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Pedro Ontoso
Miércoles, 1 de junio 2016, 00:59
La ciudad de Madrid vive una situación peculiar e inédita, con una alcaldesa de izquierdas y agnóstica, Manuela Carmena, y un arzobispo de talante abierto, Carlos Osoro, que intenta aplicar en España de la mano de Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal y exobispo de Bilbao la hoja de ruta del Papa Francisco. A diferencia de otras legislaturas, regidora y arzobispo mantienen abierto un canal de comunicación, que se traduce en unas relaciones cordiales y amistosas entre el Ayuntamiento y la Casa de la Iglesia. La complicidad de algunos de los protagonistas de la interlocución un exfraile de la orden de los camilos y dos sacerdotes con prestigio, trabada en el ámbito de la intervención social en enclaves deprimidos, ha facilitado esta relación. Y se traduce, por ejemplo, en la aplicación de la Ley de Memoria Histórica.
En el País Vasco nos impacientamos porque no somos capaces de ponernos de acuerdo para un futuro normalizado y reconciliado tras los años de terror de una organización liberticida como ETA y, sin embargo, seguimos sin superar los fantasmas de la Guerra Civil. En Tortosa, por coger un ejemplo reciente, también hay división de opiniones sobre el futuro del 'menhir' levantado por Franco en 1966 para conmemorar la sangrienta batalla del Ebro, pese a que la ciudad acaba de retirarle el título del alcalde honorífico que recibió en 1964. Una mayoría de vecinos no quiere que se quite la mole de 45 metros de altura, y ahora, el Consistorio, en manos convergentes, tiene que definir cómo reinterpreta el monumento para contextualizarlo y «promover la memoria histórica». El Valle de los Caídos perdura sin un acuerdo que le confiera otra resignificación. Es evidente que quedan muchas cosas por hacer.
En Madrid, tras algunos tropezones, Manuela Carmena ha puesto al frente de una Comisión de la Memoria Histórica a la socialista Francisca Sauquillo, en un grupo plural con miembros significativos. Paca Sauquillo tiene algo que decir sobre la memoria. Su hermano Javier fue asesinado en la matanza de Atocha, el 24 de febrero de 1977, cuando un comando fascista asaltó a tiros el despacho laboralista, fundado, entre otros, por Carmena. La lucha contra la dictadura les hizo colegas. Sauquillo, educada en las ursulinas, militaba en los grupos cristianos de izquierda. Trabajó en el seno de la Hermandad Obrera de Acción Católica y se implicó en el Pozo del Tío Raimundo, junto al padre Llanos, exfalangista, jesuita y comunista. Luego defendió a cientos de procesados por el Tribunal de Orden Público y a los del Proceso 1001, la cúpula de Comisiones Obreras detenida en el convento de los padres oblatos de Pozuelo de Alarcón.
¿Y el resto de miembros de la comisión? José Álvarez Junco, catedrático emérito de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Políticos y Sociales de la Universidad Complutense, que acaba de publicar 'Dioses útiles' (Galaxia Gutenberg), un alegato muy crítico sobre el fenómeno de los nacionalismos. Andrés Trapiello, novelista, autor de 'Las armas y las letras. Literatura y guerra civil' (Destino), propuesto por Ciudadanos. Octavio Ruiz-Manjón, catedrático de Historia, experto en el epistolario entre Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, propuesto por el PP. Teresa Arenillas, arquitecta y urbanista. Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y miembro del Consejo de Estado.
Y un sacerdote Santos Uría, licenciado en Derecho y en Moral. Me consta que Sauquillo ha tenido una implicación directa para que la Iglesia esté representada en la comisión para evaluar, también, la represión al clero durante la Guerra Civil. También Ramón Jáuregui, exministro de Presidencia, ha compartido sus aprendizajes en la comisión sobre el futuro del Valle de los Caídos. Hubo contactos con monseñor Osoro para que diera luz verde a la presencia de un hombre de Iglesia. La decisión del arzobispo no ha gustado al sector duro que aboga por la confrontación. Carmena y Sauquillo también tienen problemas con los críticos de Ganemos Madrid, visiblmente irritados por la presencia de un sacerdote en el grupo. De lo que se trataba, precisamente, era de conformar una comisión plural y evitar la polarización de los sectores más extremistas.
Santos Uría es un cura de la confianza del arzobispo de Madrid se encuentra en su equipo de gobierno, cercano a los movimientos obreros y al mundo de los inmigrantes. Párroco de San Millán y San Cayetano, en el barrio de Lavapiés, su nombre salió entre los más votados en la consulta que hizo monseñor Osoro, según informó Religión Digital. Aficionado a escribir, firma un blog que se titula 'Bitácora de peregrinos', en el que se presenta como «contador y cantador de historias. Aprendiz de lo eterno. Buscando día a día en los márgenes de la vida, esa sabiduría escondida y humilde, la sabiduría del corazón». Es un cura social.
La presencia de un sacerdote de la archidiócesis en la Comisión de Memoria Histórica es un hecho inédito. El cardenal Antonio María Rouco no entraba en ese debate, pese a que durante su mandato han sido beatificados numerosos mártires de la Guerra Civil. En el caso de su sucesor, Ricardo Blázquez, durante su paso por la diócesis de Bilbao promovió la rehabilitación de un grupo de religiosos y sacerdotes, fusilados por el bando nacional en Euskadi. Cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero formó una comisión para resignificar el Valle de los Caídos en la que también estaba Amelia Valcárcel, Rouco frenó en el último momento la presencia del cardenal Sebastián, exarzobispo de Pamplona, pese a que ya estaba consensuada su participación. En efecto, Manuela Carmena y Carlos Osoro no se evitan y hablan con suma cordialidad cuando se encuentran, lo que ha ocurrido varias veces, la última en el funeral en la Almudena por las víctimas del terremoto en Ecuador.
Antes hubo un gesto signficativo. Apenas un mes después de ganar la elecciones municipales, Manuela Carmena fue invitada por el Vaticano a participar en un foro mundial de alcaldes en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales a propósito de la 'Laudato si', la exhortación del Papa sobre la ecología. Su presencia en la Santa Sede tuvo mucho que ver con la mediación de monseñor Osoro, en un guiño a la nueva regidora.
Gesto por gesto. Cuatro meses después, Carmena renovó el tradicional voto de la villa a la virgen de la Almudena, patrona de Madrid. La alcaldesa mantuvo un discurso de laicidad positiva. Se comprometió a construir «una ciudad abierta y fraterna en la que quepamos todos. Estamos dispuestos a intentarlo con alegría, respeto y convencimiento de que el otro, para los creyentes, es un hijo de Dios y por lo tanto un hermano del alma del que soy corresponsable. Y este hecho, seamos o no creyentes, es una gran riqueza y oportunidad para mejorar nuestra ciudad», señaló. Más recientemente, Carmena saludó que el arzobispo no hiciera sangre del 'caso Rita Maestre', juzgada por desnudarse el torso en la capilla de la Universidad Complutense.
Quienes siguen la actualidad política y religiosa en Madrid coinciden en dos personas claves a la hora de mantener lainterlocución. Por un lado, el actual concejal de Seguridad, Salud y Emergencias, Javier Barbero, que es de la máxima confianza de Carmena. El edil fue fraile de la orden de los camilos, centrados en la atención a los enfermos, muchos de ellos en el último tramo de su vida. En Tres Cantos cuentan con un centro pionero en cuidados paliativos. Barbero, un burgalés de 54 años, colgó los hábitos y ahora tiene cuatro hijos. Fue del equipo que fundó la primera Casa de Acogida para Enfermos de Sida, de Cáritas, y formó parte de la comunidad del Patio Maravillas, que puso en marcha en Madrid un movimiento de okupas en edificios y solares deshabitados o infrautilizados. También es amigo del sacerdote Javier Baeza, el cura de San Carlos Borromeo, la 'parroquia roja' de Entrevías. Conoció a Carmena cuando esta era jueza de vigilancia penitenciaria y él trabajaba con toxicómanos en barrios marginados como Tetúan o Vallecas.
En estas zonas deprimidas también trabajaba el sacerdote José Luis Segovia, entonces párroco en Vallecas un escenario común para muchos de estos protagonistas y colaborador en el departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal. Conocido como 'Josito', ejercía su profesión de abogado, según el relato de Religión Confidencial. Lo cierto es que Segovia, en la línea de un pensamiento teológico social y conciliar, ha subido muchos enteros. En la consulta que realizó el arzobispo de Madrid entre los sacerdotes y religiosos, el nombre de este cura también fue de los más votados. Hoy es vicario de Pastoral Social e Innovación, además de director del Instituto de Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid, dos cargos con mucho lustre.
«No podemos vivir de espaldas al dolor del mundo», ha declarado este firme defensor de la presencia de los cristianos en la vida pública. «El gran desafío es pasar de una democracia representativa de baja intensidad a una democracia deliberativa, que propicie, por encima de todo, un nuevo modelo de desarrollo y el bienestar de los que peor lo pasan. ¡Ese es el mejor indicador de calidad democrática», ha defendido.
Resumen muy bien este clima de sana relación las jornadas que se celebraron el pasado mes de abril en el Pozo del Tío Raimundo, en el 110 aniversario del nacimiento del padre LLanos. Allí se encontraban Ignacio Fernández Toxo, líder de Comisiones Obreras; Nicolás Sartorius, uno de los fundadores del sindicato o Cristina Almeida, abogada laboralista que comenzó a trabajar en El Pozo. Sacerdotes como Daniel Barbero, Javier Baeza, Mariano Gamo o el cura Lezama. También los jesuitas Juan José Rodríguez Ponce, Pedro Miguel Lamet, autor del libro 'Azul y rojo. José María de Llanos. Biografía del jesuita que militó en las dos Españas y optó por el suburbio' (La Esfera de los Libros), o Gabino Uribarri Bilbao, miembro de la Comisión Teológica Internacional. Tampoco podía faltar el vicario social José Luis Segovia, auténtico muñidor de la interlocución. Y, por supuesto, acudieron al homenaje monseñor Osoro, Manuela Carmena y Paca Sauquillo. Cincuenta años después.
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