EL CORREO
Martes, 16 de agosto 2016, 02:19
Varios desconocidos atacaron en la noche del pasado sábado al domingo la cocina que el proyecto Zaporeak liderado por el Grupo Gastronómico de Intxaurrondo de San Sebastián tiene en la isla griega de Quíos y que desde el pasado marzo está dando de ... comer a diario a unos 1.300 refugiados. «La intención estaba clara, no dejarnos trabajar e impedir que ellos recibieran su comida. Tuvimos suerte porque no vieron los pollos y tampoco pudieron con los perolos, que pesan 120 kilos. No estropearon la maquinaria, tiraban los garbanzos con espumaderas», relató ayer Peio García Amiano, cocinero y responsable de Zaporeak en Quíos.
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En una nota de prensa, el colectivo informó de que los vándalos forzaron la cerradura de la cocina y dejaron «inservible» la comida que estaba previsto distribuir. «¿Que quienes son? se preguntó García Amiano. No vamos a señalar a nadie, pero existe esa rama de la ultraderecha que es Amanecer Dorado, que está en contra de que haya refugiados, que quieren echarlos. Parece que han decidido declararnos la guerra».
Desde Zaporeak recordaron que en ocasiones anteriores les han cortado la electricidad y les han pinchado las ruedas de su furgoneta. Ayer mismo les pusieron silicona en la cerradura de la cocina. Sin embargo, el colectivo insistió en que continuará con su atención a los refugiados, y añadió que cuenta con el «total» apoyo de las instituciones griegas locales, de otras ONG y de la sociedad vasca.
En una entrevista concedida a Ana Vozmediano, García Amiano ahondó en los problemas que han tenido con la comunidad.
-¿Qué ha pasado? Es la segunda noche seguida con problemas en su cocina solidaria de Chíos...
-Esta vez el incidente es más leve que el que ocurrió la noche del sábado, cuando un grupo de personas sin identificar tiraron por el suelo garbanzos, tomates, manzanas y todo aquello que vieron en la cocina. La situación no amedrentó a los voluntarios que están allí ahora mismo y que con la ayuda de gente como la de Salvamento Marítimo Humanitario consiguieron llegar a su objetivo: los refugiados comieron mejor que nunca, con alubias de lata de las que manda el conservero navarro Pedro Luis, pollo al curry, ciruelas pasas y una pera.
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-Llevan tiempo pensando en cambiar de sede porque se han encontrado con algunos problemas con el vecindario de su local actual. ¿De qué se queja el vecindario? ¿Molestias? ¿Ruidos?
-El malestar que se ha creado en algunos grupos no tiene nada que ver con ruido o problemas similares. Entramos pronto a trabajar y a poner los perolos, a las seis de la mañana, pero, acabamos a las cinco de la tarde. Aquí, salvo nosotros, no viene nadie a comer, las furgonetas con las bandejas se llevan a los campamentos... No es nada de eso.
-Vale. Racismo. Sin más.
-Si. Es así. Tuvimos a tres refugiados que son cocineros y que nos ayudaron sobre todo a adaptar nuestras comidas al gusto de los países de los que llegan estas personas. A todos nos venía bien su presencia, su colaboración, también a ellos mismos. Tuvimos que prescindir de su apoyo porque había gente del vecindario que estaba en contra.
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-Tampoco la policía local les ha hecho demasido caso cuando han denunciado los sabotajes.
-La verdad es que no, que estaban más interesados en saber quienes éramos nosotros y de donde veníamos que en investigar lo ocurrido.
-Además de todos los problemas con los que se encuentran los refugiados deben hacer frente también a la hostilidad de la población. Eso es lo que parece que ocurre en Chíos ¿no es así?
-No, no es verdad. Hay mucha gente de la isla que trabaja con los refugiados, que apoya y que ayuda, que quiere que vivan un futuro mejor. Pero siempre están esas minorías que no los tolera, que pretenden que se vayan y que tampoco quieren permitir que nadie les eche una mano dándoles de comer, por ejemplo.
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-El incidente del sábado, cuando tiraron la comida por el suelo no es el primero, ¿verdad? Porque ustedes ya llevan tiempo pensando en cambiar de local...
-Bueno... ha habido pequeñas cosas antes, cositas puntuales como alguna rueda pinchada, el interruptor eléctrico que tenemos fuera saboteado para que las cámaras dejaran de funcionar... alguna 'judiada' sí que nos han hecho, pero no pensábamos que llegarían a entrar ni a tirar todo por el suelo. La gente se supo rehacer y lo seguirá haciendo, pero lo que tememos es que estropeen la maquinaria. Se ha perdido comida, sobre todo curry, garbanzos y fruta, pero no se han tocado los utensilios importantes.
-¿No se han llevado nada?
-No. No es gente que necesitara comida, no son refugiados que tienen hambre. Son personas que lo único que querían era fastidiar e intentar que nos vayamos, que dejemos de ejercer nuestra labor. Y no se nos pasa por la cabeza mientras tengamos recursos.
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-De momento tienen fondos para llegar hasta diciembre y las obras del nuevo local avanzan. ¿Allí les dejarán en paz?
-Pensábamos que iba a estar preparado para esta semana, pero no va a ser posible. Estoy esperando a que todo esté listo para volver a Chíos y organizar el nuevo funcionamiento. Esta vez se trata de un local sin vecindario, en un pabellón industrial aislado en el que además vamos a tener la ventaja de que están unidos la cocina y el almacén. También es más grande y más cómodo.
-Este fin de semana ha estado usted junto con otros miembros de Zaporeak vendiendo camisetas en la feria de Estella. Siguen recaudando fondos.
-Es que lo necesitamos si queremos seguir con esta labor. Damos de comer a 1.700 personas diarias y el número de refugiados no va a disminuir. Nos ocupamos también de la comida de los voluntarios que están aquí y queremos enviar un camión con pañales y material para los niños más pequeños, así como adquirir freidoras industriales.
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-El Koxk, el kilometroak gastronómico de Intxaurrondo también va a recaudar fondos para Zaporeak...
-Confiamos en ello, en poder continuar con nuestra labor.
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