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antonio corbillón
Jueves, 9 de junio 2016, 22:01
«A los que no sois musulmanes, el Ramadán os parece un rosario de privaciones», reflexiona Mustafá Aberchán, el primer islámico que llegó a presidente de una comunidad autónoma en España (Melilla). Al menos sí lo es en algo tan cotidiano como el café. «La comida no es la cuestión. Lo que más echo de menos es la cafeína, necesito cafeína para seguir adelante», ha proclamado el nuevo alcalde de Londres, el musulmán de origen pakistaní Sadiq Khan, con motivo del mes de ayuno, que este año se prolongará hasta el 6 de julio. En un artículo publicado en The Guardian, Khan ha pedido comprensión por el durísimo mes que se le presenta. Cuando era pequeño, sus padres tenían que explicar a sus vecinos del barrio londinense de Tooting por qué no comían durante las horas de sol. Ahora, convertido en el primer alcalde musulmán de una capital occidental, sabe que juega un importante papel: es el principal representante de la tolerancia del islam.
Para los 1.700 millones de creyentes, este mes tan especial es también el más duro de los últimos 33 años. El calendario musulmán, que retrasa doce días el comienzo de cada año, hace que esta vez se celebre cuando el sol brilla más tiempo. En Europa Occidental, donde viven 46 millones de mahometanos -serán 50 en 2020-, tienen que aprovechar las escasas horas nocturnas para romper la abstinencia que les impide comer, beber y tener relaciones sexuales. «Una gran cantidad de estos ayunos va a ser de 19 horas. Da miedo», se sincera Sadiq Khan en su artículo. A su ingente labor de alcalde de una ciudad de nueve millones de habitantes, se añade una apretada agenda de campaña para defender junto al primer ministro, David Cameron, el rechazo al Brexit, el referéndum sobre el portazo británico a la Unión Europea.
Incluso «un vaso de agua en uno de estos eventos» es un reto para Khan, que se compromete en público a una complicada pirueta personal: un equilibrio entre su agenda, sus reglas y sus sacrificios, «sin mostrar una sensación de derrota». Al menos, va a intentar que los sudores del precepto coránico sirvan para acercarse al prójimo. Por primera vez, cuando cae la noche, los aledaños de las mezquitas, e incluso las sinagogas y algunas iglesias de la City, celebran cenas abiertas a cualquiera que quiera probar las delicias de su gastronomía. Aunque el ayuno del alcalde nunca será tan duro como el que celebran en el país de sus padres. El año pasado, otro exigente Ramadán, a caballo entre junio y julio, mató a más de mil pakistaníes deshidratados bajo el calor extremo. Ni las llamadas de los clérigos, flexibles con el consumo de agua, convencieron a los más ortodoxos.
Khan solo tiene un equivalente en Europa: su colega de la ciudad holandesa de Rotterdam, Ahmed Aboutaleb. Primer edil desde 2009 del mayor puerto de Europa, este político nacido en el norteño Rif marroquí y criado entre cabras y peñascos, ya es el político más respetado del país. Llamado a liderar el moribundo Partido Laborista, suele insistir en que es tan buen musulmán como el que más y que la religión forma parte de su intimidad: «Pero las leyes y valores de esta sociedad se respetan, y al que no le guste que se marche». Tan personales son sus creencias, que apenas hay guiños en público al Ramadán en su agenda y en la de su mujer, una pedagoga también de origen marroquí con la que tiene cuatro hijos.
Días interminables
Pero tan duro o más que en Centroeuropa serán estos días para los 1,9 millones de musulmanes que residen en España. El Ramadán alcanzará su cenit el 21 de junio, solsticio de verano, cuando las horas de luz se prolongarán desde las 4.40 hasta las 21.48 horas. Más de 17 horas de abstinencia. Mohamed Chaid, primer creyente que llegó al Parlamento catalán (PSOE), aún no tiene claro cómo soportará la campaña electoral que ha arrancado esta madrugada y en la que aspira a ser también el primer musulmán que alcance el Congreso de los Diputados. Su número 6 por Barcelona le concede ciertas esperanzas. «Lo primero que busco al acabar el ayuno (sobre las 21.30 horas) es el café. No tomarlo en todo el día me da dolor de cabeza», confiesa Chaid. Serán dos semanas de maratones diarios en los que intentará aglutinar el voto de su comunidad, que en Cataluña supera el medio millón de personas, aunque solo el 40% tiene la nacionalidad española y, por tanto, el derecho de voto.
¿Qué hace si le invitan a un acto que incluye una comida?
Asisto, pero no como. Será para otro compañero.
Chaid, que ha dejado su empresa farmacéutica para que «en dos o tres generaciones los musulmanes vean que es posible estar representados», asegura que «el estrés te hace olvidar el dolor». Lo más difícil será quedar bien con todos los colectivos que miran hacia La Meca desde Cataluña. «Todos quieren que vaya a verlos en la ruptura del ayuno».
Cuando acaba su jornada laboral, Mayda Daoud, vicepresidenta y diputada en la Asamblea de Ceuta, está deseando llegar a su barriada de Hadú, donde «se respira a harira», la sopa de carne y legumbres con la que las familias suelen romper la abstinencia. La «mora del PSOE», como se presenta ella misma, es la única practicante de su formación. Cuando avanza la mañana, echa de menos el agua y, sobre todo, el café. «Pero soy una persona de retos y estos días son los más bonitos».
Resulta irónico que sea el café lo que más ansían los hijos de Alá. Una bebida que nació entre Arabia y Etiopía y cuyas autoridades llegaron a prohibir. Cuando se extendió el consumo, los cristianos lo consideraron un peligro, una especie de caballo de Troya de los infieles usulmanes para someter a la Europa cristiana.
Para los colectivos islámicos de todo el mundo son fechas para la solidaridad, que este año quieren centrar «en los refugiados que llegan a Europa», resume Mustafá Aberchán, que alterna su liderazgo en Coalición por Melilla con su trabajo de cirujano. Pero el tópico de las chilabas que arropan una cultura de venganza y violencia en las calles occidentales gana terreno. La demografía hace el resto. En Bélgica y en el sur de Francia, Mohamed encabeza el ranking de nuevos nombres en el Registro Civil. El Pew Research Center de Estados Unidos anuncia que, en 25 años, los mahometanos serán el segundo grupo más numeroso del país tras los cristianos.
La presencia pública de los musulmanes es tan notable, que los presidentes de EE UU, Gran Bretaña y Francia han saludado y deseado un buen Ramadán. «En España nadie tiene esa cortesía», denuncia el presidente de la Federación de Entidades Religiosas Islámicas (Feeri), Mounir Benjelloun. Ocurre a pesar de los 1,9 millones de fieles residentes, aunque casi el 60% no tienen DNI, lo que explica su escasa presencia en los cargos públicos.
En toda Europa avanzan poco a poco sus reclamaciones de horarios especiales en las empresas y los exámenes escolares. En España solo se nota en las multiculturales Ceuta y Melilla. «Ya ocurre en los comedores, en las Fuerzas Armadas o en la construcción. Con sensibilidad y voluntad todo puede adaptarse», defiende la Consejera de Cultura (PP) de Melilla, la musulmana Fadela Mohatar.
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José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
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