Pedro Ontoso
Jueves, 7 de julio 2016, 00:42
Desde el inicio de la democracia en España se han sucediddo seis leyes educativas. Entre 2008 y 2014 se han realizado 450 reformas educativas a nivel internacional. «El mundo está en emergencia educativa», ha alertado el filósofo José Antonio Marina, una de las voces más ... cualificadas y más respetadas en este ámbito. El catedrático ha urgido a los partidos políticos un pacto educativo que sintetice «todos los intereses legítimos» y elimine la inestabilidad y el «lío mental» que sufren los estudiantes. La propuesta sugiere solicitar al futuro presidente de las Cortes que constituya un equipo de gestión para que en el plazo de seis meses se cierre un acuerdo que permita poner en marcha una nueva ley de Educación, mientras la actual LOMCE se convierte en un texto de transición, con algunas modificaciones y aplazamientos.
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El filósofo toledano cuenta con el apoyo de Carmen Pellicer, teóloga, pedagoga y escritora, y una de las mayores expertas en la gestión del cambio educativo. Marina y Pellicer reunieron recientemente a un grupo de 200 expertos pedagogos, directores de centros, sindicalistas, miembros de la patronal, etcétera para discutir una propuesta de hoja de ruta, en la que habría que implicar a numerosos agentes sociales. Sin embargo, esto debería encauzarse en una iniciativa parlamentaria. Los políticos no parecen estar por la labor. Hablan de educación, pero nadie quiere ceder en sus postulados ideológicos. En una reciente entrevista, mi compañero César Coca le preguntaba a José Antonio Marina por las bases de ese pacto. El profesor contestaba que «habría que empezar por aclarar que hay obstáculos para alcanzar un pacto que se asientan sobre equivocaciones. Por ejemplo, pensar que equidad y calidad se oponen, o que el derecho a la educación protegido por el Estado choca con la libertad de elección de los padres. Y luego está el espinoso tema de la Religión».
En efecto, en la reunión de expertos salieron esas cuestiones y algunas más. Por ejemplo, las tensiones entre la valoración profesional de los docentes, del sistema de acceso y de la evaluación de su desempeño; entre la gestión de la educación pública frente al control exclusivo del Estado; entre el respeto a la autonomía de los centros y el control de las administraciones o entre un currículo común a todo el Estado y las concreciones de cada autonomía.
En la 'cumbre' había representantes de numerosas instancias que representaban posiciones distintas, pero con un gran respeto a la pluralidad. «Necesitamos un pacto urgente entre todas las fuerzas políticas y agentes sociales», indicó el secretario general de Escuelas Católicas, José María Alvira, quien advirtió de que para lograrlo «hacen falta grandes dosis de generosidad». Asimismo, apeló al artículo 27 de la Constitución para defender la libertad de enseñanza y subrayó que tanto la red pública como la concertada son «complementarias».
En la misma línea, el presidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza, Alfonso Aguiló, invocó a la «pluralidad» de modelos en el sistema educativo español público, privado y concertado, que debe ser «garantizada», y subrayó que «no se puede nacionalizar la educación» como, a su juicio, «nadie se plantea hacerlo con los medios de comunicación».
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«Un escenario multipartido ofrece unas condiciones que posibilitan el pacto educativo», señaló Carlos García de Andoin, autor del estudio 'La enseñanza de la religión en Europa', publicado en la revista 'Iglesia Viva', quien recordó que los acuerdos que duran son los que la izquierda hace con la Iglesia católica. El especialista propuso para Primaria incluir la «competencia espiritual», además de la asignatura de Religión, y en Secundaria que el modelo sea laico que incluya la «enseñanza cultural del hecho religioso». Sin olvidar Educación para la Ciudadanía.
¿Quien tiene miedo a la religión? En Euskadi, junto a la labor de la escuela pública, la escuela concertada está desarrollando una labor educativa de primer orden con experiencias exitosas de innovación pedagógica. Muchos de los centros se implican en la vida de los barrios y de los pueblos y constituyen un núcleo muy vivo de participación. Muchos de estos temas se trataron en la jornada que organizó recientemente en San Sebastián el colegio Summa Aldapeta, un centro con más de 2.000 alumnos en varias líneas educativas, que es un referente en la ciudad. Summa Aldapeta es una realidad de los marianistas, pero se ha embarcado en un proyecto estratégico para convertirse en un colegio del siglo XXI, de la mano de su director, Javier Cortés, y su equipo de entusiastas. En la presentación del proyecto a las familias, al colectivo educativo y a la ciudad tuvo lugar un diálogo público entre Cortés y Marina.
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En la conversación salió la cuestión del pacto educativo, uno de los más reclamados. Marina ha constatado que «asistimos a un enfrentamiento de dos modelos educativos. Antes se denominaban conservador y liberal-progresista, y ahora, neoliberal y socialista. Con los enfrentamientos seculares ocurre lo mismo que con las enemistades. Al final, la lista de agravios hace olvidar cuál fue el origen del problema, lo que hace muy difícil cualquier arreglo. En educación, los partidarios de cada modelo han ido caricaturizando a los contrarios, y los posibles debates se hacen sobre estereotipos y no sobre la realidad. Eso ocurre con el enfrentamiento entre calidad y equidad en educación. Los conservadores consideran que los socialistas desde la Logse se han propuesto volver ignorantes a nuestros alumnos. Los socialistas, que sus adversarios solo quieren favorecer el negocio de la escuela privada y a los alumnos de clases privilegiadas. Ambas cosas son falsas».
Si Marina es un hombre de reflexión, Javier Cortés es un hombre de acción. Y va a liderar un gran proyecto en Summa Aldapeta, educativo y arquitectónico, en el que se invetirán cerca de 20 millones de euros. ¿Cuántos proyectos de estas características se están haciendo en España? Cortés ha sido director general del gigante editorial SM y ha representado al sector de los editores como presidente. Y ha escrito mucho sobre educación. Su último libro se titula 'La escuela católica', prologado, por cierto, por Marina.
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Javier Cortés no pregunta a los padres por su ideario religioso. Profesa un absoluto respeto a la libertad de pensamiento de cada familia. Pero es consciente de que la religión, la experiencia de la fe, tiene mucho que aportar a la escuela en general y a la sociedad democrática. Con respeto al área de Religión, Cortés escribe en su libro 'La escuela católica' (PPC) que «deberíamos asumir que el objetivo fundamental no consiste en enseñar 'las cosas de Religión' sino aportar el sentido de la fe cristiana a las experiencias humanas. Desde este punto de vista no hay área con más vocación de interdisciplinriedad». Inisiste, además, en que la religión «lejos de ser un problema, constituye una oportunidad para profundizar en la experiencia humana».
Cortés siempre destaca «el importante papel de la educación como elemento de transmisión de la tradición. Una de las labores de la educación es transmitir la tradición ética y cultural, sobre todo en una sociedad en la que se está dando una batalla cultural. La educación tiene que ganar la batalla cultural, no podemos dejar en el olvido las grandes cosas que la humanidad ha hecho por estar todos tocando teclas con los dedos. La educación tiene una obligación de transmisión de la tradición mejor de la humanidad y esta tentación de estar siempre a la última y de que el niño toque cincuenta teclas... Cuando me preguntan si tabletas o papel, yo siempre digo que lean Cervantes, Twain o hasta Enid Blyton, me da igual cómo, pero que lo hagan. Yo tengo la obligación de transmitir lo mejor de la tradición de la humanidad porque estamos en un momento cultural muy pobre y la batalla cultural es una de las grandes batallas del siglo XXI, aunque nadie habla de ella. ¿Qué cultura va a ganar en este siglo? Esa es la pregunta».
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¿Catequésis? ¿Adoctrinamiento? Habrá de todo. Acabo de conocer una experiencia en el centro La Salle Bilbao, arraigado en la ciudad desde hace 125 años, que tiene poco de lo anterior y mucho de compromiso social y formación integral de las personas. Una vez acabado el curso escolar monitores y alumnos del colegio se embarcan en un verano solidario, lejos de las playas de moda, para conocer y trabajar con los excluidos de la sociedad del bienestar.
Algunos viajan hasta Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, para dar apoyo escolar a los niños de un orfanato. Otros se trasladan al barrio de Las Palmeras, en Córdoba, una zona marginal en la periferia de la ciudad, para convivir durante dos semanas con esa realidad de los desfavorecidos. Todavía queda un grupo que realiza una ruta solidaria entre Irún y Bilbao, con etapas para detenerse en proyectos de atención social. Como Villa Betania, el hogar guipuzcoano de Cáritas que acoge a personas con VIH que carecen de recursos económicos y no tienen ayuda familiar. O el Proyecto Hombre de Lasao (Zestoa) de atención a toxicómanos. O la red Bizitegi de Bilbao, que trabaja para la reinserción de personas en riesgo o situación de exclusión social. Esa es su clase de Religión.
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