Yolanda Veiga
Sábado, 16 de enero 2016, 21:27
El paseíllo fue corto. Apenas diez o doce metros desde el coche a la puerta de los juzgados de Palma, donde el lunes dio inicio el macrojuicio por el 'caso Nóos', con dieciocho acusados en el banquillo por el presunto desvío de 6,2 millones ... de euros públicos, entre ellos Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina. Se les haría largo el trecho a los dos, pero fueron exactamente diecinueve pasos y dio la sensación de que él no podía dar ni uno más
Publicidad
La llegada de los exduques de Palma a la Audiencia provincial de Palma de Mallorca lo registraron docenas de cámaras de televisión. Trece segundos en los que no dijeron nada a la prensa. Examinados al milímetro, interpretando gestos donde no hay palabras. Urdangarin se ata el botón de la chaqueta, hace un amago de meter la mano izquierda al bolsillo, pero la saca rápidamente, luego mira a la derecha, enseguida al frente. Por fin la puerta. Le sigue el paso a la infanta, que camina algo más ligera, hierática, sin mover la cabeza ni las manos. Un gesto que no dice aparentemente nada y lo dice todo.
«La infanta no está, se ha ido. Ha huido hacia el único sitio donde no puede seguirla nadie, hacia el interior». Lo ve José Luis Cañavate, presidente de la Asociación Española de Analistas de Comunicación no verbal. Lo percibe en esa mirada «sin expresiones emocionales» y en esos ojos que «apenas parpadean». «Su rostro no muestra ninguna de las emociones que deberían estar en una situación como la suya. No hay ni un atisbo de tristeza, ni de ira, ni de miedo...», argumenta. La suya, dice, ha sido una auténtica metamorfosis que quizá no tenga vuelta atrás: «Ha pasado de ser una persona expansiva, proyectiva, a todo lo contrario. Ahora no ocupa lugar. Su posición corporal y gestual simplemente se contrae hasta casi desaparecer. Las emociones son temporales pero cuando su intensidad es muy alta pueden pasar a formar parte del carácter de la persona . Y, en el caso de la infanta, esa desconexión puede quedarse y no es bueno», explica.
Igual que a ella le 'delata' esa ausencia de expresión, a Iñaki Urdangarín le sucede lo contrario. «Él, como ella, se encuentra en una situación de agresión, de ataque... Ha identificado el peligro, pero todavía no sabe a dónde debe huir, desea irse pero no encuentra la puerta». Lo deduce Cañavate de esas «gesticulaciones sin sentido». «Es un jugador de balonmano enjaulado, no sabe dónde poner las manos, hacia dónde mirar, cómo sentarse... Ha conseguido lo que siempre buscó, un protagonismo, estar en la parte frontal de la foto, pero ya no sabe cómo volver atrás». Él, continúa el especialista, «controla menos la gestualidad y de vez en cuando hace movimientos sin justificar como meterse las manos en el bolsillo de la chaqueta sin meterlas, mientras que ella no hace nada, ni siquiera intenta los esbozos de sonrisa maxilar, sin ojos, que son tan típicos en ella». Que lo eran antes, al menos.
Publicidad
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.