diferentes, pero vivimos en una sociedad que nos impone unas marcas y que impide a muchos de sus miembros manifestarse como son. En función de nuestro sexo, nos dicen cómo tenemos que vestir, cortarnos el pelo, a qué jugar. Lo deseable es que cada niño tome el camino que quiera y que los educadores, padres y profesores, les ayudemos a desarrollarse al máximo para que se muestren en todo su esplendor», explica Mayor.
De eso trata Niñas y niños. A lo largo del último año, el sexólogo de la asociación vasca de familias transexuales Chrysallis ha ido recopilando historias de chavales, a través de sus contactos profesionales y con el permiso de sus padres, que ahora recoge en un libro cuyos verdaderos protagonistas son los críos. Los 27 menores que, más allá de su sexualidad, cuentan en primera persona sus miedos, juegos y aficiones. Su forma de vivir la más feliz y al mismo tiempo más compleja etapa de la vida, que es la infancia. EL CORREO reunió en una cafetería de Hondarribia, el Amona Margarita, a algunas de las familias vascas que han participado en este proyecto. Padres, madres, hijos e hijas hablan de sexualidad, juegos, huesos rotos, confidencias. De la vida.
«Yo bailo en un grupo de chicas; Izei lleva pelo largo»
Izei y Nabil de Miguel Irún
La familia De Miguel estaba de vacaciones en un camping de Girona el pasado verano cuando recibió la invitación para participar en Niñas y niños. Dos menores, adoptados, procedentes de otra cultura, otra raza y cada uno con sus propios sueños. ¡Perfecto! Al pequeño Nabil, de 7 años, le encanta el baile a pesar de ser el único chico del grupo de danza. «Cuando era pequeño sí que se metían conmigo en clase, pero eso era en la gela de cinco años. Ahora les digo que yo me lo paso bien así». A su hermano mayor, Izei, de 9, le gusta llevar el pelo largo y lo lleva. Aunque haya a quien no le guste tanto. «No me lo quiero cortar nunca. Aunque tenga que pasar los domingos mucho tiempo en la bañera para desenredarlo», cuenta el chico.
La invitación les sirvió para pasar algunas tardes de sus vacaciones en la costa catalana hablando, padres e hijos, sobre el derecho de los niños a expresarse con libertad. «Si tenemos que plantearnos el debate sobre la diversidad es porque aún hay opiniones muy restrictivas», argumentan Íñigo de Miguel y Nerea Cerbiño, profesores de la UNED en Bergara y padres de Izei y Nabil. Como educadores y padres, saben bien de la dificultad de educar en la diversidad. «A menudo, cada uno entiende que su escala de valores es la adecuada. Si intentamos imponer criterios por encima de la libertad del otro, inevitablemente entramos en un choque de valores» , argumentan.
«No quiero que se metan con ellos y menos que se burlen»
Alai Mayor San Sebastián
Alai es una niña a la que le encanta dar volteretas. Cuentan sus padres que cuando nació creyeron que era un chico, pero el tiempo les permitió descubrir que en realidad se trataba de una pequeña mujer. En la entrevista le acompañan su hermana mayor, Laia, una adolescente de 14 años, y su madre, Olatz Marcos, que recuerda las largas conversaciones en familia antes de decidir participar en el libro. No era fácil.
A Olatz, como madre, le toca guiar a sus hijas en el camino más complejo, que es el de la felicidad. «Muchas veces los padres queremos que los hijos sean de una determinada manera. Lo bonito es que cada uno sea lo que quiera y pueda ser; y nosotros les acompañemos en esa aventura». Ni Alai ni Laia despegan los labios durante la conversación. Silencio roto sólo por las risas.
Horas después de la entrevista, la más pequeña de las dos, manda un mensaje de Whatsapp al periodista. «He salido en el libro porque quiero que la gente sepa que hay niñas con pene y niños con vulva. No quiero que se metan con ellos y mucho menos que se burlen».
«He vivido muchas aventurasy me he roto de todo»
Unai Oiartzun
Unai (10 años) no para quieto y está orgulloso de ello. «Cuando tenía dos años me abrí la frente jugando en el espigón de la playa; con tres me caí de un cactus de dos metros y me rompí la clavícula, con cuatro me quemé el pie en una barbacoa; con seis me hice un agujero en la mejilla; y a los siete me rompí la muñeca y un codo».
Zaloa Arauzo - Bilbao
Zaloa Arauzo vive en Bibao, tiene 15 años y un enorme corazón solidario. La invitaron a participar en el el libro por su condición de adolescente y su capacidad de compromiso. Y no lo dudó. «Está encantada porque hemos asistido a cursos de sexología, reuniones, conoce a mucha gente muy diferente», explica su madre, Mari Carmen Higuero. La joven no quiso pasar de puntillas por el libro y se arriesgo en su testimonio «A mí me gustan los chicos, pero no me importaría que me gustasen las chicas», defiende Zaloa. «Cuesta decir algo así en voz alta, pero es como lo siento y no me tiene por qué dar vergüenza expresar mis sentimientos», señala. Entre la gente de su edad, añade, queda mucho trabajo pendiente. «Muchos dicen que lo aceptan todo, pero luego no siempre es cierto».
- ¿Y tus padres cómo lo llevan?
- ¡Bueno! ¿Qué quiere que le diga? Lo llevan bien. Yo no siento que haya hecho nada malo. Me he roto de todo, sí, pero son aventuras de la vida y tienen sus peligros.
Maren Hondarribia
El niño vasco de la película Quiero bailar podría ser Maren, con la diferencia de que en su casa no hubo resistencia a sus deseos. En su familia hay generaciones de dantzaris, pero él fue el primero en decidirse por la danza clásica. Aprende de sí mismo. «Un día mi madre me puso a bailar y me gustó», recuerda. Todavía no ha dicho a algunos de sus mejores amigos que sale en el libro de Aingeru Mayor como un niño aficionado a la danza clásica. Necesita tiempo, pero está en ello. «Algunos me dicen que es cosa de chicas, pero en el mundo del ballet hay muchos hombres, y muy buenos», se reafirma.
«No es tu vida, es la de tu hijo, y hay que tener cuidado»
Zuhar Hondarribia
El sexólogo donostiarra defiende que «cada niño es niño a su manera». Por ejemplo, Zuhar (7 años), tiene vulva. Su madre, Patricia Domínguez, reconoce que tenía dudas sobre la participación del crío en el proyecto, pero al mismo tiempo quería agradecer todo lo bueno que, como madre, recibió al ver en la televisión un reportaje con otros niños y niñas en idéntica situación al suyo. Lo ha hecho. «Hemos tenido mucho cuidado porque no es tu vida, es la de tu hijo y, como madre, siempre tienes el miedo a sobreexponerle, porque se trata de un menor».
En la clase de Zuhar, sus profesores se valen del libro para hablar a los niños sobre la diversidad, la aceptación del diferente, la amistad. «Yo estoy contento», dice el niño. «El otro día estuve firmando libros en Madrid. ¿Sabe qué dicen mis amigos?»
- No.
- ¡Que tengo un morro...!
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