Octavio Igea
Miércoles, 30 de septiembre 2015, 02:22
El AVE llegó ayer a León tras siete años de obras y una inversión que supera los 1.600 millones de euros. Puede que usted haya visto durante las últimas horas en algún telediario las imágenes de esa inauguración, por todo lo alto, en la ... que participaron el presidente del Gobierno, la ministra de Fomento y una interminable lista de políticos regionales y locales. Lo que probablemente no sepa es que el tren que trasladaba a las autoridades en ese viaje inaugural hizo una parada previa mucho más modesta. Pero igual de importante, o quizá más. Eran las once menos cinco de la mañana cuando Rajoy y Ana Pastor se apearon del convoy, descubrieron una placa y posaron durante cinco minutos antes de que la comitiva reanudara la marcha a toda prisa hacia su destino final. Así quedó abierta a la alta velocidad la estación de Palencia, una ciudad para la que arranca una nueva era. «Volvemos a aparecer en el mapa, por fin llegamos al siglo XXI», aseguró el alcalde, Alfonso Polanco. En una de las capitales de provincia más pequeñas de todo el país, además del impacto socioeconómico que se le presupone al AVE, anhelan la llegada del tren porque esperan que provoque una resurrección demográfica inaplazable. «Solo tenemos niños y mayores y así no hay sociedad que sobreviva», alertan unos y otros.
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Palencia tiene exactamente 80.000 habitantes -los mismos que Getxo-, se ubica a apenas 50 kilómetros de Valladolid y a unos pocos más de Burgos y León. «Si cada una de estas capitales fuera la punta de un triángulo nosotros estaríamos casi en el centro. Tanta cercanía es una bendición... o una tortura, cada uno que lo interprete como quiera», explicaban en la oficina de turismo el pasado lunes a mediodía. Hay cinco profesionales tras los mostradores, aunque de momento no entra nadie. Pero visitantes, hay. Se los distingue por la calle. Si alguno se informa un poco sabrá que, aparte de un casco histórico repleto de edificios ilustres que corona una imponente catedral, la ciudad presume del Cristo del Otero, un Sagrado Corazón de proporciones casi idénticas a las del famoso Cristo del Corcovado de Río de Janeiro. También de que el mismísimo Alejandro Dumas visitó la zona en 1840 para comerse un suculento cocido de garbanzos.
Pero lo que importa ahora es el tren. «Palencia con p, escríbelo bien ¿eh? Somos unos grandes desconocidos en nuestro propio país, la de veces que hay que explicarles esto a los catalanes o a los andaluces», lanza al visitante Antonio Gómez, un revisor de Renfe jubilado que curioseaba de buena mañana por la céntrica estación de su ciudad. «Bueno, en el País Vasco somos bastante más conocidos por cercanía y por la de paisanos que han emigrado allí», acaba matizando una vez hechas las presentaciones. «Yo tengo un primo en Durango», explica. Gómez se cerciora de que todo esté en orden para la inauguración. La parada palenciana, que supera ya los 150 años de historia, apenas ha sufrido retoques para la llegada del AVE. Se ha ampliado el andén y se han arreglado unas goteras. Nada más.
- Pues en Bilbao quieren hacer una estación nueva de 500 millones.
- Estáis locos. Que dediquen ese dinero a crear empleo.
El paro es precisamente un claro, y paradójico, ejemplo de lo que pasa en Palencia. Durante el último año la tasa ha bajado un 7%, el doble que la media nacional, y ahora ronda el 18%, pero eso no quiere decir que la economía local vaya viento en popa. A expensas de que el AVE pueda convertir el turismo en un pilar económico, lo que funciona es la agricultura y, por encima de todo, la fábrica que la Renault tiene en la zona. Ocupa a miles de personas y va a ampliar su producción con un tercer turno, «pero que nadie se engañe», pide Lucía Molinero. «Hay menos paro porque la gente se va a Valladolid, a Cantabria, a Euskadi... de mis amigas de toda la vida solo quedo yo». Tiene «treinta y pico», es camarera y habla mientras lleva siete vasos en una bandeja hacia la terraza de su local en la Calle Mayor, la arteria principal de la ciudad. «Yo ahora estoy bien, pero mira a tu alrededor», pide, «¿Dónde está la gente de mi edad? Falta una generación entera».
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Lucía exagera, pero el Ayuntamiento y la Diputación de Palencia han puesto sus esperanzas en el AVE. Sí, quedar conectado a Madrid en apenas una hora y media abre la puerta a captar visitantes de poder adquisitivo «medio-alto», a que la tienda de antigüedades de Felipe y la pastelería de María Villa ganen clientes, a que las visitas guiadas a la catedral se multipliquen, a vender ese suelo industrial que nunca arrancó al norte de la provincia y a dinamizar una ciudad en la que cuesta encontrar un sitio donde cenar a las nueve de la noche de un lunes, pero lo que se busca es gente que se quede para siempre. O que no se vaya. Conseguir que todos aquellos que se han trasladado a la cercana Valladolid, o incluso a la capital de España, por motivos laborales, vuelvan al calor de una ciudad «más recogida» y unos precios inmobiliarios más asequibles. Córdoba, que gracias al AVE puso fin a 20 años de pérdida de habitantes en beneficio de Sevilla, es el ejemplo a seguir.
Oportunidades y riesgo
El nuevo panorama también va a poner a prueba a Palencia. No va a ser un camino de rosas. «Para beneficiarse del AVE y el turismo hay que currárselo», reconoce Juan Carlos Martínez, gerente de Palencia Centro, la mayor asociación de comercios de la ciudad. Las tiendas empiezan a mantenerse abiertas a la hora de comer, algo impensable hace unos meses, y el viernes celebran una shoping night con la que alargarán sus horarios de venta hasta la medianoche. Ensayo general con el tren ya en marcha. «Habrá negocios familiares que no podrán seguir este ritmo, lo sabemos, pero tenemos que intentarlo», recalca Martínez. Otro riesgo muy presente entre los profesionales locales es el de que Palencia se convierta en «ciudad de paso». Que la rápida conexión con León, Valladolid y Madrid permita a visitantes y viajeros de negocios volver a casa en el día. «El verano ha sido bastante malo, nos lo han salvado los trabajadores del AVE que han estado por aquí. A partir de ahora, veremos...», confiesan en la recepción del Castilla Vieja, uno de los hoteles con más solera de la ciudad.
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Entre la incertidumbre, la esperanza y también cierta indiferencia -«¿tú crees que vamos a coger más el tren que ayer porque sea AVE?», advierten algunos vecinos-, el primer convoy de pasajeros de alta velocidad hacia Palencia sale hoy de la capital de España a las siete de la mañana. Es el súmmun para Antonio Gómez, el viejo revisor. «Ya solo falta que subamos a Primera División y que traiga al Real Madrid para jugar con los nuestros», sueña. De momento, el equipo local está en Tercera y el que llega el sábado es el Numancia B.
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