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David S. Olabarri
Sábado, 12 de septiembre 2015, 23:07
A principios de agosto, un baserritarra vio algo extraño en las inmediaciones de su caserío. Primero pensó que podía tratarse de un animal tumbado en uno de los márgenes de la estrecha carretera local que discurre por un valle guipuzcoano. Era de noche y no ... se veía bien. Pero un segundo vistazo le hizo pensar que podía tratarse de una persona agachada. Dio un par de voces y no obtuvo respuesta. Se acercó hasta allí y no encontró nada.
El vecino no le dio demasiada importancia. Se dijo a sí mismo que no sería nada y volvió a casa. En otro momento, el incidente habría quedado ahí y como mucho se habría limitado a comentarlo con sus vecinos. Pero el hombre se acordó de una conversación que había tenido días atrás con dos agentes de la Ertzaintza que estaban visitando los caseríos de la zona. Le vinieron a decir que no tuviese vergüenza y que no dudase en llamarles si veía algo raro, por mucho que le pareciese insignificante. Así que descolgó el teléfono e informó de lo que había visto a la comisaría de Urola Kosta, que agrupa las demarcaciones de Zarautz y Azkoitia.
A la mañana siguiente, una patrulla localizó una bolsa sospechosa escondida cerca de la carretera. Dentro encontraron un inhibidor de frecuencias, dos linternas, dos talkies, guantes, diversa herramienta y un extractor de cerraduras, que se emplea habitualmente para fracturar los bombines de las puertas. Los agentes sospecharon que las personas que habían dejado eso allí estaban preparando un robo en una empresa cercana. Así que establecieron un dispositivo de vigilancia que no tardó en dar resultados. Esa misma madrugada aparecieron dos individuos con linternas en busca del macuto. Los ertzainas les estaban esperando. A uno le detuvieron allí mismo, tras una breve persecución. Y al otro, que consiguió escapar a la carrera, le atraparon en un control de carretera posterior.
Estableciendo una secuencia de los hechos, una parte fundamental en la detención de estos individuos, ambos con antecedentes por delitos contra el patrimonio, descansa en la conversación que el vecino de Aia mantuvo con los agentes. Estos ertzainas forman parte de las patrullas rurales que el Departamento de Seguridad del Gobierno vasco está impulsando en las demarcaciones que cumplen unas determinadas características. Estas patrullas ya han existido en otras ocasiones. Pero de lo que se trata es de impulsarlas de manera más decidida una vez que el final de la violencia de ETA permite relajar las medidas de autoprotección y, sobre todo, con un «enfoque» distinto, más orientado a la atención a las personas. Es decir, no se buscan patrullas rurales que pretendan asemejarse al Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, cuya misión fundamental es la conservación de la naturaleza y el medio ambiente. «Nosotros no instruimos si vemos un vertido o una escombrera, pero lo ponemos en conocimiento del área competente. Nuestra prioridad es la seguridad de las personas», explica el nagusi de Urola Kosta, José Luis Claveras.
Las comisarías están desarrollando este plan de acercamiento reforzado con cursos en la Academia de Arkaute con ritmos y enfoques distintos. Básicamente, porque las necesidades de circunscripciones como las de Hernani, Laguardia y Bilbao, por ejemplo, son muy distintas. Mientras que en Gipuzkoa y Bizkaia existe una importante cantidad de población diseminada, en Álava está más concentrada en núcleos urbanos y existen grandes zonas deshabitadas.
Algunas ertzainetxeas llevan apenas unas semanas tratando de desarrollar este proyecto. En el centro policial de Urola Kosta, en cambio, empezaron a poner en práctica las patrullas rurales el pasado noviembre, en lo que ha resultado una especie de experiencia piloto que también se ha desarrollado en comisarías de Álava.
Grados de «vulnerabilidad»
En esta comisaría se han dedicado varios agentes de forma exclusiva a este cometido, que forman patrulla con otros policías de Protección Ciudadana. Pero lo más novedoso es el programa de trabajo que se ha establecido para «incrementar la seguridad» (caseríos, agroturismos, empresas...) de esta zona de Gipuzkoa, en la que existe un amplio porcentaje de población diseminada. De lo que se trata es de tener controlados todos los espacios habitados de la zona y clasificarlos por «niveles de interés», detalla Claveras en una conversación con EL CORREO. Para ello, los ertzainas van visitando los distintos emplazamientos sobre todo caseríos y se entrevistan con los vecinos. Les preguntan cuántas personas viven allí, sus edades, su grado de autonomía personal y si la casa está deshabitada en determinadas partes del año, entre otras cuestiones.
El nagusi de la comisaría de Urola Kosta, José Luis Claveras, reconoce que en un primer momento, cuando las patrullas rurales comenzaron a visitar los caseríos de esta zona de Gipuzkoa, se encontraron con ciertos «recelos» de una parte de los baserritarras. Sin embargo, el comisario destaca que ahora el nivel de aceptación de estos recursos es «muy bueno». «Ahora mismo, lo que a la gente le preocupa es si esto es temporal y van a quitar las patrullas rurales. A los vecinos les gusta ver las patrullas», explica Claveras.
Entre amplios sectores de la Ertzaintza este proyecto ha sido acogido con cierto agrado, pero no ocultan su desconfianza hacia los intereses reales. De hecho, los sindicatos también sospechan que detrás de estas unidades podría haber sólo un «interés propagandístico». Una de las principales críticas que se realizan se centra, precisamente, en que no exista una estructura concreta dentro de la Policía vasca, como tiene por ejemplo la unidad de Rescate, para articular las patrullas rurales. Según dicen, esta falta de articulación estas unidades dependen orgánicamente de Protección Ciudadana se traduce, a su juicio, en «carencias formativas» y en una «desorganización» a la hora de acompasar las actuaciones.
Con esta información se redactan después unas «fichas», previa autorización de los vecinos, que sirven para clasificar los caseríos en tres niveles en función de su «vulnerabilidad»: alto, medio y bajo. Estas fichas se completan con los datos GPS de los emplazamientos para facilitar la labor de las patrullas y con números de teléfono de los vecinos y, en el caso de que se trate de personas mayores, con los móviles de sus hijos. De esta forma, se puede programar mejor las rutas de las patrullas, que están en contacto con los Servicios Sociales y el Servicio de Montes. Hasta el momento, en la comisaría de Urola Kosta se han redactado 2.397 documentos de estas características, apunta Claveras. Esta herramienta de trabajo ya ha sido puesta a disposición del resto de comisarías, añaden fuentes del Departamento de Seguridad.
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