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Pedro Ontoso
Miércoles, 21 de octubre 2015, 01:27
En la baja Edad Media Guillermo de Baskerville (Sean Connery), un monje sagaz y con dotes detectivescas, fue enviado por sus superiores eclesiales a esclarecer las misteriosas muertes acaecidas en una vieja abadía benedictina, según el relato de la novela de Umberto Eco 'El nombre de la Rosa', llevada al cine por Jean Jacques Annaud. Sin pretender frivolizar en una cuestión tan dramática como es este caso, la investigación ordenada por el Papa sobre los presuntos abusos a un alumno en el colegio Gaztelueta evoca aquella magnífica película, trufada de misterio, religión y pecado. Un caso de presunta pederastia en un centro del poderoso Opus Dei tenía todos los ingredientes para un escándalo perfecto. Silverio Nieto, el delegado pontificio que acarrea una biografía singular, viajó al País Vasco a comprobar in situ la denuncia contra un profesor. Policía antes que cura, vinculado por algunos confidenciales al servicio secreto del Vaticano, su actuación ha despertado ciertos recelos. ¿Ha actuado alguien con mala fe en esta historia? Siempre sucede así, en 1327, año en el que el escritor italiano sitúa su best seller, y en 2015, cuando ha reventado el pus de este horrible episodio.
La historia viene de lejos. La familia del adolescente sitúa los presuntos abusos en el curso 2008-2009, pero no son denunciados hasta el otoño de 2011, cuando el alumno ya había abandonado el colegio, al parecer porque no se encontraba en condiciones de afrontar un proceso tan duro. El caso fue como una bomba. Gaztelueta es más que un colegio del Opus Dei, es el colegio del Opus, el primer centro de la Obra en España, su casa matriz en Euskadi. Una marca emblemática, sin duda. ¿Se portó bien el colegio con la familia? Los afectados creen que no. El centro, que realizó una investigación interna «muy seria», asegura que no encontró pruebas delictivas. Tampoco la Inspección de Educación -el informe fue muy profundo y riguroso- ni la Fiscalía de Menores, salvo un episodio de acoso escolar, que ya era mucho. Los padres contactaron con el vicario general de la diócesis de Bizkaia, Angel Mari Unzueta, en vez de dirigirse directamente al obispo, que fue puesto al tanto del asunto después. El colegio no pertenece a la diócesis, sino a la prelatura del Opus Dei, que tiene su propia jurisdicción con sus estatutos particulares y su código legislativo. Mario Iceta dio instrucciones a su número dos para que estuviera cerca de la familia y le mantuviera al tanto. Luego el asunto se enfrió.
A finales de 2014 los padres hacen llegar al Papa una carta en la que relatan su versión de los hechos y expresan su dolor y sufrimiento. Francisco se conmueve. En un acuse de recibo, les envía una tarjeta postal en la que, de su puño y letra, les anuncia que ha ordenado una investigación sobre el caso. Pese a que el acusado es un civil -no es un sacerdote ni un religioso- la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es el ministerio que se encarga de estas cuestiones, contacta con la sede central del Opus Dei en Roma, en Villa Tevere, para que miren el caso. Los especialistas del Opus hacen su trabajo en las primeras semanas de este año y elaboran un informe que envían al Vaticano. Aseguran que no hay pruebas que justifiquen la denuncia.
Pero el Papa no se da por satisfecho. Quiere una investigación con agentes externos al Opus. ¿Una investigación más neutral?. En febrero nombra un delegado pontificio para que realice una nueva investigación, que se pone en marcha en marzo. En esta segunda iniciativa tuvo mucho que ver monseñor Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, con influencia en el Vaticano como miembro de la congregación que nombra a los obispos.
El Vaticano designa a Silverio Nieto Núñez, un sacerdote con una biografía muy peculiar, que en la actualidad es el responsable del Servicio Jurídico Civil de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cargo al que accedió en 2002. Pero no actúa en nombre del Episcopado, que no es competente en esta materia. Sus órdenes vienen directamente de Roma ¿Por qué Silverio Nieto?¿Le conoce el Papa? ¿Quién se lo sugiere? El jefe jurídico del Episcopado es un cura de vocación tardía, que se ordenó en 1999 a los 51 años. Un personaje singular con una trayectoria insólita. Nacido en Almendralejo (Badajoz), fue oficial de la Marina Mercante y radiotelegrafista. Un incidente le hizo cambiar de singladura y se convirtió en inspector de Policía, adscrito a los servicios de información. Trabajó en la Oficina de la Interpol en Madrid antes de colgar el uniforme policial.
Luego estudió Derecho y se hizo juez. Ejerció en la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Se doctoró en Derecho Civil y Derecho Canónico. Fue tutor de Carlos Lesmes, actual presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial -y de fuertes convicciones religiosas-, en su periodo de prácticas judiciales. También conoció a José Antonio Alonso, que luego sería ministro de Defensa en el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Nieto fue tejiendo una red de contactos con gran influencia. También en lo eclesial, tras ser ordenado sacerdote y colgar la toga. Amigo del cardenal Cañizares, el purpurado le encargó en 2008 la apertura del año judicial en la sede primada de Toledo con un discurso sobre la vigencia y actualidad de los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español. También es un rouquiano sin fisuras. De hecho ha sido profesor en las universidades de ambos cardenales, la UCAM de Murcia y San Dámaso de Madrid.
«Don Silverio lo que siempre ha deseado es ser obispo», asegura alguien que ha lidiado con él y que le describe como «un hombre de sombras», un fontanero de Añastro, sede de la CEE. Su nombre circuló con fuerza hace varios años para ser promovido a arzobispo castrense. De hecho, su currículum figuró en una terna, aunque luego su candidatura no prosperó. Miembro de la comisión de libertad religiosa del Ministerio de Justicia, actúa de enlace en las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno, de ahí su relación con ministros, ahora también con el de Interior, Jorge Fernández Díez. En algunos círculos se le vincula, también, con la Inteligencia del Vaticano, el antiquísimo servicio secreto, un departamento que no figura en ningún organigrama y que oficialmente no existe. El inspector general del Cuerpo de Gendarmería de la Ciudad del Vaticano es Domenico Giani, un experimentado policía que se forjó en los servicios de información de la Policía italiana.
Pero tiene que haber algo más, además de sus supuestas dotes detectivescas, su habilidad para conseguir información y su experiencia judicial . En efecto, lo hay. Silverio Nieto formó parte, en 2011, de la denominada Comisión de Acercamiento, encargada de contactar con las víctimas de los abusos sexuales de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y de realizar un dictamen para el delegado del Papa, el cardenal De Paolis. Su mano se vió en el protocolo de actuación de la Iglesia española ante la pederastia aprobado por los obispos en 2010. En la actualidad, es el representante de la Iglesia española en la Comisión Antipederastia creada por el Vaticano. El hecho de que ideológicamente esté situado en el conservadurismo, ¿le condiciona para la misión que le encomendó el Papa? Quienes le conocen aseguran que su profesionalidad y crdibilidad está fuera de toda duda y que en asuntos de pederastia actúa con tolerancia cero.
El caso es que Silverio Nieto se puso manos a la obra, primero estudiando minuciosamente la voluminosa documentación acumulada sobre el caso. Luego recaló en Euskadi, en junio, para realizar su investigación, que ha mantenido en secreto. Sí que contactó con la familia del menor, al que entrevistó a solas durante varias horas, con representantes del colegio y con otras instancias, en las que no se incluye al Obispado, al menos de manera oficial. Siguió su propio camino. En su trabajo le acompañó Rafael Felipe i Freije, juez del tribunal eclesiástico en la Vicaría Judicial del Obispado de Girona, de donde es natural. Este sacerdote, que también es doctor en Teología y licenciado en Derecho Penal Canónico, actuó en calidad de notario. Felipe se encuentra en la actualidad realizando su tesis doctoral sobre Derecho Canónico, en la especialidad de pederastia y abusos sexuales, en la Universidad de Comillas, en la que imparte clases Nieto y dirige doctorados. Tiene una dispensa de la diócesis de Girona y ayuda en una parroquia de Madrid.
Caso cerrado
El 15 de julio el informe, sellado por el secreto pontificio, llegó a las oficinas de la hermética Congregación para la Fe, en el Vaticano. Por cierto, Nieto tuvo la oportunidad de ver al Papa en Cuba, el pasado septiembre, a donde acudió con la delegación oficial del Episcopado español. ¿Se vieron en La Habana?
Cuando se filtra la carta del Papa a la familia, el pasado 2 de octubre, el informe de la investigación ya estaba en la carpeta del cardenal Müller, prefecto de Doctrina de la Fe, para que el Papa conociera las conclusiones. Y pese a que estaba blindado por el secreto, en algunos círculos vaticanistas ya se aventuraba que «no hay caso». En Euskadi, sin embargo, volvió a reverdecer el escándalo. Desde ámbitos eclesiales hubo presiones ante el Vaticano para que acelerara la difusión de los resultados. Ocurrió una semana después. Doctrina de la Fe envió sendas cartas al Opus Dei de Roma y al Obispado de Bilbao, comunicando el resultado de la investigación realizada por Silverio Nieto. El arzobispo mallorquín Luis Francisco Ladaria Ferrer, jesuita y número dos de la congregación, anunciaba que se cerraba el caso por falta de pruebas. Ladaria es una personalidad muy fiable al que no le pega el prestarse a asuntos turbios.
El Vaticano no suele hacer públicos los dictámenes de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No lo hizo, por ejemplo, cuando zanjó el caso Pagola a propósito de las denuncias por su libro Jesús. Aproximación histórica. Se lo comunicó al obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, que se lo hizo llegar al teólogo guipuzcoano. La misiva de Ladaria pedía al Opus Dei y al Obispado de Bilbao que se contactara con el colegio y el profesor -el primero-, y con la familia del menor -el segundo- para comunicarles el resultado de la investigación ordenada por el Papa, que hizo suyas las conclusiones. Angel Mari Unzueta localizó al padre del alumno para fijar un cita, pero los acontecimientos se precipitaron y tuvo que hacerlo por teléfono. La carta, que se envió primero por fax y luego por correo ordinario, era conocida ya por algunos periodistas y el vicario general de la diócesis pretendía que la familia no se enterara antes por los medios de comunicación. Aun así, cerró un encuentro personal con los progenitores para la siguiente semana, una cita que en el último momento el padre rechazó.
Investigación, como ha señalado el Vaticano en dos ocasiones, ha habido. Que ha estado viciada, como aseguran los padres, que ven detrás del proceso una trama conspirativa.... No lo sabemos. El informe es materia reservada. En la Iglesia hay un problema de procedimiento estructural porque no existe una separación de poderes estricta. ¿Silverio Nieto era una tercera vía adecuada? ¿Ha sido imparcial pese a su vínculos con otros poderes? ¿Ha trabajado para Ladaria o ha trabajado para otros con una agenda propia? Lo que está claro es que tiene mucha experiencia en estos episodios y que el Vaticano confía en su profesionalidad.
Roma locuta, causa finita. Roma ha hablado, dice un aserto eclesial, y el caso está cerrado. Al menos en la vía eclesial. Otra cosa es el proceso civil, que sigue en marcha. Un caso de bullyng es ya de por sí grave y el colegio debería haberse dado cuenta de esa anomalía para zanjarlo a tiempo. Pero un caso de presunto abuso sexual a un alumno por parte de un profesor, da igual que sea en un centro religioso que en uno civil, es gravísimo. Por eso conviene no dejar zonas de penumbra ni de sospecha. Volviendo a Umberto Eco, el escritor ha publicado recientemente Número cero (Lumen), una crítica feroz del periodismo, de un tipo de periodismo. No trata de tramas góticas, como en El nombre de la Rosa, pero sí de redes conspirativas y de círculos de poder. El reportero Braggadocio dice en un momento del relato que los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias. ¿El periodismo ha actuado con buena fe en el caso Gaztelueta?
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