ANE ONTOSO | virginia urieta
Sábado, 5 de septiembre 2015, 01:02
Resulta difícil encontrar y más, si cabe, plasmar sobre el papel-, una sola frase, una idea o una palabra que sirva para resumir todo lo que se ha dicho este domingo sobre Diego Lastra, el joven vecino de Getxo que, hace una semana, perdió la ... vida en un parque de Elizondo (Navarra) al precipitarse al vacío desde una de las atracciones. Ayer sus familiares y allegados, cerca de 200 personas, quisieron rendirle un sentido homenaje en Punta Galea, un encuentro emotivo y simbólico en el que varias personas aprovecharon para dedicar unas palabras, "no un agur, sino un hasta luego". Diego, que aunque tenía parálisis cerebral fue capaz de superar todas las barreras que le planteó la vida, desprendía energía allá a donde iba. "Ganas de luchar, ilusión por la vida. Disfrutaba con todo porque en cada inconveniente veía una nueva aventura, y dejaba una huella imborrable en quienes conocía", recordó Javier, miembro de Fekoor y compañero del joven. Muchos no tuvieron palabras para describirle, pero ayer, aunque las hubo, no hicieron falta.
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Los presentes, vestidos de blanco, prendieron velas con la forma de una silla de ruedas-, antes de que diera comienzo el acto. Un dantzari bailó el Agur Jaunak para inaugurar el turno de palabras, acompañadas por una exposición de algunos de los cuadros, obras del joven artista, que en los próximos días serán expuestas para que todo aquél que quiera pueda disfrutar de ellas. También su foto. "Era un verdadero ilusionista del arte, se sintió libre pintando", explicaron. Tres de sus amigas cantaron alguna de sus canciones favoritas y recordaron sus mejores momentos. Diego "cambió la percepción que tenemos de la discapacidad. Si él podía, ¿quién no?", recordaron. Ayer no le despidieron: acudieron a decirle orgullosos lo que le aprecian, lo que le quieren, y sobre todo a darle las gracias por recordarles "la ilusión ante la vida, en todo". A participar en una lucha que, aseguraron, ellos mismos continuarán en su nombre.
Paola, una de sus primas, señaló que la familia escogió el lugar porque era uno de los preferidos de Diego, por el que paseaba, "por el que, llegó a confesar, sentía algo especial como para que aquí se le rindiera homenaje". Recordaron sus comienzos y sus metas conseguidas con la boccia, un deporte que, aunque poco conocido, él supo encumbrar a su manera. Sus piques, sus carreras con la silla de ruedas, sus charlas en colegios que cambiaron la forma de ver las cosas de muchos otros jóvenes, a los que dejaba boquiabiertos con sus aventuras. "No sé cuál era su límite, pero me lo imaginaba ganando alguna medalla, viajando por el mundo", recordó otro de sus compañeros.
Nadie ha querido perderse ese obsequio, ese gran regalo para una persona muy querida por los getxotarras. "Él se ha ido y se ha llevado un cachito de nosotros, pero una parte suya seguirá aquí siempre", decía Aitziber Reigadas, que solía llevarle en la ambulancia en Cruz Roja, y compartió más de una fiesta con él, como buena amiga suya. Su compañera Pilar Gómez tampoco le olvida. "Ha dejado un hueco en todos. Se merecía éste recuerdo Se lo merecía todo", aseguraba.
Potente energía personal
Diego tenía parálisis cerebral desde su nacimiento, hace ahora 40 años, pero se sentía capaz para hacer de todo a pesar de que se veía obligado a moverse en silla de ruedas. Donde muchos ven barreras, él veía oportunidades. Donde muchos ven obstáculos, él veía desafíos. Y los superaba. Gracias a su potente energía personal y a su legión de amigos.
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Se atrevía con todo. Primero en la Universidad de Deusto, donde sacó adelante la carrera de Derecho con tozudez titánica. Luego, con cualquier deporte que exigiera valor. Porque Diego era una persona valiente. Se lanzó en parapente sobre los acantilados de Sopela. Probó con las tirolinas. Se marcó unos "crusaitos" tal como relató en su blog -www.movilidadaumentada.es- como copiloto en un BMW 320i de segunda generación. Se zambulló en las cristalinas aguas de la cascada de Pedrosa de Tobalina. Vibró en la aterradora atracción 'Shambhala' de Port Aventura. Y hasta se embaló practicando esquí adaptado. Era capaz, incluso, de montarse en un trineo cuesta abajo para terminar revolcándose por la nieve entre carcajadas.
Así, Diego era feliz. Auténticamente feliz. Y contagiaba ese estado de ánimo a los demás. Era capaz de apreciar las pequeñas cosas de la vida. Sentarse en un banco de madera en un parque sin la silla. Tomar una copa junto a los amigos. Viajar solo en el metro. "Mis sueños son actos cotidianos para los demás", admitía el getxotarra en una entrevista con EL CORREO hace cuatro años. Precisamente, esa autonomía personal, era uno de sus bienes más preciados. Desde que logró tener su silla de motor, nada volvió a ser igual. "Le hizo sentirse con más vida. Más adulto, más independiente, más hombre", detalla su prima Paola, con la que se ha criado como si fueran hermanos.
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Cuando vino al mundo, Diego tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia digna de imitar. Con unos padres que velaban por su bienestar, tíos siempre a su lado y un montón de primos de su edad que jamás le dejaron arrinconado. "Siempre ha tenido una inclusión notable en la familia y jamás se ha sentido diferente. Desde bebés, crecimos sentados en su silla", evoca Paola sobre su primo, sin duda su ojito derecho y compañero de viaje en Carnavales, cumpleaños, Navidades, veranos en Menorca o charlas de madrugada.
Y todo aquello, el también jugador de boccia -deporte paralímpico similar a la petanca- quería mostrarlo al mundo con el propósito de mostrar que las personas con discapacidad o "diversidad funcional" -como él reivindicaba denominarla, "porque funcionamos de manera diferente, pero con los recursos necesarios funcionamos"- son "iguales" al resto de personas sin ella. Con las mismas "inquietudes, metas e ilusiones -defendía-. No pedimos nada que no pida el resto de la sociedad". Y por ello trabajaba desde Fekoor (Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Bizkaia), agrupación de la que era miembro activo.
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Al final, Diego viajó, brincó, hizo todo lo que pudo por cumplir sus sueños y enamoró a todo aquel que le conoció. Nunca se amilanó. Provisto de actitud positiva, espíritu crítico, generosidad y buen hacer encaró a la vida, le echó morro y se convirtió en un ejemplo de superación. Y siempre quería más retos, más cosas que contar. Porque su lucha era y será imparable porque es el legado que deja para siempre. Diego Lastra formaba parte del paisaje de Getxo. Ahora ya forma parte de su memoria.
Vídeos de Diego Lastra
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