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ANA VOZMEDIANO
Lunes, 14 de noviembre 2016, 02:25
María Segurado está empeñada en difundir el mensaje de Cáritas y de las organizaciones de la iglesia católica, ese mensaje que insiste en que la opción los «migrantes con derechos son la alternativa a la mal llamada crisis de los refugiados». La teoría la ha ... desgranado en San Sebastián, dentro de la semana Ricardo Alberdi organizada por la ONG de la Iglesia.
La situación que estamos viviendo no es una crisis de refugiados. ¿Qué es entonces?
No es solo una crisis de refugiados. Para nosotros, para Cáritas y para el resto de las instituciones de la iglesia, estamos ante la mayor crisis moral de Europa, un continente que no responde a las necesidades de personas que están en su territorio y que, además, vulnera los acuerdos internacionales firmados.
¿No estamos ante un momento humanitario extremo?
Sí, pero no solo es eso. ¡Claro que hay emergencias que atender! Muchas además, porque la gente está en una situación desesperada. Es que se están vulnerando todos los derechos de las personas y la respuesta de Europa es colocarlas fuera de sus fronteras y decidir después quiénes pueden entrar en su territorio y quiénes no. Esta vez, se añade un componente más de discriminación que es la nacionalidad y la procedencia y por ella se escoge a hombres mujeres y niños, como si el ser humano no tuviera importancia más allá de cuál sea la situación de la que huya.
Es frívolo hablar en estos términos, pero ¿se refiere a que la solidaridad se centra ahora en los sirios, olvidando otros conflictos? Perdone de nuevo, pero, ¿en la sensibilidad humanitaria también hay modas?
Es dramático, resulta insufrible hablar en estos términos porque el sirio es un pueblo que está sufriendo lo indecible y ocurre que a veces los vemos como privilegiados entre todos los migrantes que se mueven en el mundo. Esto es un problema de catadura moral de nuestra sociedad. Insisto, se añaden nuevos elementos de discriminación a los que ya viven como es la nacionalidad.
Desde Cáritas no quieren hablar solo de refugiados, sino de migrantes, un término mucho más amplio. ¿Complicado?
Conocemos perfectamente las diferencias administrativas que existen entre las distintas figuras de acogida internacional. Pero ¿cómo sabemos quiénes van a pedir asilo y quiénes no entre los que esperan para saltar las vallas de Ceuta y Melilla? Nos limitamos a devolverlos a Marruecos y a decir que son ilegales. Europa y la propia España se limitan a seleccionar a personas a cuentagotas y no en acogerlas y ayudarlas. Llevamos seis años sin políticas de integración y somos un país que priva de derechos sanitarios a parte de sus habitantes.
¿La falta de respuesta de Europa y el incumplimiento de sus propios tratados coincide con un cierto miedo a todo lo que tenga que ver con el Islam?
Me sorprende su pregunta porque no creo que haya temor, aunque ese discurso se utilice de forma interesada por parte de algunos políticos. Ese supuesto miedo al velo se combate con las políticas de integración. Nosotros, desde Cáritas, no hablamos de fronteras abiertas, pero sí de que la sociedad se haga las preguntas correctas sobre cuáles son las causas políticas y económicas por las que estas personas huyen, qué les ocurre en esos países por los que atraviesan y qué pasa cuando por fin arriban al lugar de acogida.
El asilo y la restricción de derechos
¿Su iniciativa de Migrantes con Derechos puede responder a esas preguntas?
Por lo menos lo intentamos. No podemos quedarnos en lo que se llama crisis de los refugiados. Hay que ir más lejos y, sobre todo, no generar personas de primera y de segunda categoría a las que de repente se puede quitar derechos sin buscar excusas. Tenemos un riesgo grave como es convertir en parias a aquellos a los que no se les concede asilo político, un porcentaje bajísimo, por cierto, entre todos aquellos que lo solicitan. España tiene uno de los índices más bajos de Europa. Aquí, en Cáritas, en la Iglesia, tenemos miedo a que el asilo acabe siendo un baremo para quitar derechos que no deberían ni siquiera cuestionarse.
¿Temen ustedes la discriminación de los colectivos desplazados y su falta de derechos por un lado y por otro rechazan que haya ese miedo a lo extraño dentro de la sociedad europea?
Vamos por partes. Por un lado, nos encontramos con un montón de gente que huye por las razones que sea del lugar en el que vive. La República Centroafricana, de la que nadie habla, es uno de los países más violentos del mundo, y muchos de sus habitantes escapan y se acercan a Marruecos para tratar de dar el salto a esa Europa que se ha vuelto tan inhóspita. Esperan, pero no son solicitantes de asilo... Nadie los defiende ni se acuerda de ellos, pese a que este caso es uno de los más terribles que se viven en el mundo.
¿Les hemos dado la espalda?
Europa lo ha hecho sin contar con su ciudadanía. ¿Crees que mi madre tiene ese miedo al velo del que hablabas antes? No. Ella cree que paga muchos impuestos y considera también que se gasta mucho dinero en fortalecer fronteras y muy poco en decidir qué hacermos con la gente aquí y allí, en su origen, en su tránsito y en su acogida. Las mafias son un ejemplo paradigmático de lo que se gasta en su control y lo que se invierte en el tratamiento de sus víctimas.
¿Cómo ven ustedes el tratado que se firmó con Turquía, en el que también se han empleado muchos miles de euros y el que se habla de firmar con Afganistán para la devolución de los migrantes?
Me parecía increíble que se firmara el de Turquía y ahí está, por lo que mi asombro ante que nadie se plantee siquiera conveniar algo así y hacerlo con los afganos con la situación en la que están, es todavía aún mayor.
Ha habido una resolución de la ONU favorable a los migrantes. Lo digo para inyectar un poco de esperanza en esta situación.
Sí, es verdad. Lo que la resolución dice de forma textual es que «una persona en movilidad tiene que tener derechos allá donde esté». Vamos, que si yo me muevo tengo los mismos derechos que tenía ayer. Pero han tenido que pasar muchos años de sufrimiento para que se pronunciaran por fin. Estamos en 2016 y la ONU se creó en 1948. ¡Mira que ha costado reconocerlo!
¿Cómo se recupera una sociedad de esta situación?
Lo dramático es el dolor que estamos infringiendo a las personas, un dolor que costará muchas generaciones superar. Con esta iniciativa de Migrantes con Derechos lo que pretendemos es explicar a la gente la realidad para que comparta nuestra visión y podamos presionar a los poderes públicos para que el estatuto de uno no suponga despojar a otro de su dignidad. Dios quiera que haya paz en nuestro continente, porque si no es así no creo que quiera acogernos nadie.
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