Edad y voto
Cuando se deja la actividad laboral los ingresos descienden y esas personas jubiladas tienden a inclinarse por partidos que les aportan seguridad
María Teresa Bazo
Domingo, 19 de junio 2016, 02:34
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María Teresa Bazo
Domingo, 19 de junio 2016, 02:34
La población envejece de manera muy rápida en todo el mundo, y cada vez hay menos personas jóvenes y más personas mayores. Ante la repetición de las elecciones generales se cuestiona el alcance de la abstención y a qué partido/s afectará más positiva o ... negativamente, y en función del grupo de edad. Los nuevos partidos políticos se han lanzado a la caza y captura del voto de los más jóvenes, pero ocurre que los jóvenes votan menos que los de más edad, e incluso que las personas ancianas. Y parece lógico. Cuando se ha alcanzado cierta edad no sólo se tiene más experiencia, sino que en las sociedades con amplias clases medias, los grupos de edad intermedios mayoritariamente disponen de un empleo, tienen una familia, también hipotecas, es decir una vida con diversos compromisos. El riesgo es más temido que cuando se es más joven.
Entre las personas jubiladas la mayoría tiene una pensión que desea al menos conservar. Con trabajo y esfuerzo han acumulado unos ahorros en forma de depósitos, fondos de pensiones, unas acciones, una propiedad, simplemente la propia casa que, en España en mayor medida pero también en otros países, la inmensa mayoría de las personas mayores posee; incluso una segunda vivienda, y obviamente tienen sumo interés en expresarse en unas elecciones. ¡Y claro que son conservadoras!
En sociedades salarizadas como las actuales, cuando se deja la actividad laboral los ingresos descienden, y las personas tienden a no realizar más inversiones ni a arriesgarse. Por eso les interesa ir a votar, que es prácticamente la única forma de participar en política, y suelen inclinarse por partidos que les aportan algo de seguridad y una cierta tranquilidad, máxime en tiempos de tanta incertidumbre y de cambios rápidos como nunca han sido. Las personas jubiladas cada vez tienen más formación y experiencia profesional. Han protagonizado los grandes cambios económicos, sociales y políticos de la Transición, y parece lógico que quieran ser conservadoras de todo lo que creen bueno y valioso desde el punto de vista material, ideas y valores, para ellas, sus familias y la sociedad en general, aunque están abiertas a los cambios que mejoren la vida social.
En la última encuesta preelectoral del CIS aparece una serie de datos en porcentajes que muestran la tendencia de las personas a querer votar, en las próximas elecciones, más que a otros a los dos grandes partidos tradicionales, especialmente a partir de los 35 años al PP (que en total suma el 16,8% de adhesiones entre las personas encuestadas) y de los 45 años al PSOE (con el 14,6% del total), y creciendo los porcentajes conforme aumenta la edad. Por el contrario, Unidos Podemos (11,8%) y Ciudadanos (8,5%) muestran la tendencia inversa, declarando los más jóvenes querer votarles en mayor proporción. El salto en los porcentajes que empiezan a disminuir con la edad se da desde los 35 años en el caso de Podemos y a partir de los 45 en el de Ciudadanos.
Los datos sobre «preferencia de voto y simpatía» muestran la misma tendencia. El PP, con el 19,4% del total de las respuestas, y el PSOE, con el 18%, van subiendo los porcentajes conforme va aumentando la edad. En Unidos Podemos, con el 13,3%, disminuye paulatinamente el porcentaje de preferencia al ir aumentando la edad; y Ciudadanos (10,1%), también. Por otro lado, al preguntar si con seguridad se irá o no a votar, el 53% afirma que sí con total seguridad, sin que se encuentren diferencias por grupo de edad.
A la pregunta sobre si se fue a votar en diciembre de 2015, el 85,4% manifiesta que sí, aumentando el porcentaje desde el 72% entre los de 18 a 24 años hasta algo más del 90% a partir de los 55 años. Si PP y PSOE siguen atrayendo a votantes de diversas edades pero con predominio de las personas de una edad intermedia y mayor, es porque hasta ahora, cada uno con sus luces y sus sombras, les proporcionan una cierta seguridad. Por eso cada partido tiene que mimar a su electorado, defendiendo sinceramente lo que siempre han sido sus señas de identidad, mostrándose críticos y exigentes en la defensa y cumplimiento de sus principios, y no enloqueciendo por las modas que por eso mismo son pasajeras. Es imprescindible estudiar y analizar con rigor los verdaderos cambios demográficos y sociales, que difícilmente se pueden comprender en profundidad sólo con el seguimiento de las redes sociales.
De cara a la prospectiva sobre el resultado electoral, parece que al margen de la ley electoral y de como ésta configura la representación parlamentaria, queda esa tercera parte de indecisos. También debe considerarse el volumen de los grupos de más edad. El de 45 y más años supone más de la mitad de la población en edad de votar y el de 35 en adelante las tres cuartas partes, representando los más jóvenes una cuarta parte del censo. Parece que hay margen para todos los partidos para intentar atraer a los votantes.
Poniendo una nota de humor puede traerse a colación aquello de que la juventud es una enfermedad que se cura con los años. Resulta lógico pensar que aquellos partidos que logren sintonizar con los intereses de las mayorías de un país podrán lograr su adhesión. A pesar de la banalización a que lleva en todos los órdenes esta patética teatralización de la vida política.
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