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laura caorsi
Lunes, 14 de marzo 2016, 01:13
Compromiso social. Interés por los otros. Una visión colectiva. Con estas tres expresiones podría perfilarse uno de los rasgos más sobresalientes de Carmina Rosillo, una mujer que tiene claro que tejer redes y relacionarse con los demás es vital, y que las soluciones a los grandes problemas se encuentran mejor en equipo. «La importancia de los afectos, de los grupos y la compañía de otras personas es una de las cosas que aprendes cuando cambias de país, cuando emigras y estás solo, pero también cuando pasan los años, tienes hijos y te planteas qué clase de sociedad les vas a legar», reflexiona.
Maestra de profesión, al igual que su marido, Carmina emigró de Ecuador hace dieciocho años. «Estábamos recién casados, yo tenía veinte años, y nuestra hija mayor era muy pequeñita -recuerda-. En ese momento, la economía de mi país estaba mal; todo el mundo se iba. La emigración estaba presente en casi todas las conversaciones. Qué bien está España, Uno puede prosperar. Ese tipo de frases se oía con mucha frecuencia, era lo típico. Mi esposo y yo decidimos probar suerte y venir también. Nos lo planteamos como un proyecto a cinco años», dice ahora, consciente de que ese tipo de horizontes se expanden.
«Cuando llegas aquí te das cuenta de que la realidad es otra, más dura de lo que creías. No es tan fácil situarte, entender cómo funcionan las cosas o encontrar trabajo». Carmina y su esposo, que vinieron inicialmente a Madrid, tardaron casi un mes en conseguir algo. «Luego, un amigo nuestro nos dijo que teníamos una posibilidad de trabajar en Bilbao. Dijimos que sí enseguida. Claro, resulta que en Madrid hay una estación de metro que se llama así, Bilbao, y nosotros pensamos que el empleo sería por esa zona, pero no. La oferta era en el País Vasco», relata divertida.
Carmina explica que el empleo era para su esposo, Camilo. «Era una casa ubicada en la zona de Punta Galea. Necesitaban un chófer, alguien que les mantuviera el jardín... El trabajo era para él. Sin embargo, me gustaría decir que esa familia se portó muy bien con nosotros. Nos permitió vivir a los dos allí, aunque yo trabajara fuera. Nos hicieron todos los papeles y nos facilitaron las cosas para que pudiéramos traer a nuestra hija. Fueron excepcionales», remarca ella, que desde entonces se dedica a la limpieza de casas por horas. «Hace muchos años que estoy con las mismas familias; muy contenta, además. Valoro mucho el trato personal que tienen conmigo».
Compromisos a largo plazo
En 2004, la pareja decidió comprar un piso y quedarse. «Es verdad que nunca ejercimos aquí nuestra profesión y que, con el paso de los años, te das cuenta de todo lo que podrías haber hecho y no hiciste, desde traer los títulos hasta estudiar otra cosa, o montar un negocio propio. Pero también es cierto que el País Vasco es el lugar que nos permitió estabilizarnos, aun dedicándonos a otros oficios, como la limpieza. La tranquilidad, la seguridad, el nivel de estudios al que han tenido acceso nuestra hija mayor y el pequeño, que nació aquí, no tienen punto de comparación con lo que les podríamos haber ofrecido en Ecuador», expone.
«Por otro lado, la experiencia humana aquí ha sido buenísima. Todo el mundo nos ha tratado de igual a igual, no hemos sentido rechazo ni discriminación. Al contrario, un aspecto que me parece muy interesante es que las diferencias en el poder adquisitivo no se trasladan a las relaciones personales. La parte negativa es que el coste que pagas por ello es muy alto: pierdes a tu familia, el vínculo estrecho con ellos, la relación cotidiana. Nuestros hijos se han criado sin abuelos, primos o tíos. Hoy quizás no perciban la importancia de ello. Más adelante, cuando su padre y yo ya no estemos, sí».
«Lo pasan francamente mal»
En este punto, Carmina ensalza la importancia de la amistad y del trabajo asociativo. Dos razones por las que ha empezado a participar en el Servicio de Asesoría Gratuita para Ecuatorianos Afectados por las Hipotecas en Euskadi, que son muchos.
«Hay más de cien personas afectadas y eso que nosotros sepamos. Mi caso, en concreto, es liviano comparado con el de otros: pago un tipo de interés llamado IRPH, más elevado que el euríbor. Pero hay personas que lo están pasando francamente mal, que viven dramas y que están desprotegidas. Hablamos de gente que vino aquí con expectativas y que se marcha sin nada y con deudas. Es muy grave, muy triste, y es preciso implicarse. Toda la sociedad, todas las personas deberían interesarse por los problemas de los demás. Quizás tú no tengas dificultades para pagar la hipoteca, pero ¿y tus hijos? ¿Y tus amigos? La sociedad se mejora entre todos, más allá de donde vengamos o de los recursos que tengamos a nivel individual».
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