
Jesús J. Hernández
Jueves, 26 de noviembre 2015, 01:26
Dice el refranero, esa viaja fuente de sabiduría popular, que «por San Miguel, abre la espita al tonel y bebe de él». Y es que hubo un tiempo menos veloz en que la vida se regía por el sol y en que las estaciones se notaban en la piel. Entonces, el 11 de noviembre (San Miguel) era fiesta de guardar y se celebraba el fin de la fatigosa cosecha con los primeros tragos del nuevo mosto. Una celebración que se ha extendido por todo el mundo pero que en Francia tiene nombre propio. 'Beaujolais nouveau', Beaujolais nuevo o joven. Este tinto monovarietal, procedente de uvas gamay recogidas a mano, toma su nombre de la región francesa situada bajo la Borgoña y conformada por el entorno de Lyon. Se caracteriza por su rápida elaboración, que permite degustarlo en fechas muy tempranas tras una fermentación de unas pocas semanas. Gracias a la maceración carbónica, se logra un vino extremadamente afrutado, muy ligero, y que despliega aromas florales y frutales que predominan sobre los escasos taninos astringentes. Un mosto joven, fresco, goloso, de fiesta. Apetece beberlo a bajas temperaturas. Sin darle muchas vueltas.
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En torno al 'Beaujolais nouveau', Francia monta una de cuidado. En pocas semanas desde la medianoche del tercer jueves de cada noviembre (justo hace una semana), vende unos 13 millones de cajas de vino. Es esa noche cuando se abre la veda que permite su distribución. Quienes han tenido la suerte de vivirla de cerca, la califican de rito iniciático, con su viaje a la oscuridad de las cavernas o bodegas y un encuentro con la luz que tiene mucho de efecto de graduación alcohólica. Mientras, los productores compiten para colocar las primeras botellas de la cosecha en diferentes mercados.
Este año, por una vez, fue más sobrio el asunto y hasta solemne. Había pasado menos de una semana desde los brutales atentados de París. Pero era tiempo de 'Beaujolais nouveau'. Pese a todo. Con la intención de «no ceder», se mantuvo la agenda de actos aunque los bares y restaurantes de la 'rue des Petits Carreaux', un clásico de esta fecha, admitieron que la clientela se quedó en la mitad. En Lyon, antes de la tradicional perforación de los toneles a medianoche, se guardó un minuto de silencio por las víctimas. En Tokio y Londres, que importaron la cita, también hubo dudas, contención y minuto de silencio. Y es que esta celebración ha dado la vuelta al mundo, desde Seúl a Nueva York -en EE UU se vincula con el muy cercano Día de Acción de Gracias-, pasando por el 'vino novello' italiano y hasta llegar a varias localidades españolas. En el exterior se adapta con agendas más comedidas, que incluyen catas y certámenes.
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