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laura caorsi
Lunes, 6 de junio 2016, 01:00
Alex Brizuela es venezolano y llegó a Euskadi en noviembre de 2015. Hacía mucho que pensaba en emigrar, pero tomó la decisión definitiva hace un año, después de sufrir un ataque del hampa que no acabó con su vida de milagro. «Fue el 11 de ... junio a las seis de la tarde; no se me olvida más. Me atacaron, me secuestraron y me golpearon; muy feo», resume. La situación fue, por lejos, una de las peores experiencias de su vida, y estuvo amplificada por un entorno que le ayudaba poco a olvidar.
«No fue una cosa aislada. Venezuela está mal. Los principales problemas son la escasez y la inseguridad. Con respecto a la escasez, no es solo que falten artículos de primera necesidad o comida, es que la inflación le impide al grueso de la población adquirir lo poco que hay. Con números se entiende mejor: en este momento el salario mínimo ronda los 14 euros mensuales. Un kilo de carne cuesta 4,50 euros. La pasta de dientes, 1,50... ¿Cómo hace una persona, una familia para vivir con esos precios? Hay que estar ahí para vivirlo», dice.
«Luego está el tema de la corrupción y la inseguridad», continúa Alex, que es ingeniero de profesión y que también sufrió rechazos en el ámbito laboral y universitario por no ser afín al gobierno. «Tengo un buen currículo y, cuando buscaba trabajo, siempre me seleccionaban... Hasta que descubrían que no había firmado a favor del régimen. Entonces, el proceso se truncaba. Súmale a eso los robos, el hecho de no poder confiar en nadie o que a las seis de la tarde tengas que estar metido en casa porque la calle es peligrosa. Han violado todos los derechos de las personas», se lamenta.
La paliza del año pasado fue la gota que colmó el vaso. Aunque llevaba tiempo pensando en marcharse y evaluaba distintas opciones migratorias, fue a raíz de aquel suceso que tomó la decisión. «Nuestra primera opción era Canadá -dice en un plural que abarca a su mujer y sus dos hijos-. Pero finalmente elegimos Euskadi. Tengo sobrinos que viven aquí desde hace más de diez años, y conocidos de Venezuela que residen en Barakaldo y Bilbao. Si vas a empezar de nuevo, mejor estar donde está tu familia o tu gente», reflexiona.
Alex viajó solo. Poco después, llegó su mujer. Los hijos del matrimonio se han quedado en Venezuela con la abuela, hasta que la pareja los pueda traer. «El vacío que se siente es muy grande. Es duro pensar en tus hijos y tus familiares viviendo allí cuando sabes lo que hay. Es difícil, pero nada es imposible. En ese sentido, mi meta es clara. No miro atrás ni a los costados, siempre miro hacia adelante. Sé que estaremos bien aunque cueste».
Pero no todo es sufrimiento. Una de las cosas positivas que le ha brindado la emigración es poder reencontrarse con una de sus grandes pasiones: la música. «Siempre he cantado. Toco instrumentos de cuerda desde que era un niño. Cuando tenía ocho años, ya tocaba la guitarra, el cuatro y la bandola. Soy de Estado Guárico, así que lo mío era la música llanera, el folclore de mi país», relata Alex, que ya ha actuado varias veces en Euskadi y ha encontrado afortunadamente en su vena artística una vía laboral.
«Adoro la limpieza de aquí»
«Empecé poco a poco, a través de conocidos y amigos. Obviamente, aquí no hago folclore. La música llanera no se conoce, así que al llegar al País Vasco me tocó cambiar de género. Aquí hago salsa, merengue, bachata, cumbia, baladas, rancheras... Es decir, hago todo lo demás», cuenta con simpatía. «La verdad es que me adapto -agrega-. Cuando estás empezando, puedes permitirte experimentar y probar. Me gusta complacer a la gente».
Alex explica que buena parte de su público son otros latinoamericanos. Algunas celebraciones, como el día de la madre de Bolivia o de Paraguay, han contado con su presencia. «El latino es muy alegre, tiene chispa y es extrovertido. Yo elijo canciones románticas pero también movidas y divertidas. A los vascos les gusta mucho el rock. Es bonito conocer a otras personas y aprender cuáles son sus gustos», razona alguien que adora empaparse de culturas diferentes.
Ahora bien, ¿es posible sentir que uno ha emigrado cuando en el país de destino se habla tanto sobre el país de procedencia? Alex sonríe. A su juicio, es un poco raro ver que la política de España se disputa en Venezuela. Sin embargo, no duda en enumerar las diferencias. «Lo primero que me gustó de aquí fue la seguridad y, luego, la limpieza. Que una ciudad esté limpia es sinónimo de cultura. Hay una economía estable. Consigues todo. Puede ser que el vasco sea menos alegre que el venezolano, pero te aseguro que no me importa», sentencia.
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