Yolanda Veiga
Martes, 1 de noviembre 2016, 00:04
Alguien le contó la historia de niña. Y ella no se cansa de repetírsela a sus sobrinos. Dice que sería un buen comienzo para una novela. Podría titularse 'El árbol del bertsolari', que así llaman en Altzo (Gipuzkoa) a esta robusta haya de 180 años ... que compite por convertirse en 'Árbol europeo 2017', un concurso que organiza desde 2011 la Environmental Partnership Association de República Checa, en colaboración con ONGs de quince países (en España 'Bosques sin fronteras').
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La que propone lo de la novela es Pilar Zubiarrain, la tataranieta del bertsolari, que se llamaba Manuel Antonio de Imaz y plantó esta haya el 22 de septiembre de 1836 (se acaban de cumplir 180 años), el día de su boda con Paula Jauregi. «Él era del caserío Legarra, en el que han vivido antepasados míos durante doscientos años, aunque hace cien nos mudamos al Caserío Arretxe, a unos dos kilómetros del primero. Mi tatarabuela era del Caserío Arzadun. Plantaron el árbol como recuerdo de boda. Él lo cuidó con mimo toda su vida, medía el grosor del tronco con el gerriko y luego iba anotando cómo creía en una barrica».
Ha llegado a los 23 metros de alto. Y eso que crece a lo ancho... Porque es un haya trasmocha. Una técnica de poda que se ha utilizado durante décadas para que los árboles no crecieran hacia arriba sino a lo ancho, en forma de candelabro, «como en la película 'Tasio'». El apunte cinematográfico es de Alejandro Cantero, ingeniero de montes de la Fundación Hazi y el que ha presentado la haya de Altzo al concurso de árboles europeos. Cuenta que solo en Euskadi se trasmochan los árboles y que es una cosa muy estética que dibuja un paisaje «como de bosque de brujas».
Ya no se hace pero antes se trasmochaba cada 10 ó 15 años y esas ramas sobrantes se usaban para leña: «Se hacían carboneras y así, la madera convertida en carbón vegetal era más ligera y servía estupendamente para calentar las casas». Además, podía pastar el ganado sin afectar al arbolado. «Cuando los árboles se cortan en altura y hay ganado en la zona, los animales pisan el terreno e impiden que nazcan brotes nuevos. Sin embargo, al trasmocharlo el árbol echa varias guías a lo ancho, como si crecieran nuevos árboles pero desde el tronco antiguo».
Se trasmocharon árboles hasta la década de los 50 ó los 60, cuando el gasoil y el butano se impusieron a la leña como combustible y dejó de ser rentable esta singular forma de poda. Desde entonces no se ha cortado el ramaje, de manera que muchos árboles «se han deformado e incluso se han roto al pasar un vendabal porque las ramas tienen demasiado peso». Una lástima porque «son nuestros árboles viejos». Los nuestros y los únicos ya que tenemos ejemplares de 600 años o más (calculando la edad del tronco original) «mientras que en Europa los bosques más viejos no tendrán más de 300 años».
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«No sabía ni por dónde empezar»
En 2007 la Diputación de Gipuzkoa y la Fundación Hazi firmaron un acuerdo para trasmochar algunos árboles y quitarles así el peso sobrante. Calculan que habrá «entre 200.000 y 300.000» y apenas han podido trasmochar «unos cientos». Entre ellos la famosa haya de Altzo, que en 1997 ya había sido declarado 'Árbol singular' por decreto del Gobierno Vasco, de manera que no se puede derribar. «En 1967 lo podó mi abuelo pero desde entonces no se ha tocado. En la familia ya decíamos que había que trasmocharlo, pero no sabíamos ni por dónde empezar y encima vale un pastón», reconoce Pilar Zubiarrain. Así que cuando los técnicos de Hazi y la Diputación le pidieron permiso para hacerlo ella se lo dio encantada.
Y les contó la historia del árbol... Esa que ha servido también de excusa perfecta para reunir a la familia que tienen fuera. Porque el bertsolari y su mujer tuvieron ocho hijos, cinco mujeres (dos se hicieron monjas, otras dos se fueron a Tolosa y la otra se quedó en Altzo) y tres varones que emigraron a Ámerica. Allí, concretamente en Argentina, fue creciendo una rama de la familia, como uno de esos brotes nuevos que le nacían al haya tras la poda. «Mi madre tienen primos carnales en Argentina y en 1997 vinieron a Altzo a ver la haya. Hicimos una comida familiar y fotos. La hija de una de esas primas tiene un novio alemán y él ha vuelto de nuevo este verano a visitar otra vez el árbol». Cuenta Pilar que el viejo tronco ha sido siempre «un vínculo» para la familia. Y un símbolo para el pueblo. «En la escuela de Altzo llevan a los niños todos los años a visitar el árbol y le cantan bertsos. Es patrimonio de todos».
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Y ahora quieren que sea, además, 'Árbol europeo 2017'. Para que eso suceda debe superar antes el concurso nacional. Ya que la haya de Altzo compite con otros ocho ejemplares magníficos de toda la geografía española, robles, álamos, tejos... con curiosas historias detrás. La votación es online y termina el 6 de noviembre. De momento la haya está en segunda posición, a un pasito de los 760 votos. A la cabeza, con algo más de 800 apoyos, el pino cascalbo de Ávila, de momento el favorito. Se eleva 43 metros y medio, tiene 350 años y es un emblema de la Sierra de Gredos porque ha sobrevivido a grandes incendios que han asolado la zona.
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