Cecilia Cuerdo
Lunes, 4 de julio 2016, 19:55
El reto: 40 kilómetros en aguas abiertas, el tramo que une la isla de Santa Catalina con la playa de Palos Verdes en Los Ángeles (California). Una zona de corrientes impredecibles, que alargan la travesía, y mucha vida marina, un eufemismo para decir que además ... de focas, encontrarán ballenas e incluso tiburones. Nada de esto amedrenta a Javier Mérida, un malagueño que encontró en el triatlón la forma de superarse cada día y olvidar que, por culpa de un desgraciado accidente, cada mañana tendría que calzarse una prótesis de titanio y fibra de carbono. Ahora aspira a convertirse en el primer deportista amputado del mundo en lograr la Triple Corona, una durísima prueba de natación en aguas abiertas que, además de la travesía californiana, incluye la vuelta a la isla de Manhattan o el cruce del Canal de la Mancha. Proezas ya logradas en los últimos cuatro años.
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Mérida lleva ocho meses preparándose intensamente para la travesía que afrontará la próxima semana, entre el 13 y 14 de julio. El entrenamiento lo ha combinado con el Ironman de Lanzarote, otro de los retos extremos que ha superado con éxito pese a las dificultades con la prótesis y gracias a su determinación, explicó ayer su entrenador, Jaime Vigaray. 3,86 kilómetros a nado, 180 kilómetros en bici y una maratón, todo seguido. Ahí es nada.
La de Santa Catalina, sin embargo, será la mayor distancia a la que se enfrente a nado. Por delante tiene entre 12 y 14 horas de nado, por suerte en aguas cálidas (de 15 a 19 grados). Sin descanso, sin agarrarse a nada y sin parar, salvo unos segundos para comprobar que no se desvía y recoger el avituallamiento. La prueba, que se podrá seguir en Internet (www.tracktherace.com) comenzará a media noche (15 horas en España), para jugar con las mareas y minimizar las corrientes de agua que le arrastren y alarguen el recorrido y, de paso, mitigar el intenso sol del verano californiano.
Allí, en medio del agua, estará acompañado por un kayak y un pequeño barco en el que viajan su mujer para darme ánimo y su médico personal dispuesto a solventar cualquier emergencia e ir controlando la alimentación en función del esfuerzo. Ahí reside su pequeño secreto para afrontar este desafío que al cabo de tres o cuatro horas empieza ya a romper la cabeza. El avituallamiento es cada media hora, y yo no pienso en las horas que tengo por delante, solo en lo que me queda hasta ese momento, en la siguiente media hora, desvela.
Los peces y tortugas marinas del que fuera considerado el acuario del mundo por el oceanógrafo Jacques Cousteau, formarán el resto del acompañamiento. No hay noticias de ataques, aunque sí de avistamientos de tiburones, señala Mérida. Rosa, su doctora, cree más en la estadística. Con una pierna menos, tiene menos probabilidades de que le pase algo en la sana, bromea.
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La vida de Mérida, deportista nato aunque no profesional, se truncó una tarde de 2008. Al regreso de un torneo de padel para el cumpleaños de su hijo, una conductora ebria se estrelló contra él cuando vaciaba el maletero. Tuvo el reflejo de saltar y apartarse, pero su pierna quedó atrapada. En ningún momento perdió la consciencia, y supo rápido que tenía que seguir adelante. Por él, pero también por su familia. Continuó con su trabajo en un club de padel de Marbella, Nueva Alcántara, pero decidió que era la oportunidad de encontrar nuevos desafíos. ¿Has soñado alguna vez con ser el primero del mundo en algo? Yo sí, dice el lema con el que acude a esta prueba.
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