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David S. Olabarri
Miércoles, 14 de septiembre 2016, 00:45
En un país que tiene poco más de 10 millones de habitantes y registra más de 1.800 asesinatos al año Euskadi contabilizó 25 homicidios en 2015, la muerte de José Ignacio Bilbao Mezo apenas ocupó una columna en los diarios de República Dominicana. La ... Prensa local se limitó a informar el pasado día 1 de que un «empresario español» había fallecido en el hospital al no ser capaz de recuperarse de las heridas que le provocaron los dos disparos de bala que recibió el 19 de agosto. En la información de apenas 10 líneas, ofrecida por los organismos oficiales, no se ofrecían apenas detalles de la víctima. Los medios especularon con la posibilidad de que el móvil del asesinato fuese un atraco: uno más cometido en una ciudad Santo Domingo, acostumbrada a que se produzcan asaltos en plena calle de forma periódica.
El «comerciante español» del que hablaban los periódicos locales era, para ser precisos, un empresario bilbaíno que llevaba 30 años haciendo negocios al otro lado del océano Atlántico, según ha podido saber EL CORREO. Iñaki (como se le conocía en su entorno) trabajaba como delegado en importantes ciudades de América para una famosa conservera y había emprendido diversos negocios de venta de alimentos para hoteles. También desarrolló empresas de equipos comerciales. Al parecer, con notable éxito. Según fuentes de su entorno, el empresario pasaba unos nueve meses en América y otros tres en Bilbao, donde tenía una casa en uno de los edificios más lujosos de la Plaza Euskadi.
En la mañana del 19 de agosto, Iñaki Bilbao salió de su casa al volante de su Audi Q5 blanco en el exclusivo barrio de Bella Vista, en pleno centro de la ciudad. Todavía no había salido de este núcleo residencial cuando, a la altura de la calle Carmen Cordiel Mendoza, se le acercó una motocicleta en la que circulaban dos personas. Eran dos pistoleros que ocultaban su rostro bajo oscuros cascos. Le dispararon al menos en cinco ocasiones. Tres de las balas atravesaron la luna lateral del coche. Dos de ellas impactaron en el empresario, alcanzándole el tórax. Iñaki, de 59 años, fue trasladado al Centro de Diagnósticos y Medicina Avanzada de Santo Domingo. Allí fue intervenido quirúrgicamente. El primer parte médico hablaba de que estaba «estable» dentro de la «gravedad».
Cuando se hicieron eco de la noticia, los medios apuntaron al atraco para tratar de explicar lo ocurrido. Se basaron, en este sentido, en los testimonios ofrecidos por residentes, que insistían en denunciar el aumento de la criminalidad y la delincuencia en la zona. Sin embargo, en una conversación con EL CORREO, desde el periódico Diario Libre aclararon que «en ningún momento» se ha constatado que los asaltantes se llevasen nada del coche de la víctima. De hecho, ni siquiera está claro que instasen a Iñaki a detener el automóvil antes de iniciar el tiroteo.
Los medios consultados por este diario no descartan ninguna hipótesis. Por las circunstancias en las que se produjo el ataque, tampoco se rechaza la posibilidad de que se trate de algún tipo de «ajuste de cuentas» o de «venganza personal». El portavoz de la Policía, Nelson Rosario, declaró al diario 7 Días que la investigación por el momento se ha centrado en «verificar» las cámaras de vigilancia que hay «por los alrededores» y en «entrevistar a varias personas» que estaban en dicha calle en el momento del ataque.
Paseos con un Mustang
Iñaki murió en el hospital el pasado 31 de agosto, después de más de diez días ingresado. A pesar de las operaciones a las que fue sometido, las heridas en algunos de sus órganos eran demasiado graves. Muchos de sus amigos en el País Vasco tardaron semanas en enterarse de su fallecimiento.
Según fuentes de su entorno, Iñaki tenía intención de volver a medio plazo al País Vasco para instalarse en la capital vizcaína, donde poseía un piso en uno de los edificios residenciales más caros. Aunque estaba ya arraigado en República Dominicana, el empresario solía pasar todos los años varios meses en Euskadi. Durante sus visitas aprovechaba para conducir un Mustang «que no utilizaba demasiado», y «solía pasarse por el batzoki de la calle Henao». Los que le conocen le definen como una persona «muy sociable» y «alegre» a la que le encantaba «disfrutar de la vida». Según los mismos medios, la víctima no tenía hijos y tampoco estaba casado.
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