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Sábado, 11 de junio 2016, 16:28
Etapa 1: Barcelona-Calaf (90 km)
Problemas en el inicio de la Non-stop Barcelona San Sebastián. Yo (Bruno) era el encargado de realizar el primer relevo, el que me llevaría hasta Calaf. 90 kilómetros a través de la sierra de Montserrat. Una de los sectores más bellos pero duros debido al elevado desnivel acumulado (1.800 metros, como subir el Pagasarri tres veces).
Mi arranque de la carrera no ha sido bueno, ya que me ha quedado sin agua a las primeras de cambio, en el kilómetro 40 debido a un problema con la 'camelback'. La mochila en la que transportaba el agua se ha roto y he perdido todo el líquido para la etapa. Con ello, he tenido que afrontar el resto del sector totalmente seco.
Era uno de los peores momentos. Antes de afrontar las primeras dificultades montañosas. A la desesperada, cuando tenía que circular por un tramo de carretera, he visto a un joven con una botella de agua. Le he pedido «un trago», pero con nervios y un poco mendigando, le he pedido la botella entera de 1,5 litros, que he metido en la mochila. Líquido para saciar la sed que empezaba a atenazar mis músculos.
Con el plástico echado a la espalda, al menos podía hidratarme, aunque era necesaria cierta ayuda si no quería parar. Ahí he encontrado la colaboración de Odei Gil, que este año afronta el reto en solitario. Me ha cogido la botella y entre los dos la hemos abierto. En este tipo de carreras también existe la solidaridad, pese a que adelante se va a muerte.
Antes de empezar, en la línea de salida, Jorge Pereira, ganador en la pasada edición en la categoría en solitario, parecía «tranquilo». Los primeros kilómetros de la etapa han sido rápidos. El largo pelotón iba enfilado hasta que, en el kilómetro ocho, se ha producido una caída que ha cortado al grupo. A partir de ahí se han ido creando diferentes pelotones, aunque muchos ciclistas iban ya en solitario. A su ritmo, ya que es una carrera de fondo.
Serpenteando las pistas, casi llanas, los corredores hemos tenido un momento de tregua. A partir del kilómetro 40 comenzaban a subir la sierra de Montserrat. Pistas con mucha inclinación que han hecho que algunos pusieran el pie a tierra. Unos kilómetros muy difíciles para mí, que a pesar de ir cómodo cuesta arriba, seguía arrastrando su gran problema: no tener agua. Tenía que regular para no desfallecer. Poco a poco. Sin embargo, como os contaba, he tenido mi golpe de suerte al encontrarme con un joven en una carretera. A partir de ahí, todo ha mejorado, ya que podía hidratarme.
En esos kilómetros hacia meta he coincidido con Didac, un corredor que se conocía la zona a la perfección y con el que iba a afrontar el resto de la etapa. Aunque hoy no he tenido suerte. Con la noche ya echada, me quedaban unos 20 kilómetros a meta. He enchufado el foco, pero con los baches se me movía (nuevo error en la preparación del material) y no enfocaba al camino, por lo que tenía que sujetarlo con la mano. Un final difícil, que me ha hecho perder tiempo, pero que no ha hecho que me amilanara. Mi tiempo ha sido de 4 horas y media en ese primer sector, una hora y media mejor de lo que esperaba el equipo de EL CORREO. Mis compañeros estaban eufóricos en una meta que estaba muy animada, con numeroso público en Calaf.
El relevo se lo he dado a Jesús en Calaf, que tenía por delante 87 kilómetros hacia Balaguer en una oscuridad que sobrecogía.
Etapa 2: calaf-Balaguer (88 km)
Más problemas
He salido con calma. Bruno había acumulado mucha ventaja respecto a los planes iniciales, así que teníamos colchón. El terreno picaba hacia abajo. Y nos hemos podido mover con velocidades de entre 25 y 30 kilómetros por hora.
Al principio he intentado engancharme con algún otro corredor, pero no ha habido manera. Me he chupado unos 25 kilómetros en solitario hasta que he dado con alguien en la oscuridad del camino.
Luego hemos ido un rato a buen ritmo, pero pronto han comenzado los problemas. Una tormenta nos ha bañado en agua. Y ha creado, en algunos puntos, una capa de barro muy peligrosa. Así que hemos ido con cautela.
Pero para rematar nuestra mala suerte, el GPS se ha vuelto loco en el kilómetro 55. A partir de aquí me he quedado a ciegas. No sabía el camino y he tenido que aflojar para buscarme algún compañero y aliado.
Posteriormente he rodado en otro grupo, con mayor seguridad. Pero he acabado descolgándome para ayudar a un chico que había roto su foco. Y así hemos ido los dos hasta meta: él sin foco y yo, sin GPS. Yo he sido su luz y él ha sido mis ojos. Físicamente he llegado muy bien. Han sido algo menos de cuatro horas y hemos pegado otro buen mordisco al reloj. En Balaguer le he dado el testigo a Iván.
Antes de llegar, y según el GPS, dejaba claro que Jesús, muy hábil en las zonas de descenso, había "volado·, decía Josu. Y eso que ha comenzado su etapa a las 22.30 horas.
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